Sunday, March 06, 2016

El Haaretz contra Naftali Bennett - Yisrael Medad, Eli Pollak - JPost



En nuestra sociedad impulsada por el consumismo, un periódico de propiedad privada tiene todo el derecho a defender los puntos de vista de sus directores y editores. Al consumidor que no le gusta la línea editorial o, mejor, la línea del diario, es libre de comprar otros periódicos. Pero la libertad de expresión no supone libertad de difamación.

Un medio de comunicación que se respete a sí mismo debe permitir incluso a los supuestos villanos el derecho de respuesta y la capacidad de defender su buen nombre. Sin embargo, el Haaretz no actúa de esa manera. Cuando decide perseguir a alguien, lo hace sin tabúes, cruel y decididamente de una manera poco ética. Este el caso del Haaretz vs Naftali Bennett. La línea ideológica del Haaretz es de izquierdas y de extrema izquierda, pero cuando persigue a alguien es decididamente muy conservador.

El ministro de Educación Naftali Bennett es percibido como una amenaza, especialmente por su ideología. Bajo su dirección, su partido Bait Yehudi está cambiando algunas de las fortalezas más importantes de las élites de la izquierda, y esto provoca las iras del Haaretz.

No es ningún secreto que la élite académica de Israel se identifica sobre todo con la comunidad liberal secular más progresista y de izquierdas. Esta élite es una ávida consumidora del Haaretz y Bennett amenaza su hegemonía.

Israel gasta muchos miles de millones de shekels en la educación superior. Las políticas se implementan a través del "Malag", el Consejo de Educación Superior, y la financiación pasa por el "Vatat", el Comité de Coordinación y Presupuesto. El ministro de educación es, por ley, el responsable del Malag y designa al presidente de Vatat. En la práctica, el vicepresidente del Malag es la persona responsable de su gestión diaria desde que el ministro no tiene el tiempo necesario (ni tal vez la experiencia) para llevar los asuntos del Malag.

La profesora Hagit Messer-Yaron, una profesora de ingeniería eléctrica en la Universidad de Tel Aviv, sirvió como vicepresidente del Malag desde octubre del 2013 hasta febrero del 2016. Bennett forzó su renuncia. A pesar de no darse a conocer sus razones, se puede adivinar bastante bien cuales fueron: Messer-Yaron desarrolló un gran esfuerzo a la hora de neutralizar los poderes del ministro de Educación para implementar las políticas del ministro y supervisar a las universidades.

Brevemente, la Comisión de Regulación de Gobierno, que ella encabezaba, recomendó que los miembros del Malag fueran designados a través de un comité independiente presidido por un juez del Tribunal Supremo. La comunidad académica aplaudió la idea ya que esto aseguraría su dominio sobre el mundo académico. La renuncia forzada de Messer-Yaron puso fin a esto.

Es por eso que el Haaretz se mostró comprensiblemente preocupado. Así que permitió al profesor Moshe Shoked, profesor emérito de antropología en la Universidad de Tel Aviv, escribir un artículo de opinión titulado "En nuestro propia República de Weimar".

En  dicho artículo, Shoked alababa a sus colegas y atacaba al primer ministro Benjamin Netanyahu quien, según decía, "era un desenfrenado y engañoso mago, que aunque criado en la casa de un historiador, fue entrenado para dar promover la ignorancia, el miedo y el odio en la sociedad israelí".

Sin embargo, Shoked reservaba sus palabras más duras para Benett, "cuya conducta es un recordatorio de los oscuros regímenes de otros períodos" y que lleva una "pistola en su cintura", y terminaba su artículo con la descripción de Israel como "una sociedad que en la práctica se está moviendo hacia un régimen de apartheid", preguntándose: "¿Cómo podemos  permanecer pasivos en una época que es nuestro equivalente son los días felices de Weimar?"

Cuando los colonos de la Franja de Gaza fueron amenazados y, de hecho, a continuación expulsados de sus hogares, y decidieron portar una estrella amarilla como un acto demostrativo, los medios de comunicación israelíes les apalearon en la plaza pública.

