Saturday, December 26, 2015

El complejo de castración israelí: de la masacre de Munich de 1972 a las "locas ideas" de los demócratas - Lee Smith - Tablet



Un correo electrónico del caché de la correspondencia de Hillary Clinton que mantuvo en su servidor privado durante su mandato como Secretaria de Estado nos muestra que su ex ayudante de Anne-Marie Slaughter propuso recaudar fondos privados para un Estado palestino. Esto "podría ser una loca idea", escribió Slaughter, la directora de la oficina de planificación de políticas del Departamento de Estado entre 2009-2011, quien sugirió además que una "promesa para Palestina" de una recaudación de fondos focalizada en una serie de multimillonarios "reflejaría un fuerte voto de confianza para la construcción de un Estado palestino". Además, Slaughter escribió que "podría reforzar significativamente al [presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud] Abbas de una forma que podría ayudarle durante las conversaciones". "Tal vez Warren Buffett podría prestar su nombre al proyecto", escribió Slaughter, o "el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, junto con algún musulmán muy rico". "Todo ello también tendría el efecto de avergonzar a Israel", finalizaba Anne-Marie Slaughter.

El correo electrónico proporciona una visión peculiar del ClintonWorld, donde el trabajo duro de la política se engrasa con un tipo de personas muy ricas cuyo dinero parece mover realmente el mundo. Y puesto que los multimillonarios según el pensamiento de los apparatchiks de Clinton como Slaughter, son los árbitros de la moralidad cósmica, ¿qué mejor manera de avergonzar a un aliado de los Estados Unidos?

La "loca idea" de Anne-Marie Slaughter puede que no sea sólo una locura, ya que probablemente también sea ilegal. No se supone que los políticos estadounidenses deban usar su oficina para recaudar fondos privados para alcanzar determinados objetivos, independientemente de las políticas. Imaginen ahora un correo electrónico entre los funcionarios de una administración republicana preguntándose, por ejemplo, cómo podrían utilizar a Sheldon Adelson para renovar sus promesas al AIPAC con el fin de impulsar las políticas de la administración republicana.

Peor aún para Anne-Marie Slaughter fue que los informes de su propuesta para recaudar fondos para Abbas y "avergonzar" a Israel coincidieron con las nuevas revelaciones sobre un infame ataque terrorista financiado por Abbas en los días previos a convertirse en el "ángel de la paz" que es para muchos.

A principios de esta semana, el The New York Times informó sobre cómo "fueron golpeados y, en al menos un caso, castrados" los atletas israelíes asesinados en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972. Según el NYTimes, las nuevas revelaciones provienen de un documental que debería ser lanzado el próximo año titulado "Munich 1972 y más allá", donde se "narra la larga lucha de las familias de las víctimas por obtener el reconocimiento público y oficial para sus seres queridos".

Las nuevas revelaciones corrigen el entendimiento a largo plazo del ataque de Múnich, el cual hasta ahora había pasado como un mero ataque terrorista, violento y feo, y tal vez la operación que marcó el comienzo de la era moderna del terror. Pero el grupo Septiembre Negro que llevó a cabo la operación, no solamente quería liberar a los terroristas palestinos detenidos en cárceles israelíes, todo ello junto con Andreas Baader y Ulrike Meinhof, dos terroristas por excelencia de la extrema izquierda europea. Munich, bajo esta lectura tradicional, fue diseñado para ser un espectáculo político que sólo más tarde, cuando las autoridades de Alemania Occidental dispararon contra los secuestradores palestinos en la pista del aeropuerto, se convirtió en un baño de sangre.

Sin embargo, la nueva información pone de manifiesto que el asesinato de los atletas judíos no fue el resultado de un esfuerzo errado de la policía de Alemania Occidental por rescatarlos. El ataque de Munich fue brutal y homicida desde el principio. El levantador de pesas Yossef Romano recibió un disparo tratando de luchar contra los terroristas cuando irrumpieron en el complejo. "Luego lo dejaron morir ante los otros rehenes y lo castraron", informó el NYTimes. "Otros rehenes fueron golpeados y sufrieron lesiones graves, con fracturas de huesos".

Mientras las autoridades alemanas se equivocaron al asegurar que todos los rehenes murieron como consecuencia de desencadenarse su operación de rescate, la operación fue planeada con el propósito de avergonzar a Israel y maltratar a sus atletas ante un escenario mundial. La operación tenía que terminar desde el principio en un baño de sangre, y es por eso que Yasser Arafat la bendijo y Mahmoud Abbas la financió. El objetivo era mostrar que la OLP podía capturar, humillar, torturar y matar a judíos mientras todo el mundo estaba mirando, y vencer a los israelíes a culatazos, destrozando y mutilando sus cuerpos, mientras que la comunidad internacional se celebraba a sí misma en Alemania, sólo un cuarto de siglo después de que Hitler estuviera a punto de exterminar a todos los judíos europeos.

Las nuevas revelaciones también dan un contexto más importante a las posteriores operaciones israelíes dirigidas contra los planificadores del ataque de Munich. Muchos funcionarios israelíes, entre ellos el entonces jefe del Mossad Zvi Zamir que estuvo a cargo de la Operación Cólera de Dios - perseguir y matar a los responsables -, han explicado que, al contrario de los relatos más populares al estilo de Steven Spielberg en su película Munich, el propósito no fue la venganza. En primer lugar, la operación estaba destinada a perturbar a las redes de terroristas europeos que conspiraban contra Israel. En segundo lugar, estaba destinada a demostrar que si ustedes piensan que pueden torturar y matar a judíos mientras todo el mundo permanece mirando, se equivocan. Su muerte no sería un martirio visto por millones, sino un asunto privado llevado a una conclusión repentina, muy probablemente en las sombras.

En este sentido, es difícil no pensar cómo las cosas podrían haber sido ahora diferentes si la respuesta del mundo a la masacre de Munich hubiera sido diferente. Tal vez no hubiera nada que pudiéramos haber hecho hace cuatro décadas que hubiera impedido actos de terrorismo espectacular como el 11-S, o los ataques en París el mes pasado. Pero no hay ninguno razón para que nadie tenga que sufrir a Mahmoud Abbas ante el escenario mundial y asentir solemnemente ante sus discursos incomparablemente hipócritas sobre cómo Israel está violando alguna norma internacional, o inclusive destruyendo el medio ambiente, como afirmó en París hace unas semanas. Y esto, de parte del hombre que financió a los terroristas que, en la mayor celebración pacífica deportiva internacional, los Juegos Olímpicos, buscaron vencer y castrar a los atletas israelíes.

Por último, es difícil contemplar como un éxito la serie de asesinatos israelíes de los responsables de la operación del Septiembre Negro. A fin de cuentas, ¿aprendió algo el mundo sobre el valor de la sangre judía cuando los propios funcionarios demócratas estadounidenses consideran que "avergonzar a Israel" es un objetivo legítimo de su política exterior, e imaginan que Mahmoud Abbas es un "hombre de paz"?

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