Sunday, October 11, 2015

Los Templos judíos: El New York Times declara que los hechos históricos son bobadas (solo algunos claro) - Jonathan Tobin - Commentary



Si el culto a la objetividad es la pretendida fe ortodoxa del periodismo moderno , no hay mayor exponente de esa falsa fe que el New York Times. Los que editan y escriben las páginas del buque insignia de la opinión liberal dan una gran importancia a una postura de imparcialidad, aunque su inclinación hacia la izquierda en todos los temas resulta evidente para todos, excepto tal vez para sus fieles lectores liberales y progresistas. A pesar de que rara vez se presentan las ideas de ambas partes de manera justa en sus artículos, su fórmula es ventilar las pretensiones de las partes que compiten en las disputas. Eso es especialmente cierto en el conflicto del Oriente Medio, donde la pretensión de una información ecuánime es más evidente.

En la información del NYTimes, los terroristas y sus víctimas a menudo se yuxtaponen como dos caras de la misma moneda, como lo hicieron a principios de esta semana cuando indicaron unas cifras de víctimas similares de israelíes y palestinos, pero tuvieron para ello que incluir a los terroristas muertos junto con sus víctimas con el fin de lograr ese equilibrio. ¿Pero este tratamiento referente a la larga guerra contra la existencia de Israel también se extiende a los hechos históricos comprobados? A juzgar por su artículo sobre la disputa sobre el Monte del Templo parece que en apariencia sí. Pero al ir por este camino, el diario está haciendo más que jugar el juego de la equidistancia sobre el Oriente Medio. Al difundir la propaganda sobre la inexistencia de cualquier vínculo entre el lugar santo y la historia judía, están validando mitos revisionistas palestinos cuyo propósito es negar legitimidad al Estado judío y el derecho de los judíos a vivir en cualquier parte del país.

El título del artículo lo dice todo: "La certeza histórica se demuestra elusiva sobre el lugar más santo de Jerusalén". La vanidad del artículo de Rick Gladstone, uno de sus editores extranjeros, se traduce en que "es imposible determinar si la meseta situada por encima del Muro de las Lamentaciones es realmente el lugar donde se ubicaron cualquiera de los bíblicos templos judíos", los cuales fueron destruidos, el primero por los babilonios y el segundo por los romanos. Gladstone es capaz de citar a una pequeña minoría de arqueólogos que expresan sus dudas sobre su ubicación exacta, y los respalda citando el hecho de que no ha habido excavaciones arqueológicas en el propio Monte del Templo para verificar lo que está debajo de las mezquitas, las cuales se construyeron allí posteriormente por los conquistadores musulmanes.

Pero la idea o creencia de que ambos templos estaban situados en el Monte del Templo tiene más respaldo detrás de ella que lo que Gladstone denomina "pruebas circunstanciales". Después de todo, el Monte del Templo está rodeado por un lado por el último vestigio del Segundo Templo, el recinto exterior que ahora se conoce como el Muro Occidental o Muro de las Lamentaciones. Pero como sabe cualquiera que lo haya visitado en las últimas décadas, ese Muro es algo más que la vieja pila de piedras ante la que los judíos han orado durante 2.000 años. Se compone de túneles y de otros restos del Segundo Templo de Jerusalén que vuelven evidente que solamente constituía un pedazo de la gran estructura que se situó en el centro de la vida judía antes de la destrucción romana. En otras palabras, usted no tiene que ser un experto arqueológico o un historiador para saber que el templo tenía que existir en el Monte. Sólo tiene que poner a trabajar a sus ojos.

Y es que creer que el Muro Occidental no formaba parte del complejo del Templo supone creer también que cada hallazgo arqueológico de la época del Segundo Templo que se ha descubierto en Jerusalén en los últimos 200 años es una falsificación. De hecho, habría que pensar que la noción de la Jerusalén bíblica, y de cada pedazo de evidencia que tenemos acerca de la antigua patria del pueblo judío, sólo son una historia contada por los sionistas con el fin de robar la tierra y los lugares sagrados musulmanes a los árabes.

Por supuesto, eso es exactamente lo que la Autoridad Palestina y sus propagandistas han estado diciendo desde hace muchos años en su intento de negar la historia, y todo ello con el fin de reforzar su afirmación de que los judíos no tienen vínculos con cualquier parte de la tierra de Israel / Palestina. Sin embargo, Gladstone deja este "hecho inconveniente fuera de su artículo" porque socavaría cualquier pizca de credibilidad que pretendiera tener. Eso es importante porque estas afirmaciones risibles son mentiras descaradas arraigadas en el odio y en la larga guerra contra el sionismo, y no tienen conexión con tomar en serio la historia o la arqueología.

