Sunday, April 03, 2016

Lo que los palestinos piensan de la "Intifada de los cuchillos" (que no es lo suficientemente mortal) - Daniel Polisar - Mosaic Magazine



¿Está comenzando a perder fuelle la "Intifada de los cuchillos"? Algunos observadores así lo afirman. Sin embargo, este viernes 1 de abril se cumple medio año desde el lanzamiento de la actual ola de violencia palestina. Caracterizada en gran medida por apuñalamientos y atropellos llevados a cabo por jóvenes palestinos, por lo general actuando solos o en parejas, esta ronda de ataques ya se ha cobrado la vida de 29 israelíes, dos estadounidenses, un solicitante de asilo de Eritrea y un transeúnte palestino, y ha causado más de 400 heridos.

Durante este tiempo, de acuerdo con fuentes oficiales israelíes, ha habido más de 200 apuñalamientos o intentos de ello a un ritmo promedio superior a uno por día, así como 40 atropellos con vehículos y 80 ataques con disparos. Aunque perpetrados casi exclusivamente por palestinos que viven en Jerusalén y Cisjordania, y centrándose en gran medida en esas áreas, los ataques han llegado también a las ciudades costeras de Israel, sobre todo a Tel Aviv. Y aunque todavía no tiene la duración de la Primera (1987-1991) o la Segunda (2000-2004) intifadas, la onda de violencia, que parece estar impulsada por la iniciativa individual y no organizada por grupos militantes como Hamas o Fatah, ha demostrado una notable capacidad de resistencia.

¿Cómo explicar esa resistencia? Una razón puede ser que los autores reflejan y están motivados en gran parte por la opinión pública palestina. Aquí quiero explorar lo que ha cambiado en estos últimos seis meses sobre la forma en como ven los palestinos su conflicto con Israel, y especialmente la conveniencia y eficacia de recurrir a la violencia. Al hacer esto, voy a basarme principalmente en las encuestas realizadas durante este periodo por tres de los principales institutos de sondeos palestinos, cuyos resultados publicados de forma fiable indican lo que piensan los árabes de Cisjordania y de la Franja de Gaza.

Para empezar, la mayoría de los palestinos, a pesar de que son sus compatriotas son los que inician y cometen los ataques contra los israelíes, se ven a sí mismos como siendo atacados por Israel, tanto a nivel nacional como individual. En una encuesta realizada en diciembre del 2015 por el Centro Palestino de Investigación Política (PSR), el 51% de los encuestados estaban convencidos de que el objetivo a largo plazo de Israel con respecto a la zona del al-Haram al Sharif en la ciudad vieja de Jerusalén (conocida por los judíos y por muchos cristianos como el Monte del Templo), era "destruir las mezquitas de al-Aqsa y la Cúpula de la Roca y construir una sinagoga en su lugar". Entre los palestinos de Cisjordania y Jerusalén, la cifra aumentaba a un 66%, un dato muy significativo, ya que los residentes de estas dos áreas son casi exclusivamente los responsables del actual levantamiento, y sus puntos de vista ejercen la correspondiente influencia en su curso. Lejos de ser una opinión ocasional, esta idea se extendió como un patrón que se ha mantenido en las encuestas del 2015 y que se repite en la última encuesta de PSR de marzo de 2016.

Lo que vuelve más particularmente notable este temor palestino es que el gobierno israelí ha repetido en muchas ocasiones que se opone a cualquier cambio central del status quo puesto en marcha en el Monte del Templo en 1967, donde los musulmanes pueden orar masivamente en las estructuras dedicadas a ese propósito, pero no existe un lugar para la oración comunitaria judía y los visitantes judíos tienen prohibido rezar allí, incluso de manera individual. Ni una sola figura importante del actual gobierno de Israel, o de cualquiera de sus predecesores, ha propuesto la construcción de una sinagoga  en el Monte del Templo, o sugerido dañar los sitios sagrados musulmanes existentes en él durante los últimos trece siglos. Del mismo modo, ningún gobierno israelí ha tomado ninguna medida que plausiblemente pueda interpretarse como una indicación de un interés en este tipo de acciones.

