Sunday, May 01, 2016

¿Por qué el partido Laborista de Gran Bretaña se ha convertido de repente en sinónimo de antisemitismo? - Anshel Pfeffer - Haaretz



Hace un año, a la altura de las elecciones generales en el Reino Unido, hubo mucha atención sobre el racismo en la política británica. Los debates se centraron casi exclusivamente en la lucha contra la inmigración del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), cuyos líderes fueron acusados ​​de incitar contra los inmigrantes. Algunos de los candidatos de ese partido ya realizaron declaraciones francamente xenófobas y racistas en el pasado. El estigma racista fue eficaz, ya que en casi todas las entrevistas los miembros o seguidores del UKIP sintieron la necesidad de prologar sus polémicas declaraciones con "No soy racista, pero...".

En los últimos días, el escenario político en Gran Bretaña se ha centrado una vez más en la controversia sobre el racismo. Esta vez, sin embargo, el partido que está bajo el proyector es el partido Laborista, ese partido de la izquierda que una vez fue el orgulloso bastión de la lucha contra la xenofobia y el racismo. Ahora sus miembros están obligados a afirmar que "no soy antisemita" en cada tensa entrevista. En todas las discusiones sobre el propio punto de vista de su nuevo líder, los comentaristas tienen que añadir la salvedad de que "el propio Jeremy Corbyn no es antisemita, pero..." ¿Qué le ha ocurrido al partido que una vez se puso en pie por los marginados y oprimidos para haber llegado a esto?

Cada pocos días durante el último par de meses, un nuevo activista laborista se ha dedicado a realizar polémicas declaraciones sobre los judíos, desatándose multitud de teorías conspiratorias emergiendo en la red o en los medios de comunicación. Esos activistas fueron expulsados ​​sumariamente o suspendidos por el partido, y aún era posible para los líderes laboristas insistir en que eran un puñado de inadaptados, no un problema estructural o ideológico de la izquierda. Pero la semana pasada fue diferente.

No solamente los dos miembros más recientes del partido que fueron expulsados por sus comentarios antisemitas - la diputada del Parlamento Naz Shah y ex alcalde de Londres Ken Livingstone - eran unos dirigentes políticos mucho más importantes que los que les precedieron, sino que Shah era una joven y emergente estrella del laborismo y Livingstone un incondicional de la izquierda radical del partido durante más de cuatro décadas.

En el caso de Livingstone, no hubo necesidad de que los enemigos políticos del Laborismo revisaran sus cuentas de Facebook y Twitter para encontrar post y tweets vergonzantes en los últimos años - como su colega Shah -. Nadie le obligó a realizar una ronda de entrevistas en radio y televisión este jueves y disculpar las polémicas observaciones de Shan en Facebook. Ella ya se había disculpado profusamente, renunciando a su cargo como ayudante del canciller en la sombra del Laborismo y siendo suspendida a la espera de una mayor investigación.

Entonces, ¿por qué Livingstone sintió que aún tenía que defender unas declaraciones que la propia Shah había repudiado? ¿Y cómo podría haber imaginado que iba a mejorar la situación diciendo que Hitler "había sido un sionista" porque en la década de 1930 estaba a favor de desterrar a los judíos alemanes a Palestina (Livingstone habló de "Israel", aunque por supuesto, Israel no existía por aquel entonces, pero la exactitud histórica, obviamente, no es su fuerte), y que sólo después "se volvió loco" dando como resultado que 6 millones de judíos fueran asesinados? Su versión histórica del Holocausto era sólo un poco más extraña que su argumento de que alguien que sólo odia a los judíos que viven en Israel - pero no fuera de allí - no puede ser considerado un antisemita.

La única cosa más asombrosa que las afirmaciones de Livingstone fue las largas horas de agonía que le llevó a la dirección del partido Laborista anunciar que había sido suspendido del partido. Esta angustiosa espera, según numerosos informes fidedignos, se debió al hecho de que al menos algunos dentro del círculo interno de Corbyn se opusieron firmemente a la suspensión de Livingstone, argumentando que en realidad lo que decía era cierto. Ellos no pudieron evitar su suspensión, pero extrajeron un "logro": el diputado laborista John Mann, un veterano activista contra el antisemitismo que con rabia reprobó a Livingstone en directo y ante la televisión por ser un "apologista de Hitler", también fue reprendido por tener una discusión pública con otro miembro del partido. Al parecer, la incongruencia de Mann consistió en tener la decencia de decirle a Livingstone lo que los líderes de su partido debería haberle dicho sin perder tiempo.

En cuanto a de qué lado del debate interno se situó Corbyn, se puso de manifiesto un poco más tarde ese mismo día cuando dijo que "no sentía que hubiera una crisis de antisemitismo dentro del partido Laborista". Veinticuatro horas más tarde se vio obligado a cambiar de rumbo cuando anunció una investigación independiente sobre el antisemitismo dentro del partido.

