Saturday, July 16, 2016

Un gran artículo que hay que leer: "El conflicto de los judíos estadounidenses con Israel: El precio de la asimilación ha sido la identidad judía" - Jonathan Bronitsky - National Interest


El embajador americano visita una yeshiva de Jerusalén

El 19 de abril, tres días antes del inicio de la Pascua de este año, la fiesta judía que celebra el éxodo de los israelitas de la esclavitud del antiguo Egipto, seis manifestantes fueron detenidos en la oficina de Boston de la AIPAC, el "lobby pro-Israel de América". Ellos se habían encadenado a un simulacro de mesa del Seder. Su grupo, IfNotNow, afirmaba que "buscan una comunidad judía estadounidense que represente la libertad y la dignidad para todos los israelíes y palestinos y para ello es preciso poner fin a su apoyo a la ocupación".

Como corresponde, ese grupo fue co-fundado en 2014 por Simone Zimmerman, una anterior activista en los campus de J Street, y que fue contratada el 12 de abril como "coordinadora del ámbito nacional judío" para la campaña para las primarias del candidato judío progresista Bernie Sanders, y que sin embargo fue suspendida de dicho cargo dos días más tarde después de que se descubrieran comentarios en Facebook del año 2015 donde bramaba contra Bibi Netanyahu por ser un individuo "engañoso, cínico, manipulador, idiota y arrogante".

Lo que ocurrió en Boston angustió a la comunidad judía estadounidense. Sin embargo, no llegó como una sorpresa total. La naturaleza controvertida del AIPAC es bien conocida, y las inclinaciones ideológicas de los jóvenes judíos americanos más progresistas se están convirtiendo en rápidamente conocidas. Lo que pasó al día siguiente en Manhattan, sin embargo, supuso una sacudida eléctrica para la comunidad, o más bien para la gran mayoría de ella. El 20 de abril, IfNotNow entró en el vestíbulo del edificio que alberga las oficinas de la Liga Anti-Difamación (ADL). Un centenar de activistas se vistieron con camisas donde se leía "No hay liberación con ocupación", y cantaron a pleno pulmón canciones en hebreo. Esta fue una flecha dirigida directamente al corazón de la ADL, posiblemente la institución más querida de la "corriente principal" de la comunidad judía estadounidense. Establecida en 1913 en respuesta a los pogromos en la Europa del Este, su lema es "Imagine un mundo sin odio" y su agenda implica defender no sólo una solución de dos estados para el conflicto palestino-israelí, sino también los derechos LGBT, el derecho al voto, los derechos de los discapacitados, los derechos de los inmigrantes y los derechos reproductivos de la mujer.

Muchos de los que quieren que Israel se retire de los territorios palestinos, "que por el momento, y por lo general, significa la Ribera Occidental, incluida Jerusalén Oriental", también participan en el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). Los judíos, según estiman varias fuentes, constituyen al menos el 20% de los participantes en la presión política y económica del BDS, lo cual es similar a la campaña que una vez que se libró contra la era del apartheid en Sudáfrica.

Voces Judías por la Paz, una organización no lucrativa pro-BDS con sede en Oakland, California, "es quizás la organización judía de más rápido crecimiento en los campus en todo el país", según postuló recientemente un profesor de la Universidad de Brooklyn en el New York Times. En una entrevista a finales de marzo en el Michael Medved Show, el senador Cory Booker, un demócrata de Nueva Jersey, fue tan lejos como para afirmar que la marca BDS representaba a "un movimiento anti-judío". (No faltaba mucho para deducir que la observación de Booker implicaba que el BDS era antisemita y, por lo tanto, los judíos involucrados en ese movimiento eran ejemplos de judíos de "auto odio").