Sin embargo, nada de esto parece tener el menor efecto sobre la "sensación existente entre la mayoría de los palestinos de que Israel tiene como objetivo destruir los sitios sagrados musulmanes en el futuro, y que un ataque contra ellos ya está en marcha". En una encuesta de noviembre del 2015 realizada por el Centro de Estudios y Encuestas de Opinión de la Universidad Nacional de An-Najah, a los encuestados se les hicieron varias preguntas que asumían dicho objetivo y sus respuestas dejaban claro que aceptaban tal premisa. Para la pregunta: "¿Usted cree que los continuos ataques contra la mezquita de al-Aqsa por grupos de colonos son alentados por el gobierno de Israel?", el 92% respondió afirmativamente. Entre los residentes de Cisjordania y Jerusalén, que mayoritariamente son los que más frecuentan el Monte y que presumiblemente deben tener información más precisa que sus compatriotas de Gaza, la cifra fue de un asombroso 94%.

Tampoco se puede obtener una base fáctica para esa afirmación. No ha existido ningún caso fiable de colonos israelíes que intentaran entrar en la mezquita de al-Aqsa en los últimos meses, por no hablar de cualquier ataque a su estructura o a sus fieles. Es cierto que ha habido un ligero aumento en el número de judíos religiosos que visitan el Monte, donde se asentaron el Primer y Segundo Templo alrededor de un milenio, y un pequeño número de estos visitantes han podido intentar orar allí subrepticiamente, pero si ha sido así, además de ser expulsados tras ser descubiertos, este tipo de actos no tuvieron lugar cerca o en la mezquita al-Aqsa, y difícilmente podría considerarse un ataque en ningún sentido razonable del término.

Tal vez lo más notable de todo fue la respuesta a la siguiente pregunta realizada en el sondeo del año 2015 del PSR:
Hace dos meses estallaron enfrentamientos a gran escala en los territorios palestinos contra las fuerzas de ocupación y los colonos, en ellos muchos palestinos cayeron después de haber sido disparados por el ejército o por los colonos tras afirmar estos que habían tratado de apuñalar, o habían apuñalado, a israelíes. ¿Creen que la mayoría de los palestinos acribillados apuñalaron o trataron de apuñalar a israelíes, o bien que la mayoría de ellos fueron asesinados sin haber tratado de apuñalar a israelíes?
Entre los residentes de Cisjordania y de Jerusalén, el 57% afirmó que "la mayoría de los palestinos no apuñalaron o trataron de apuñalar a los israelíes", a pesar de los vídeos ampliamente disponibles de dichos apuñalamientos y del hecho de que los familiares palestinos de muchos de los autores exhibieron públicamente su orgullo por lo que habían hecho, y pese al hecho de que las principales figuras palestinas y los medios de comunicación a menudo celebraron dichos ataques.

A continuación, la mayoría de los palestinos, especialmente en Cisjordania, se ven a sí mismos como luchando a la defensiva, y por lo tanto justifican el apoyo y el fomento de los ataques contra los israelíes. Al mismo tiempo, la mayoría palestina también ha mostrado unos niveles récord de pesimismo en cuanto a la posibilidad de establecer un estado palestino junto a Israel en los próximos cinco años.

Justo antes del estallido del actual levantamiento del pasado otoño, el PSR, que ha investigado constantemente sobre este tema en los últimos nueve años, ha registrado un récord del 78% de palestinos que ven "bajas o inexistentes las posibilidades de una solución de dos estados en los próximos cinco años". Tres meses más tarde, con la "Intifada de los cuchillos" en pleno apogeo, la cifra se redujo ligeramente al 75%.

Uno de los factores es que los palestinos se han vuelto menos flexibles en lo referente a un posible acuerdo con Israel. Para citar sólo algunos ejemplos: el 76% de los encuestados por el PSR en diciembre se "negaba inclusive a aceptar la soberanía israelí sobre el Jerusalén occidental a cambio de la soberanía palestina de la parte oriental de la ciudad", el porcentaje más alto en una década; el 62%, el nivel más alto, "rechazaba la oferta de una solución de dos estados siguiendo el modelo de los parámetros de Clinton" (ampliamente percibido como de los más generosos que cualquier gobierno israelí pudiera ofrecer en un futuro previsible); y otro récord del 61% rechazaba la idea de un reconocimiento mutuo entre "Israel como el Estado del pueblo judío, y Palestina como el estado del pueblo palestino".

En todos estos casos, las cifras eran aún mayores entre los encuestados árabes de Cisjordania y Jerusalén. Aunque el reflejo de esta actitud de rechazo se ha venido desarrollando a lo largo de una década y media, y a través de períodos de menor y mayor conflicto entre israelíes y palestinos, estas últimas encuestas indican una falta de voluntad aún más fuerte a la hora de ceder en las cuestiones fundamentales.

