Sunday, October 25, 2015

Los judíos de Francia se esconden como los antiguos marranos en España y se vuelven hacia Israel - Eliette Abécassis - Ynet



En mi último libro, "Aliyá", la heroína Esther Vidal se ve desgarrada por las dudas y por las preguntas que han estado atormentando a los judíos de Francia desde hace años. Estas preguntas se han convertido en una preocupación diaria para ella. Esto se refleja en sus sentimientos de malestar y ansiedad cuando tiene que explicar a sus hijos por qué no deben revelar su judaísmo en los espacios públicos.

Esta es la situación en la que nos encontramos atrapados. El tener que escondernos como los marranos ante la España de la Inquisición. Al igual que Esther, mi familia también es originaria de España. La Inquisición y la expulsión de España forman parte de nuestra memoria histórica, así como la de sus antepasados ​​en Marruecos donde los judíos vivían como dhimmis, protegidos y humillados al mismo tiempo. Pero ella sabe que luego encontraron un país (¿Francia?) que podía ser amable y donde se podían tener relaciones de amistad, incluso cálidas, con los musulmanes. "¿Que pasó?" se pregunta. "¿Qué nos está pasando?".

Las medidas adoptadas por el gobierno francés tras los atentados en enero del 2015 y las palabras fuertes y sinceras del primer ministro Manuel Valls, quien dijo con razón que "Francia sin sus judíos no es Francia", puede tranquilizar a la comunidad judía y animarla a permanecer en Francia. Pero ¿cuánto tiempo podremos vivir bajo la protección del ejército y en una sociedad que es cada vez más hostil hacia los judíos?

Y no me refiero sólo a los islamistas, sino también a la obsesión anti-israelí de los medios de comunicación y del generalizado antisionismo en todo el espectro político, desde la extrema derecha a la extrema izquierda. No nos equivoquemos: cada sociedad reinventa una visión del mundo antisemita. En la Edad Media los judios mataron a Jesús. En la década de 1930 eran la raza inferior. Hoy en día, la razón es Israel.

Considero que el incremento del antisemitismo es siempre un símbolo de una profunda crisis social. La crisis actual la llevamos conociendo desde hace mucho tiempo. "Las zonas perdidas de la República", un libro editado por Emmanuel Brenner y que fue publicado hace 15 años, ya señalaba todos los elementos que llevaron a esta crisis. Comienza en los suburbios y se extiende a toda la sociedad, y no había otra cosa que hacer que poner fin al ataque contra los valores de la República Francesa.

Peros los sucesivos gobiernos renunciaron a todos los frentes, sobre todo al de la educación. Recientemente, el gobierno canceló las clases de latín y griego, que son la base de nuestra lengua y cultura. Veinte años de compromisos, de concesiones, e incluso de entregas, tal como ha narrado el escritor Michel Houellebecq, nos llevaron a este desastre. Y no espero que las cosas mejoren, y por eso estoy angustiada.

Y tengo angustia porque me encanta Francia. Francia es mi país. Yo soy una escritora francesa, aprecio la belleza de su lengua, estoy hecha por la cultura francesa que ha forjado mi ser. Francia es también la tierra de los judíos. Hay huellas de la presencia judía en el sur de Francia desde el 70 d. C. En otras palabras, nadie es más francés que los judíos.

Los judíos dejaron su huella en la historia de Francia y sus valores, tales como el humanismo, la Ilustración, la libertad, la igualdad y la fraternidad. Francia, por su parte, permitió a los judíos franceses construirse a sí mismos de una manera diferente a cualquier otro lugar en el mundo, desde Rashi al filósofo Jacob Gordin, el rabino Leon Ashkenazi y Emmanuel Levinas, y aún más importante, a mi padre, Armand Abécassis.

El movimiento de la Cábala nació en Francia, en la ciudad de Posquières. Y no es casualidad que el judaísmo filosófico que ha sido tan influyente naciera en este país. Ningún otro país ha producido tanta sabiduría y tanta luz, junto con una literatura tan hermosa y rica. El surgimiento de una Francia, la defensora del humanismo y de la razón, derrotada por el antisemitismo, hace que me preocupe, me entristezca e incluso me traumatice.

Pero si ahora esto es así, ¿ha llegado la hora de irse? La Aliyá está en el horizonte, es el deseo y el anhelo del pueblo judío desde tiempos inmemoriales. Ahora y para siempre. Es nuestro ideal y lo anhelamos. A veces la alya también se convierte en una necesidad urgente. Y entonces, por supuesto, es la solución.

Incluso si se compara la situación actual con la de la década de 1930, hoy en día existe un Estado judío y eso lo cambia todo. Cuando vivir en la diáspora se vuelve insoportable, se vuelve evidente que hay que salir y hacer Aliyá. No es para evadir el peligro, no es para escapar, es porque las circunstancias nos obligan a formar parte de nuestro otro país.

Ya que no nos quieren en otros lugares, tenemos que llevar a Israel nuestras ideas y valores, y construir allí en base a la fuerza de nuestras esperanzas frustradas. Así es el ideal redescubierto, un país vibrante, inteligente y exigente

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