Sin embargo, al Haaretz le está permitido publicar un artículo que acusa efectivamente a un ministro de un comportamiento similar a los nazis, y nadie considera que esto sea un grave problema. De hecho, el Haaretz sabe que Shoked tiene la costumbre de menospreciar el Holocausto. Anteriormente ya lo hizo en el Haaretz en un artículo de opinión del 11 de marzo de 2011, "No al Boicot, Sí al suicidio", reaccionando a un proyecto de ley de la Knesset que prohibiría el boicot a las instituciones académicas israelíes, escribiendo, "es difícil no recordar la década de 1930 y la década de 1940, cuando otra gran nación tomó su propia decisión de llevar a cabo una loca visión expansionista".

Claro que Bennett tiene una serie de "pecados adicionales" a los ojos del Haaretz que tiene que expiar. Estos incluyen la decisión de su ministerio de no utilizar el libro "Borderlife" de Dorit Rabinian en la lista de lecturas obligatoria para el examen de matriculación de literatura. Si un estudiante quiere incluirlo puede hacerlo, pero no forma parte integral del plan de estudios.

Haaretz se indignó ante esto. En un editorial del 1 de enero escribía: "El respaldo del ministro Bennett [a la decisión de los técnicos sobre el libro] es un paso más en el adoctrinamiento nacionalista que los jefes del Ministerio de Educación están promoviendo en el sistema de educación pública secular".

Pero incluso esto no fue suficiente. El diario fue tan lejos como para publicar una carta al editor del autor Amos Ben-Vered el 2 de febrero que describía su experiencia infantil en una escuela alemana en Bulgaria en 1938. A pesar de que la escuela era alemana y sus profesores usaban la esvástica, se mantuvo el plan de estudios existente en la Alemania pre-nazi. Ben-Vered escribió: "La pregunta es ¿cómo el gobierno y, sobre todo el ministro Bennett, quieren actuar? Están dispuestos al menos a aceptar el espíritu moderado del nazi [Konstantin] von Neurath, quien permitió a las escuelas enseñar como en años anteriores, cuando Alemania era una democracia?". En la web del Haaretz, la carta aparecía con una imagen del nazi von Neurath. La ecuación era obvia: Bennett es un nazi, habla por sí mismo.

Esto no quiere decir que Haaretz no haya sido criticado.

El 26 de febrero, el periodista Erel Segal criticó al Haaretz en un artículo publicado en Makor Rishon y en la web del NRG. La historia relata que: "Mientras el ministro Bennett se preocupaba por el número de niños en las clases, ayudaba a los profesores y aumentaba las clases de matemáticas, para el Haaretz la cosa no funcionaba demasiado mal. Pero cuando se atrevió a tocar temas centrales de nuestra existencia aquí, la izquierda se volvió loca... Lo que se les permitió hacer a ex ministros de educación de la izquierda como Yuli Tamir y Yossi Sarid, estaba prohibido para la derecha".

Después de describir las actuaciones indignantes perpretadas por ministros anteriores de Educación pertenecientes a la izquierda, terminaba señalando: "Para mí, al menos, la historia está clara. No existe peligro para la democracia, ni hay fascismo. Lo que hay aquí es una élite que lucha por mantener su hegemonía. Una paranoica y asustada élite no dispuesta a aceptar el hecho de que el gobierno de Israel, elegido por una mayoría que cree en el sionismo, decide actuar en consecuencia".

Segal no estuvo solo, pero los principales medios de comunicación se mantuvieron en silencio. Los programas de entrevistas, los programas de radio, los programas de noticias de televisión, todos los cuales son muy veloces a la hora de condenar cualquier equiparación o analogía de la izquierda al estalinismo o el nazismo, no dijeron nada.

Ellos no pidden al Instituto Israelí de la Democracia o al presidente del Consejo de la Prensa, la ex juez del Tribunal Supremo Dalia Dorner, que expresen su opinión sobre los artículos del Haaretz. Ellos tampoco solicitan una respuesta del portavoz de la Knesset o del presidente del país. No, ellos son cómplices silenciosos y tranquilos de un periódico que se ha convertido en una plaga para nuestra sociedad

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