Teniendo en cuenta este cúmulo de puntos de vista, no es de extrañar que la mayoría de los palestinos apoyaran el actual levantamiento cuando estalló inicialmente. En el sondeo de diciembre del 2015 del PSR, por ejemplo, el apoyo a la utilización de cuchillos para atacar a los israelíes era de un 67% en general, y era mayoritario entre prácticamente todos los sectores de la población, incluyendo a los residentes de Cisjordania y de Gaza, los partidarios de Hamás, Fatah, y otros partidos, y todos los grupos de edad.

Y sin embargo, aquí es donde las cosas se complican a mediados de marzo del 2016, hace dos semanas, donde una encuesta del PSR mostraba que el apoyo global a los ataques con cuchillos se había reducido al 58%, mientras que en Cisjordania, cuyos residentes eran las más afectados por las consecuencias negativas de estos ataques, había caído al 44%. Estos resultados corroboran una encuesta del JMCC de principios de marzo que mostraba una disminución similar en el apoyo a los ataques con cuchillos y a continuar con la actual forma de levantamiento en términos más generales.

Por supuesto, el nivel actual de apoyo sigue siendo bastante significativo, lo que podría explicar el hecho de que hasta en marzo se hayan producido una decena de ataques con cuchillos, cuatro ataques con disparos, y tres intentos de atropellar a israelíes. Pero la disminución del apoyo y las razones detrás de él son dignos de mención por ser una posible señal sobre el futuro.

Lo que ha cambiado, al parecer, es la "creencia de que estos ataques sean un medio eficaz de asegurar ganancias para los palestinos". En una encuesta realizada en diciembre del PSR, el 51% de los encuestados creía que la continuación del levantamiento haría avanzar más los derechos de los palestinos que unas negociaciones. En marzo del 2016, sólo el 43% pensaba que la continuación de los ataques actuales serviría a los intereses nacionales palestinos con más eficacia que unas negociaciones. Mientras tanto, la cifra correspondiente a Cisjordania disminuyó al 36%.

No es difícil dar sentido a estas cifras, que parecen racionales y basadas en la experiencia. En términos generales, los atacantes palestinos, y en especial los atacantes de los cuchillos que se han convertido en el símbolo de la revuelta, han visto frustrados sus objetivos. En total, más de 200 apuñalamientos han dado lugar a una relativamente modesta cifra total de quince israelíes muertos, la mayoría de ellos durante los tres primeros meses del levantamiento, con un número comparable de israelíes asesinados por los 120 ataques palestinos a base de atropellos y ataques con disparos. Los atacantes palestinos se han llevado la peor parte, ya que prácticamente todos han sido asesinados, heridos gravemente, o detenidos.

Por lo tanto, si el objetivo era lograr sustanciales bajas israelíes a un precio aceptable, no se puede contemplar el levantamiento como un éxito en sus propios términos. Tampoco ha logrado infundir miedo en los israelíes, obligándoles a modificar su forma de vida o llevándoles a presionar a su gobierno para que cambie sus políticas o tratar de derrocarlo a través de unas nuevas elecciones. Después de unas semanas de modificar sus hábitos para disminuir las posibilidades de ser atacados, la gran mayoría de los israelíes han reanudado en gran medida su vida normal, aunque con una mayor vigilancia y, para aquellos con licencia para llevar armas de fuego, llevando armas con frecuencia. El gobierno, con todas sus dificultades internas, parece estar sufriendo bastante poco una supuesta reacción pública adversa ante la violencia o ante su manejo de la misma.

El levantamiento tampoco ha logrado despertar una simpatía sustancial por los palestinos o manchar la reputación de Israel en los círculos importantes de Occidente, a pesar del potencial "David contra Goliat" en la apelación de unos adolescentes y jóvenes palestinos blandiendo cuchillos y tijeras, y muriendo, o siendo desarmados y detenidos por policías y soldados israelíes. A decir verdad, se han producido ocasionales y serías deficiencias en la información por parte de cierta prensa extranjera, sobre todo por la BBC, cuando encabezó una historia sobre la muerte a puñaladas de dos civiles israelíes desviando la atención sobre las acciones policiales encaminadas a detener al autor de la matanza: "Palestino muerto después de un ataque en Jerusalén en el que mueren dos".

