Sunday, June 14, 2015

¿Por qué Israel tiene que financiar a aquellos que lo desprecian? - Ben-Dror Yemini - Ynet


La familia Tamam protestando por la representación de la obra que glorifica al asesino de su hijo y hermano

La libertad de expresión es un muy importante valor, inclusive el superior en todos los países democráticos. De todas las áreas relacionadas con la democracia, no hay otro tema que haya suscitado tantos debates y decisiones legales como la libertad de expresión. Y con razón. Estamos hablando del aire que respira la democracia.

La libertad de incitación y las mentiras también están incluidas en la libertad de expresión. Pero no hay ninguna norma jurídica, en cualquier país civilizado, que requiera que el estado financie obras escritas por pervertidos, asesinos o violadores. Así que el ministro de Educación Naftali Bennett está haciendo lo correcto.

En Israel, la gente tiende a confundir la libertad de expresión con la financiación estatal. Por extraño que parezca, los que utilizan la libertad artística para dañar al Estado piensan que ese mismo Estado tiene que financiarles por alguna razón. Cuando el Estado se niega, empiezan a gritar acerca de "una violación de la libertad de expresión". ¿Pero quién la ha violado? ¿Dónde se ha producido exactamente esa violación? Nadie les ha silenciado.

¿Ustedes quieren decir que Israel es un estado criminal? El Estado les deja que realicen esa afirmación. ¿Quieren que se exponga una obra inspirada en un terrorista, asesino o violador? Háganlo si lo desean. Pero ¿por qué creen que los ciudadanos de Israel deben financiar sus palabras de odio contra el Estado?

El Comité de Repertorio del Ministerio de Educación ya decidió incluir la obra "Un tiempo paralelo" dentro de la canasta cultural en una ocasión. Eso representó una auténtica ofensa para la familia Tamam, cuyo hijo, Moshé Tamam, fue asesinado por Walid Daka, el terrorista que inspiró al escritor de la obra.

El lunes, ese mismo Comité fue convocado de nuevo a petición del ministro, después de que la naturaleza de la obra había quedado clara, y decidió aprobarla de nuevo. Una decisión que representaba una bandera negra. Una decisión que dejaba en claro que hay un problema con ese Comité. Una decisión que parece apuntar al hecho de que más que una decisión profesional, se trata de una decisión política.

Dos personas se han destacado en la lucha contra la financiación de esa obra por el Estado: Ortal Tamam, sobrina de Moshe Tamam, y David Magen, un activista del partido Laborista de la zona de Haifa. Se ganó el apoyo de muchos de los miembros del partido. Estamos hablando de una cuestión de principios, que no tiene nada que ver con la disputa entre izquierda y derecha. Eso no impidió que el coro habitual de biempensantes liberaran los clichés habituales sobre una "violación de la libertad de expresión".

Tampoco está claro por qué esos que desprecian a Israel, que muestran empatía hacia los asesinos, piensan que el país que desprecian debe financiarlos. Ellos no son ni más liberales, ni más morales, ni más ilustrados. Son unos hipócritas y unos consentidos. Quieren beber del pozo al que escupen.

Pero esto no ha terminado. Existe la posibilidad de que uno de estos indignados hipócritas vaya hasta el fiscal general, y tal vez a la Corte Suprema, con el fin de anular la decisión del ministro de Educación. Por ahora al menos, el sentido común ha ganado. Esperemos que el escalón jurídico no lo derrote una vez más.


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