La única verdad que difunde este artículo es el hecho de que no ha habido excavaciones arqueológicas en el Monte del Templo. Pero eso no significa que no haya habido ninguna excavación. El Wakf musulmán, al que Israel permite administrar el Monte del Templo, ha hecho extensas excavaciones en el lugar, pero por supuesto no con fines de investigación. De hecho, con el objeto de ampliar sus instalaciones, utilizaron maquinaria pesada de construcción para arrancar las entrañas de la zona destrozando de paso tesoros arqueológicos pre-islámicos, y ello en un acto de vandalismo que se asemeja a lo hecho por el ISIS o los talibanes. Después arrojaron la tierra y los restos fuera del Monte del Templo y equipos de voluntarios arqueológicos de la Ciudad Vieja están ahora rastreando dichos restos para encontrar allí todo tipo de material fascinante - incluyendo un antiguo sello de la época - que sobrevivió a este comportamiento criminal. Tampoco el Wakf jamás permitiría otro tipo de excavaciones, incluso bajo auspicios neutros, precisamente porque tienen miedo de que lo que vayan a encontrar valide las narraciones judías. Su problema es que la mejor manera de demostrar los lazos de los judíos con esta tierra no es a través de los argumentos, sino simplemente empezar a cavar en cualquier lugar de la ciudad.

Pero las denominadas "pruebas circunstanciales" también son considerables. Como un historiador le dijo a Gladstone, un gran número de registros romanos - por encima y más allá de los escritos del judío que luego se volvió apologista romano Flavio Josefo - nos dicen que el Monte era el lugar donde el templo se levantó. Como era la costumbre de los conquistadores, los romanos levantaron su propio templo en ese mismo lugar como símbolo tangible de su supremacía y del fin de la soberanía judía. A su vez, los cristianos y posteriormente los bizantinos, y luego los musulmanes, hicieron lo mismo sin disculparse y sin la necesidad de fingir que no intentaban borrar los símbolos de la historia judía. La única razón por la que ese mismo historiador dice que uno tiene que "tener cuidado" al decir que los restos del Templo descansan debajo de la Cúpula de la Roca, es evitar verse envuelto en el tipo de controversia que puede provocar que una persona sea asesinada por los islamistas.

Mientras que el artículo de Gladstone intenta fingir que la "certeza histórica es difícil de alcanzar", lo único que demuestra es que el NYTimes prosigue con la negación absurda de hechos históricos obvios y todo "con el fin de poder jugar a ese tipo de periodismo imparcial" ante temas controvertidos distantes y problemáticos, y donde uno de las partes "no puede tener la posesión de la verdad". Pero no se necesita ser un ardiente sionista, o incluso ser un partidario del Estado de Israel, para entender que la pretensión de que los templos no se encontraban en el Monte del Templo es algo que no tiene nada que ver con dudas razonables o falta de pruebas concluyentes. Afirmar que las pruebas necesarias para probar que los templos estuvieron en el Monte deben estar "más allá de una duda razonable", presupone participar en esa clase de sutilezas y fantasías que el propio NYTimes nunca aceptaría sobre prácticamente cualquier otro tema: "especialmente sobre aquellos en los que están involucradas las sensibilidades liberales seculares".

Al tratar a las mentiras que niegan los lazos históricos de los judíos con Jerusalén como merecedoras de un juicio justo, el NYTimes pone en causa más reclamaciones que las de por qué visitar el Monte del Templo. La razón por la que los palestinos dicen tales cosas no es porque tengan una defensa histórica sólida, sino debido a que su objetivo es tratar a los judíos y al judaísmo como algo ajeno al lugar donde comenzó la historia judía. Las apuestas aquí no son acerca de la arqueología sino sobre el derecho de Israel a existir.

El NYTimes tiene una larga historia de mala práctica periodística con relación a Israel y a ciertas temas judíos que se fechan desde el Holocausto (su ocultamiento). Pero el esfuerzo atroz de Gladstone de tratar a la historia como una patraña es un acto de deshonestidad intelectual que se ubicará al lado de los peores artículos que se han publicado en ese diario.

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