Si esto no fuera suficiente para elevar la presión arterial, la corriente principal de los judíos estadounidenses se está dando cuenta que su influencia está desapareciendo y, como resultado, están perdiendo a una gran cantidad de gente valiosa. Pasen un día en un templo del Judaísmo de la Reforma y verán que alrededor del 35% de los judíos americanos que se suscriben a este ámbito, el cual representa por un amplio margen al mayor movimiento confesional judío en los Estados Unidos, están mayoritariamente allí representados por los padres del baby boom y, en especial, por los abuelos de la generación anterior, y comprobarán su alarma.

Dentro de varias generaciones, quizás dos o tres, es posible que muy pocas personas en los Estados Unidos que no cumplan con alguna variante del judaísmo "observante" (tradicional u ortodoxo) podrán identificarse a sí mismos como "judíos". El Pew Research encontró que el 30% de los judíos americanos no tienen una afiliación o denominación religiosa definida, mientras que el 22% no tiene "ninguna religión". Antes de 1970, los matrimonios mixtos eran inferiores al 20% entre los judíos americanos de todas las denominaciones. Desde el año 2000, hay más del 72% de matrimonios mixtos entre los judíos no ortodoxos americanos. De manera adicional, y esto se sobreentiende, caen en picado la práctica del ritual religioso, las costumbres judías y la creencia en los hogares de matrimonios mixtos. Incluso el judaísmo como "cultura", que en la tierra de la libertad significa ahora mismo "poco más que una afinidad por los bagels, el sarcasmo y la justicia social", pronto será más común entre los no judíos que entre los judíos americanos, si ya no lo es. De costa a costa, la corriente principal de los judíos americanos criados en el amor por Israel y por un judaísmo de los valores progresistas se siente abatida y desesperadamente ansiosa de entender lo que está pasando.

Dov Waxman, un profesor de ciencias políticas, asuntos internacionales y estudios de Israel en la Universidad Northeastern ha escrito "Los problemas en la tribu", donde argumenta que el consenso a favor de Israel que una vez unió a los judíos americanos se está erosionando, y que Israel se está convirtiendo en una fuente de división en lugar de una fuente de unidad para la comunidad judía estadounidense.

Él cree que esta división refleja no sólo "los cambios en Israel y en el conflicto palestino-israelí (como a menudo sugieren los informes de los medios de comunicación)", sino también los "cambios más amplios en la comunidad judía estadounidense". Waxman dedica la parte más preponderante de "Los problemas en la tribu" a la idea de que el "establishment judío estadounidense" es responsable de impulsar a muchos judíos americanos, en particular a los jóvenes americanos, lejos de su patrimonio. En su crítica del establishment judío estadounidense, reincide en las criticas previas de Peter Beinart en su ensayo de 2010 en el New York Review of Books "El fracaso de la clase dirigente judía estadounidense", y su posterior libro de 2012 "La crisis del sionismo", donde imploraba a los judíos americanos para que aceptaran el "cambio de la anterior impotencia judía por el actual poder judío" y para que persuadieran a Israel de poner fin a la ocupación. (Curiosamente, Waxman evita citar los escritos de Beinart hasta al último capítulo. El hecho de que el diseño de la cubierta de su libro es una reminiscencia del de Beinart no facilita las cosas.)

Según Waxman, los gobiernos israelíes, básicamente desde finales de 1970, han sido moralmente díscolos y el establishment judío estadounidense les ha suministrado un "apoyo incondicional sin límites". al igual que una especie de animadora colegial que irreflexivamente jaleara al Estado judío con independencia del grado de nobleza con que jugara su equipo.

Para Waxman, Israel se "ha girado hacia posiciones cada vez más derechistas, más religiosas, más intolerantes, más desiguales, más agresivas y expansionistas, dejando de ser ese Israel del que los judíos americanos se habían enamorado". En el proceso, se ha mostrado un comportamiento cuasi-autoritario de figuras e instituciones eminentes del establishment judío estadounidense, las cuales  desde hace décadas "han excluido y rechazado" a los judíos americanos más críticos de Israel de la "tienda común". E inevitablemente, estas figuras e instituciones han hecho la vista gorda ante el anti-liberalismo de Israel, un anti-liberalismo que choca con ese "liberalismo que es fundamental para la identidad de (la mayoría) de los judíos americanos". Esta desconexión, proclama Waxman, "es sin duda, el verdadero fracaso de la clase dirigente judía estadounidense".

