Sunday, April 19, 2015

La tradición de recordar - Dan Margalit - Israel Hayom



La única familia que los israelíes no quisieran ver crecer - la familia de los deudos - ha añadido más de 116 nombres desde el último Día de la Independencia: 67 que cayeron en la Operación Muro Protector y el resto que murieron en ataques terroristas o accidentes. Israel tenía la esperanza de conseguir un verano en paz, pero no funcionó. Hamas inició una guerra en el sur, causando un gran desastre a sí misma y a sus conciudadanos, y una profunda tristeza entre nosotros, e intencionalmente trató de presentar a Israel como sospechoso de haber cometido crímenes de guerra. ¿Cómo, si Israel en todo momento quiso evitar un nuevo derramamiento de sangre?

Algunos personas aparentemente muy sensibles, o insensibles, quieren que no se celebre este sentimiento de luto, en particular su aspecto nacional y compartido. Otras personas mejor intencionadas están proponiendo diferentes formas de conmemoración de los caídos. Pero también se equivocan. La forma en que recordamos a los más queridos para nosotros, los que murieron en las guerras de Israel desde que los primeros judíos fueron asesinados en el siglo XIX (muy probablemente en Nahalat Reuven, que hoy es Ness Ziona, o posiblemente en Jerusalén) se quedó grabada en nuestra conciencia nacional después de la Guerra de la Independencia en 1948.

Ellos deben permanecer en nuestra memoria, aunque no sean celebrados de la forma más moderna y su manera de recordarlos les parezca a algunos anticuada. La adhesión a ellos tiene un poder que se acerca el mito: el discurso del jefe del IDF en el Muro Occidental la víspera del día de la conmemoración de los soldados caídos; la lectura del poema de Nathan Alterman "Bandeja de Plata" en las escuelas de todo el país; las reuniones con las víctimas del terrorismo en la Knesset. Tradición y continuidad tienen su propia fuerza.

Esto no es un signo de conservadurismo, proviene de los hechos que año tras año nos enseñan que la cadena permanece intacto de generación en generación. Desde el músico Zvi Ben Yosef, quien fue asesinado en Gush Etzion y cuyas últimas palabras fueron "No llores, hemos llegado", una determinación tan diferente a la serenidad de su canción "Yesh Li Kinneret" ("Mi Mar de Galilea"); al paracaidista Nadav Raymond, que 10 días antes de ser asesinado en la Operación Margen Protector escribió una profecía oscura que llevaba en uno de sus bolsillos:" Mi vida podría ser más corta de lo habitual, pero disfruté cada minuto, y quiero que todo el mundo que me conoce siga disfrutando de la suya". Prosa que es más que poesía en su sublime sencillez.

El recuerdo de los que cayeron y nunca regresaron no proviene de un deseo de victimización, sino más bien de la voluntad de identificarse con su compromiso con nuestra sociedad, con su renuncia al egoísmo y al interés personal por un propósito más elevado, porque no hay otra opción. Aquellos en cuyo nombre recitamos: "Somos la bandeja de plata sobre la que se le ha facilitado un Estado judío".

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