También han existido declaraciones ocasionales de diplomáticos occidentales culpando a Israel como causante de los ataques, siendo la afirmación más prominente la del Secretario de Estado John Kerry (que posteriormente lamentó) de que "ha existido un aumento notable en los asentamientos a lo largo de los últimos años, y ahora se sufre esta violencia consecuencia del incremento de la frustración".  Del mismo modo, y en diciembre, el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, declaró que "la ira que estamos presenciando ha sido cultivada por casi cinco décadas de ocupación israelí. Es el resultado del miedo, de la humillación, de la frustración y de la desconfianza". Pero tales declaraciones, que otorgaban una victoria de relaciones públicas a los autores de la violencia palestina, han sido relativamente poco frecuentes y han ganado poca tracción.

Una serie de factores ayudan a explicar este fenómeno: van desde el sistema de seguridad empleado por la policía y los soldados israelíes en la neutralización de los atacantes sin matar a los ya desarmados (con la excepción aparente, y en circunstancias aún no aclaradas, de un caso reciente en Hebrón), a la decisión de la mayoría de los líderes occidentales de no recompensar a la violencia con condenas a Israel o presionando para que realice más concesiones, y en gran medida por la preocupación mundial ante el conflicto sirio, con una violencia incomparablemente mucho mayor, y con la crisis de refugiados que ha precipitado. Cualesquiera que sean las razones, no hay nada en la reacción internacional que se pueda comparar con las reacciones desatadas contra Israel después de las guerras de Gaza de enero de 2009 y el verano de 2014.

Si ésta fuera toda la historia, los observadores que se ocupan de poner fin a la actual campaña de violencia y restaurar la calma, podrían llegar a pensar que las encuestas palestinas indicarían que se comienza a negar los beneficios a aquellos que utilizan la violencia, ya que está disminuyendo el apoyo público a este tipo de violencia, lo que a su vez podría traducirse en una reducción de su utilización.

Desafortunadamente, este no es el caso. Por el contrario, las recientes encuestas muestran que una mayoría de palestinos han llegado a una conclusión muy diferente: a saber, que "los apuñalamientos y atropellos representan una violencia de un pobre y escaso nivel para lograr alcanzar sus ambiciosos objetivos nacionales, y que es preciso endurecer la violencia palestina para que sea más mortal y más eficaz".

En la encuesta de diciembre de 2015 del PSR, por ejemplo, el 46% consideraba a "una Intifada armada como el medio más eficaz de asegurar un estado palestino, casi el doble de los que eligieron en segundo lugar unas negociaciones. Por otra parte, dos tercios creía que con respecto a la violencia de los cuchillos y atropellos, una auténtica intifada armada sería mucho más eficaz que unas negociaciones para hacer avanzar los intereses palestinos". De hecho, la opción de una intifada armada superaba en 15 puntos a opciones como continuar el levantamiento pero con protestas no violentas. Ese mismo mes, el porcentaje de palestinos que decían apoyar el retorno a una "intifada armada y a unos enfrentamientos más violentos" si el camino de las negociaciones fallaba alcanzó el 60%, el nivel más alto registrado en las dos docenas de veces que esta cuestión fue presentada en los últimos seis años. Del mismo modo, y alcanzando el máximo de todos los tiempos, un 20% decía que "sin dudar" apoyaba ese curso de acción.

Aún más revelador, el 64% de ese mismo sondeo afirmaba apoyar "los ataques contra los civiles israelíes dentro de Israel", una cifra más alta que en cualquier momento de la Segunda intifada, cuando este tipo de ataques, especialmente los atentados suicidas, eran comunes y disfrutaron de una legitimidad sustancial dentro de la sociedad palestina.

Y la última encuesta del PSR continuaba con esa tendencia, mostrando que el 65% del público palestino (incluyendo el 59% de Cisjordania) "veía a una intifada armada como un medio más eficaz que unas negociaciones para la obtención de ganancias palestinas". En el comunicado de prensa que anunciaba los resultados de marzo, el PSR citaba tanto la "notable caída en Cisjordania del apoyo a los ataques con cuchillo debido, al parecer, a una creciente percepción de su ineficacia", como el hecho de que "la gran mayoría sigue viendo a una intifada armada como mucho más eficaz que estos ataques".

La opinión pública entre los palestinos ciertamente no es el único determinante de lo que sucederá después. Sin embargo, como el potente apoyo al levantamiento actual, debe tomarse muy en serio a la hora de pensar el curso probable de los acontecimientos y de cómo prepararse ante ellos. Con los palestinos cada vez más convencidos de su condición de víctimas y muy poco dispuestos a ceder en cuestiones sustantivas, y comenzando a creer que una intifada armada sería el mejor camino a seguir, los políticos y otras personas interesadas en poner freno a la escalada de violencia harían bien en estudiar las medidas que pueden implementarse para evitar la siguiente explosión de violencia palestina.

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