La larga definición de la clase dirigente judía americana propuesta por Waxman comprende "no solamente a las organizaciones de defensa más prominentes (AIPAC y la Conferencia de Presidentes), sino también a los llamados organismos de protección (como la ADL y el AJC), a organizaciones religiosas (como la Unión para la Reforma del Judaísmo, la Asamblea Rabínica, y el Consejo Rabínico de América), a organizaciones educativas (por ejemplo, la Hebrew Union College-Jewish Institute of Religion y el Jewish Theological Seminar), a organizaciones filantrópicas (como el American Jewish Joint Distribution Committee, B’nai B’rith, and Hadassah ), y las organizaciones de coordinación (la Federación judía de América del Norte y el Consejo judío de Asuntos públicos). También se podría incluir a federaciones locales, centros comunitarios judíos, sinagogas dentro de esta definición".

En otras palabras, las únicas instituciones judías en América que no forman parte son aquellas, limitadas en número y relativamente pequeñas en términos de miembros, que apoyan el BDS o el fin de la ocupación, o de ambas causas.

Es solamente al final de su obra que Waxman ofrece una razón adicional para la "amarga y polarizante división" sobre Israel entre los judíos americanos: las tendencias de la población.

Hay una "broma" que circula por la comunidad judía estadounidense que es demasiado indicativa de la realidad para ser considerada divertida. Pregunta: "¿Cuál es la diferencia entre Donald Trump y un judío liberal? Respuesta: Trump tendrá nietos judíos". Y es que la segunda hija del candidato republicano a la presidencia, Ivanka, se convirtió a la práctica del judaísmo ortodoxo, la religión de su marido. Ella se mantiene kosher y celebra el Shabat, dos mandamientos que, a pesar de ser indispensables para el judaísmo desde la llegada de la Torah, rara vez son respetados en su auténtico sentido tradicional por los judíos americanos no ortodoxos, y desde luego muy poco por los más progresistas.

En resumen, los judíos americanos no ortodoxos que, por el momento, constituyen el 90% de la comunidad judía estadounidense, son unos moderados defensores de Israel, cada vez se están asimilando más, celebran matrimonios mixtos y tienen pocos hijos. Los judíos ortodoxos, por el contrario, son decididamente defensores de Israel y están teniendo muchos niños. Waxman señala que los hogares ortodoxos de Nueva York han aumentado del 13% en 1981 al 32% en 2011. "En la propia ciudad de Nueva York, el epicentro de la comunidad judía estadounidense organizada", añade, "el 40% de la población judía es ahora ortodoxa. La mayoría de estos son en realidad ultra-ortodoxos judíos", El penúltimo párrafo del último capítulo del libro, que sigue inmediatamente estas estadísticas, vale la pena citarlo en extenso porque revela la verdadera intención de Waxman:
"Este potencial cambio demográfico podría tener importantes implicaciones políticas a largo plazo dentro de la comunidad judía norteamericana y con respecto a Israel. La política judía estadounidense se desplazará hacia la derecha cuando los judíos ortodoxos vayan superando gradualmente en número a los no ortodoxos. El futuro de la comunidad judía estadounidense será políticamente más conservador, más republicano, e incluso más a favor de Israel. 
La larga historia de amor del judío estadounidense por el liberalismo y el Partido Demócrata podría llegar a su fin, y el Partido Republicano finalmente será capaz de hacer lo que siempre ha buscado y en gran parte no conseguido durante los últimos tres decenios, llevar a los votantes judíos estadounidenses fuera de su apego histórico por los demócratas... 
La religiosidad cada vez mayor de la comunidad judía estadounidense también podría debilitar el futuro apoyo de los judíos americanos por el pluralismo religioso en Israel, por los derechos civiles árabes, por la convivencia árabe-judía, por la paz entre israelíes y palestinos y por una serie de otras causas actualmente muy populares entre los liberales y progresistas judíos no ortodoxos. (No hay nada inherentemente contradictorio entre el judaísmo y el apoyo a la paz, la tolerancia y los derechos humanos, pero en la práctica los judíos ortodoxos están mucho menos comprometidos con estas causas). 
La comunidad judía más importante e influyente en la diáspora podría transformarse lentamente de un bastión de los valores sociales progresistas y de la pluralidad religiosa judía a un reducto de la ultra-ortodoxia, reforzando de esta manera el poder creciente de los haredim en Israel".
Así pues, la misión de Waxman parece ser menos una exposición que una advertencia para una amplia franja de la comunidad judía estadounidense. El problema real resulta que "no es una comunidad judía estadounidense que se está separando de Israel, o inclusive el de un judaísmo no ortodoxo que como religión se está desvaneciendo, el auténtico problema es el futuro de una comunidad judía estadounidense predominantemente secular y liberal, con la que Waxman aparentemente se identifica con pasión, y que está en grave peligro".

