Sunday, October 04, 2015

La putrefacta moral de la izquierda moderna - Evelyn Gordon


Asesinato de civiles judíos ayer en Jerusalén. Sufrimiento de ínfima categoría al ser las víctimas judías y los asesinos palestinos, "víctimas por excelencia" para la izquierda

La conocida periodista israelí, y anti-Israel, Amira Hass, finalmente ha explicado un misterio que siempre me intrigó: cómo la Unión Europea se las arregla para conciliar su política en el Oriente Medio con su imagen de sí misma como defensora de la moral, de los derechos humanos y de la compasión. En una frase corta, ella definió perfectamente la podredumbre moral existente en el seno de la izquierda multicultural moderna: "Nosotros no calificamos sufrimiento".

El gran misterio europeo es el hecho de que el conflicto sirio siga siendo muy inferior en importancia al palestino-israelí dentro de la agenda de la política exterior europea, a pesar de que tanto por motivos prácticos y morales la crisis siria claramente merece prioridad. No sólo ha provocado el asesinato de más de 10 veces el número de personas en cuatro años que los muertos en el conflicto palestino-israelí en siete décadas, sino que además actualmente está inundando Europa de refugiados, creando lo que, según la canciller alemana Angela Merkel, es una amenaza aún mayor para la unidad europea que la crisis del euro.

Tampoco este sorprendente orden de prioridades puede excusarse alegando la indefensión occidental en Siria: Expertos ideológicamente diversos como Max Boot del Commentary y Nicholas Kristof  del New York Times, están de acuerdo en que zonas de exclusión aérea podrían permitir a la mayoría de los sirios permanecer con seguridad en su patria.

Ahora pasemos a la opinión de Amira Hass, una muy conocida columnista del Haaretz, procedente de una familia de ideología izquierdista y discípula de esa extrema izquierda conocida por sus radicales puntos de vista pro-palestinos y anti-Israel. Hace dos semanas, ella publicó una columna donde se comparaba y contrastaba el Holocausto y la Nakba palestina, un término que se utiliza para significar todo lo que los palestinos han sufrido debido a su conflicto con Israel durante los últimos 70 años. Ella amablemente reconocía que ambos hechos no eran equivalentes, entre otras cosas porque los nazis perpetraron un genocidio, mientras que Israel no ha hecho tal cosa. Pero luego explicaba por qué esa "no equivalencia en realidad no importaba":
Nadie tiene el derecho de comparar de ninguna manera el sufrimiento de los pueblos y de los seres humanos, o de cuantificarlo, jerarquizarlo o calcularlo... No cuantifiquemos. No califiquemos el sufrimiento.
Esto, en pocas palabras, es la clave de la abdicación moral existente el corazón de la izquierda multicultural actual: "En su aparente noble deseo de asegurarse de que ningún sufrimiento pasa desapercibido o sin vigilancia, ha abandonado la esencia misma de la moral, la capacidad de hacer distinciones, algo esencial para tomar decisiones morales".

En un mundo ideal, todo el sufrimiento se aliviaría. Pero en el mundo real, con sus recursos finitos de tiempo, energía y dinero, se deben hacer elecciones. Y no hay forma moral para decidir qué hacer de manera urgente o qué merece prioridad sin hacer precisamente lo que Hass considera moralmente insostenible: calificar o evaluar el sufrimiento.

En esencia, se requiere una versión moral que nos señale qué sufrimiento que podamos aliviar merece una mayor atención que otros ante los que no podamos; qué sufrimiento tiene más méritos por ser más intenso o generalizado que otros menos intensos o urgentes; y como el sufrimiento de los inocentes merece más atención que el sufrimiento de los culpables. Y cuando estos tres indicadores no apuntan en la misma dirección, deben ser sopesados ​​los restantes.

En el nivel más básico, lo hacemos por instinto: Si un policía, por ejemplo, ve un intento de asesinato y un intento de robo sucediendo al mismo tiempo, nos gustaría que se centrara en la prevención de una muerte en lugar del robo. Pero para cualquier nivel más complejo que ese, la inteligencia entra en juego. Y los principios intelectuales de la izquierda multicultural moderna dictan que "nosotros no debemos calificar y evaluar el sufrimiento".

Pero si es así, entonces no tendríamos la obligación moral de aliviar el sufrimiento mayor, en lugar de los menores, porque no podríamos determinar cuál es cuál. Y así, la izquierda puede justificar recurrir a un criterio cuya inmoralidad debe quedar patente, pero que tiene la virtud de ser fácilmente determinable: "no cuánto sufrimiento ha sido causado, sino quién lo causó o provocó".

Ninguna persona moral consideraría que el asesinato de un individuo es más o menos importante basándose únicamente en si el autor haya sido, digamos, francés o británico. Pero se ha vuelto completa y moralmente defendible en Europa considerar las muertes durante una guerra o un conflicto más o menos importantes "basándose básicamente en si se puede o no puede culpar de ellas a Israel (o América u Occidente)".

Ya que no podemos evaluar el sufrimiento, es totalmente razonable para millones de europeos progresistas manifestarse contra una guerra que mató a 2.000 personas en Gaza el verano pasado, pero no en contra de una guerra que ha matado a 250.000 en Siria. Ya que no podemos evaluar el sufrimiento, es totalmente razonable que el municipio de Reykjavik decida que va a boicotear a Israel, pero no Siria o sus facilitadores rusos e iraníes. Ya que no podemos evaluar el sufrimiento, es completamente razonable que cuando el principal funcionario de la política exterior de la Unión Euroepa se dirigió al Parlamento Europeo, la web de su oficina colocó el proceso de paz palestino-israelí como el elemento superior de su programa, mientras que el conflicto sirio ni siquiera estaba en la lista. Y sigue, y sigue.

En un fascinante artículo en The Spectator, el veterano izquierdista Nick Cohen describía "Por qué finalmente había renunciado a la izquierda", asqueado por la podredumbre moral personificada por el nuevo líder del Partido Laborista, Jeremy Corbin. Pero los izquierdistas como Cohen no pueden combatir la podredumbre en su propio campo sin comprender por qué se ha instalado: el abandono fundamental del cálculo moral tan acertadamente resumido por Amira Hass.

Como el también miembro de la izquierda, el escritor israelí Amos Oz, proféticamente advirtió en junio, "El que no puede clasificar los diferentes grados de maldad puede llegar a un siervo del mal".

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