Tal vez la mejor manera de entender cómo ha llegado el partido Laborista hasta este lamentable estado sería comenzar con la premisa de que cuando los miembros de alto rango del partido son capaces de emitir o refrendar viles teorías anti judías y al mismo tiempo insisten en que de ningún modo son antisemitas, no están mintiendo, al menos en el sentido de que ellos creen que lo que dicen es verdad. Esto no solamente recuerda al clásico autoengaño de "algunos de mis mejores amigos son judíos" (y la izquierda radical siempre ha tenido y tiene a sus colegas, e idiotas útiles, judíos para demostrar ese punto), sino que forma parte de la lógica que de una manera cada vez más extensa delimita la actitud de la izquierda ideológica hacia Israel y hacia los judíos

Su argumento tácito comienza con la creencia de que los judíos ya no son un grupo minoritario en peligro de extinción, sino que forman parte por el contrario de la poderosa élite "blanca". No importa que esto suene peligrosamente a auténtico antisemitismo clásico. En cuanto para aquellos cuya visión del mundo está delimitada por la perspectiva marxista de una guerra de clases, "los judíos se pasaron al lado oscuro cuando dejaron de ser perseguidos y se unieron a las clases media y alta en sus sociedades". Livingstone realmente cree en todo esto, ya que hace sólo cuatro años, durante su campaña perdedora para ser reelegido alcalde de Londres, le dijo a un grupo de miembros judíos del laborismo que no esperaba que los judíos de Londres le votaran, ya que eran ricos y los ricos no votan a los laboristas. En ese momento se negó a pedir disculpas ya que simplemente no podía entender por qué alguien podría encontrar ese comentario ofensivo.

A lo que conducen este tipo de argumentos es a colocar a Israel y al sionismo en el lado equivocado del colonialismo, y por lo tanto representar a unas "reliquias de la vergonzosa historia racista occidental que no tiene ninguna justificación moral". Este argumento ignora los hechos históricos básicos: que las grandes potencias imperiales no tenían ningún interés en el establecimiento de un Estado judío, y que la mayoría de los primeros inmigrantes que llegaron a Israel eran refugiados que venían de los países árabes, no como colonos, sino como judíos que no tenían ninguna otra parte donde ir. Pero desde que la izquierda identifica actualmente a los judíos como parte de la "élite blanca", dicha izquierda ha procedido a revisar la historia. Todo esto no tiene nada que ver con la ocupación de Cisjordania y muy poco que ver con el sufrimiento de los palestinos: se trata solamente de un "nuevo elemento del pensamiento de la izquierda contemporánea y, por lo tanto, de la mente de aquellos que ahora ya no creen en el antisemitismo".

Y debido a la existencia misma de Israel, y a que todo el ideal sionista de establecer un Estado judío es ahora considerado como intrínsecamente imperialista e inmoral, entonces los que creen en estos argumentos dicen que "ser anti Israel no quiere decir que eres antisemita", aunque lo que realmente quieren decir es que "ser anti Israel nunca puede ser antisemita". Tal como dijo el jueves Livingstone, "no es antisemita odiar a los judíos de Israel". En otras palabras, sólo eres antisemita si no te gustan los pocos "buenos judíos" que se oponen a Israel y que no son demasiado ricos para impedirles votar al Laborismo.

Y mientras que no hace mucho tiempo esta lógica retorcida estaba al margen del partido Laborista, con la elección de Corbyn como líder del partido el año pasado dicha lógica se ha introducido en su corriente principal, por lo que los antisemitas se sienten como en casa a pesar de que nadie puede afirmar seriamente que la mayoría de los miembros del partido suscriben estos puntos de vista. Pero sí lo hacen Corbyn y sus colegas de ideas afines, quienes se ven a si mismos como "antirracistas" y a sus rivales políticos como malvados, y que son moralmente incapaces de comprender que el antisemitismo es incluso posible dentro de sus filas ideológicas. Así Corbyn no vio todo lo sucedido como una "crisis" porque para él realmente no lo era, se trataba solamente de los medios de comunicación que lo tratan injustamente.

Un gran número de parlamentarios laboristas insisten en que Livingstone, que sigue insistiendo en que sus observaciones eran básicamente correctas, no sólo debe ser suspendido sino expulsado del partido. Pero para Corbyn y muchos de sus aliados más cercanos esto representaría una capitulación ideológica. Existe una larga lista de cuestiones políticas que podrían haber dividido al Laborismo en virtud de las ideas de Corbyn - desarme nuclear, nacionalización de las empresas públicas, relaciones de Gran Bretaña con la OTAN y Rusia -, por eso es aún más lamentable que los judíos británicos hayan sido ahora arrastrados hacia el centro de lo que es esencialmente una batalla política entre las facciones del partido Laborista.

Los judíos, por supuesto, son utilizados como blancos y como chivos expiatorios cada vez que el racismo levanta su cabeza en todo el mundo, pero pocos son los que esperaban que fueran el objetivo del partido Laborista de Gran Bretaña.

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