Por lo tanto, parece que las voces auténticas por "la paz, la tolerancia y los derechos humanos" se enfrentan a la extinción. Esto en cuanto a "un relato matizado y equilibrado" que investiga "de la forma más objetiva posible". El "problema en la tribu" es, por lo tanto, que no existe ningún llamamiento a la reconciliación tribal y a la solidaridad. Se comprende pues que Waxman advierta en el prefacio que sus "propias ideas políticas sin duda intervienen, a veces" y que aconseje a la conclusión que sus "opiniones personales y prejuicios propios" dan forma a su análisis. Estas admisiones vienen como gestos y guiños profesionales, donde se asiente con la cabeza a sus colegas de la Torre de Marfil, reconociéndose como uno de ellos, en contraposición a unos gestos sinceros para una audiencia general.

En retrospectiva, los provocativos argumentos de Waxman parecen ser meros espantapájaros para atraer la atención. ¿Israel es tan significativo para la comunidad judía estadounidense? Waxman, en el primer capítulo, mantiene que "el apoyo a Israel sigue siendo importante dentro de la agenda política judía estadounidense". Sin embargo, en el mismo capítulo, también insiste en que "Israel no está en la parte superior de la lista de preocupaciones políticas de los judíos estadounidenses". Y no lo está ni de lejos. Fundamentalmente, está última postura es respaldada por una encuesta de la Public Religion Research Institute de 2012, donde se demostraba que Israel era el tema de votación "más importante" para solamente el 4% de los judíos estadounidenses. Un sondeo de J Street llevado a cabo en la misma época encontró que sólo el 10% de los judíos estadounidenses consideraban a Israel como una de sus principales prioridades para "emitir sus votos". Y cuando el seminal estudio del 2013 de Pew, "Un retrato de los judíos estadounidenses", preguntó, "¿Qué es esencial para ser judío?", la respuesta de "Preocuparse por Israel" quedado por detrás de "llevar una vida ética / moral, trabajar por la justicia / igualdad y ser intelectualmente curioso".

Conmovedoramente, apenas superó a "tener un gran sentido del humor".

¿Existe en realidad un "conflicto sobre Israel" dentro de la comunidad judía estadounidense, y mucho menos uno importante por "su intensidad y visibilidad"? Waxman dice que no. "Los judíos americanos, como un todo... no está tan polarizados en sus puntos de vista sobre el conflicto palestino-israelí como sugiere el debate público" reconoce finalmente en el cuarto capítulo, "La mayoría de judíos estadounidenses", aclara, "son centristas ambivalentes que quieren la paz y favorecen algunas concesiones territoriales israelíes, se preocupan por la seguridad de Israel y siguen mostrándose altamente sospechosos acerca de las verdaderas intenciones de los palestinos".

