Wednesday, April 27, 2016

Muy bueno: Tras haberse cuestionado su carácter de pueblo y nación, ahora es la historia judía la que está bajo ataque - Yossi Klein Halevi - LATimes



¿Quienes son los judíos? ¿Una religión? ¿Un pueblo? La cuestión ha adquirido una especial urgencia en nuestro tiempo. En el corazón del ataque antisionista está la noción de que los judíos no son un pueblo, sino solamente una fe. Esta premisa es normativa en todo el mundo árabe, y especialmente en el movimiento palestino, cuyas facciones niegan la existencia de un pueblo judío distintivo con derecho a la soberanía nacional.

El calendario judío cuenta una historia diferente. En Pascua celebramos el nacimiento del pueblo judío a través de nuestra salida de Egipto, que es el comienzo de una coherente historia narrativa. En Shavuot, dos meses más tarde, se celebra la entrega de la Torah en el Monte Sinaí, imprimiendo al pueblo judío un sendero diferente hacia Dios. Los judíos, a continuación, son un pueblo con una fe específica. En ese orden.

El Seder de Pascua refuerza implícitamente la jerarquía de las identidades. El esencial ritual del Seder es el relato del éxodo - "como si ustedes mismos hubieran salido de Egipto" - y el mensaje es: No hay judaísmo sin el pueblo judío y sin su historia.

Mi último maestro, el rabino David Hartman, observó que la definición de herejía judía proporcionada por la Hagadá, el texto leído en el Seder, ofrece de una manera simultánea una definición de la identidad judía. El "niño malvado" de la Hagadá se refiere a los judíos como "vosotros" en lugar de "nosotros". A diferencia del cristianismo y el Islam donde la herejía implica el rechazo de la creencia, para el judaísmo la herejía supone la autoexclusión de la comunidad.

Como judío religioso, creo que nuestra relación con Dios es el propósito de la existencia judía. Creo que la vida judía contemporánea se ha empobrecido enormemente por la disminución de la relación con la Divinidad y por el abandono de la búsqueda del Dios que vive en nuestras vidas colectivas y personales.

Sin embargo, también creo que el sentimiento de constituir un pueblo es más crucial para el judaísmo que la fe. ¿Cómo entonces podríamos entender y dar sentido a un judío ateo? Los cristianos o musulmanes que rechazan su doctrina religiosa dejan de formar parte de su comunidad de fe, mientras que los judíos que rechazan las creencias judías, pero todavía se identifican con el pueblo judío, sus valores y su destino, son universalmente considerados entre los judíos como uno de los nuestros.

Las tres religiones monoteístas comparten el mismo objetivo: la revelación de la presencia de Dios en este mundo. Pero el judaísmo, una vez más, funciona de una manera un poco diferente. Si bien alguien puede convertirse, por supuesto, en judío, el judaísmo nunca fue pensado para ser una fe universal, sólo es la fe de un pueblo específico cuyo propósito es ser una vanguardia espiritual dentro de la humanidad para su eventual redención. El judaísmo es una estrategia particularista para un objetivo universalista.

En sus primeras etapas en la Alemania en el siglo XIX, el judaísmo de la Reforma trató de convertir la identidad judía en una fe sin un pueblo y sin una tierra, insistiendo en que su Sión era Berlín, no Jerusalén. En última instancia, sin embargo, el movimiento de la Reforma regresó a una comprensión más clásica de la identidad judía. Incluso los judíos ultraortodoxos, quienes habitualmente defienden una interpretación más estricta de la ley judía para el bienestar del pueblo judío, aceptan el sentimiento de pueblo como un principio que forma parte del núcleo religioso.

El Seder culmina con la afirmación: "El año que viene en Jerusalén", un recordatorio de que la historia judía que comienza en Egipto termina en la Tierra de Israel. Somos un pueblo específico unido a un lugar específico.

La semana pasada, mientras los judíos en todo el mundo se preparaban para la Pascua, la guerra contra el pueblo judío y su historia - y en contra del sentido mismo de la Pascua - dio un giro particularmente desagradable. Una resolución de la UNESCO patrocinada por siete países árabes, y apoyada por países europeos como Francia, denunciaba a Israel por supuestas violaciones de los derechos de los musulmanes a la oración en el lugar que los musulmanes llaman el Haram Sharif y los judíos denominan el Monte del Templo. La resolución pasa por alto el hecho de que el gobierno israelí hace cumplir la prohibición de la oración judía en ese lugar santo, permitiendo y concediendo a los musulmanes el derecho exclusivo a orar allí. Peor aún, la resolución niega implícitamente la conexión judía con esa zona al no utilizar nunca el término Monte del Templo (sólo Haram el Sharif). Se hace referencia al Muro occidental (lo que los cristianos llaman el Muro de las Lamentaciones), pero lo etiqueta entre comillas, dejando el equivalente musulmán, Al Buraq, intacto, como si ese fuera el único nombre auténtico.

De la lectura de la resolución se podría llegar a concluir que no existieron los dos antiguos templos judíos en el Monte del Templo, que el Monte no es el sitio más sagrado del judaísmo y que el Muro Occidental no es el corazón de la oración judía. Se podría concluir, por lo tanto, que los judíos que viven en el Israel actual no tienen derechos históricos a esa tierra, un derecho transmitido a través de las generaciones. De todos los intentos de destruirnos a lo largo de nuestra historia, esta campaña contra la historia judía es en sí misma la más tortuosa.

La Pascua sugiere esta definición de los judíos: "Somos una historia que nos contamos acerca de lo que pensamos que somos". El actual ataque contra la historia judía es tan peligroso precisamente porque la afecta en su idea central.

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