Entonces, ¿existe una desconexión entre la comunidad judía estadounidense y la llamada clase dirigente judía estadounidense sobre Israel? En el penúltimo capítulo, Waxman propone que "sólo una minoría de los judíos estadounidenses... es realmente crítico con las política del establishment judío estadounidense con respecto a Israel. La mayoría se muestran razonablemente satisfechos, o simplemente lo desconocen, o son apáticos". El tema demográfico que Waxman apunta al final del libro se une a otras reivindicaciones anteriores, como que el establishment representa a un cada vez más pequeño segmento de la comunidad judía estadounidense, y por lo tanto "no puede conducir a la comunidad judía estadounidense por más tiempo cuando su propio liderazgo es ampliamente contemplado como fuera de contacto y no representativo".

Todo esto dicho, la mayor transgresión de Waxman consiste en su fracaso a la hora de investigar a fondo las causas de disolución de la corriente principal de la comunidad judía estadounidense. En el último capítulo, Waxman afirma que la "disminución del 'pueblo judío' " se debe a muchas razones:
"una asimilación en el crisol de razas americano y un judaísmo estadounidense que se está convirtiendo en 'post-étnico', ya que muchos judíos han contraído matrimonios mixtos, al igual que lo son sus hijos frutos de esas parejas, por lo que todo el concepto de pueblo judío, en particular para los jóvenes judíos americanos más liberales, parece ser 'demasiado tribal y exclusivista, incluso racista' "
Pero ¿por qué los judíos se asimilan con tanto ardor a ese crisol de razas? ¿Por qué el judaísmo estadounidense se está convirtiendo en "post-étnico"? ¿Por qué tantos matrimonios mixtos y por qué sus hijos reproducen esos hábitos? ¿Cómo es posible que formar parte del pueblo judío se perciba cada vez más como "una opción demasiado tribal y exclusivista, incluso racista"?

Muchos judíos estadounidenses que dicen estar preocupados por estas tendencias han gastado muy poca energía para encontrar la manera en que se desarrollaron. Suena parecido a lo que comentó Daniel Patrick Moynihan, cuando dejó muy claro por qué el gobierno federal americano había permitido que el país desarrollara una deuda de billones de dólares: "En algún nivel, el Washington oficial no ha querido saber lo que pasó... Si usted no está preparado para hacer algo en serio, tal vez lo mejor sería no saber qué debería hacer".

Como tal, la gran omisión de Waxman en “Problemas en la tribu” supone una ilustración perfecta de esta miopía de larga duración de la misma comunidad que defiende. La extinción de la corriente principal de la comunidad judía estadounidense no se debe principalmente a presiones externas, sino a factores internos: "su judaísmo es marcadamente secular y son precisamente los judíos progresistas o liberales, la parte principal dentro de la comunidad judía estadounidense, la que se adhiere a ese judaísmo".

Los padres no ortodoxos educan a sus hijos en la noción de que "el amor no conoce límites" y que "el judaísmo es también o principalmente una cultura." ¿Por qué entonces se muestran aturdidos cuando sus hijos se casan con "Christopher" y/o "Christina"?

Los maestros judíos no ortodoxos introducen en las mentes de sus alumnos el concepto de que el judaísmo "personifica a una cultura universalista". ¿Por qué entonces se muestran sorprendidos cuando sus alumnos abandonan el judaísmo después de reconocer que es redundante?

Los rabinos no ortodoxos enseñan a sus congregantes que la Torah no está compuesta de edictos sagrados que buscan gratificar a Dios, sino más bien las "buenas obras" derivadas de la razón humana para alcanzar la "justicia pura y la igualdad". ¿Por qué entonces se muestran perplejos cuando sus congregantes comienzan a manifestarse contra el "estado de apartheid judío"?

El secularismo, especialmente cuando se combina con un poderoso espíritu progresista, revela ciertos tipos de comunidad. Eso no es una conjetura. Este es un hecho sociológico e histórico.

Waxman afirma además: "En los últimos decenios, las actividades, los recursos y las energías de las principales organizaciones judías estadounidenses se han vuelto más y más centradas en Israel" y esta preocupación ha causado que los judíos americanos más jóvenes abracen "nuevos vehículos de activismo y temas diferentes (sobre todo, la justicia social y el medio ambiente)".

Yo también he pasado una considerable cantidad de tiempo en una serie de templos y sinagogas en toda América, y puedo dar fe de que las actividades comunitarias y para niños y jóvenes ya no se centraban en Israel. Lejos de ello. El tema que domina es el del Tikkun Olam ( "reparar el mundo"), una frase extraída del Aleinu ( "es nuestro deber"), una oración tradicionalmente recitada diariamente por la mañana, tarde y noche, lo cual, durante el última medio siglo se ha ido equiparando entre los judíos americanos con la "justicia social".

Incluso en los sermones de Rosh Hashaná y Yom Kipur se suplica a los fieles "la compra de vehículos híbridos, se pide por ejemplo servicios o sanitarios neutros, sin género, y se solicita el control de las armas". Israel es un tema periférico. Mientras Waxman pone de relieve que el Tikkun Olam "se ha convertido en un eslogan", en algo retórico, deja de señalar la forma en que llegó a convertirse en un eslogan. También he asistido en los últimos tres años a la reunión anual de la American Jewish Committee, AIPAC y la ADL, e Israel juega un papel mucho más pequeño de lo que cabría imaginar. Y aunque Waxman da a entender que los judíos ortodoxos americanos, que "han mantenido durante mucho tiempo las opiniones más a la derecha y de línea dura dentro de la comunidad judía estadounidense", forman la columna vertebral de estas organizaciones del establishment, en realidad sólo vi a un puñado de yarmulkes entre los miles de asistentes.

La historia de la aparición y el ascenso del "judaísmo liberal" americano es demasiado larga de detallarla aquí. Ni que decir tiene, que tuvo éxito y ha tenido consecuencias. Pero lo que es más importante es que su deriva era fácil de adivinar, en forma de signos y proclamas, por ejemplo desde que surgió el primer desafío moderno al judaísmo observante. Moses Mendelssohn fue el pionero de la Haskalah, la "Ilustración judía", la que inspiró al Judaísmo de la Reforma en la Alemania del siglo XIX, y "cuatro de sus seis hijos se convirtieron al cristianismo a pesar de que él permaneció judío".

En la escena americana, Irving Kristol, el "padrino" del neoconservadurismo americano, dedicó gran parte de sus artículos en Commentary de 1947-1952 a reprender a la corriente principal del rabinato americano por su representación del "judaísmo poco más que como una doctrina de principios sociales (y sociables)". "Vamos a conseguir", exclamaba Kristol en una revisión de 1948 del libro de Milton Steinberg "Judaísmo básico", que "los rabinos afirmen que la Mishná y el Talmud garantizan el derecho de huelga, proporcionando de ese modo a las Santas Escrituras la satisfacción de haber allanado el camino para una Ley Nacional de Relaciones del Trabajo".

Pero ¿por qué el judaísmo se convierte en susceptible y afecto al liberalismo? Disidentes del judaísmo liberal han tendido a concentrarse en el proceso en el que "el cielo fue traído a la tierra". Con el auge de la razón humana y la exacerbación de la crisis espiritual provocada por el Holocausto,
"el Todopoderoso fue visto cada vez como menos todopoderoso y la Torah como cada vez menos divina. Emancipados de la amenaza del castigo desde arriba, Dios se convirtió gradualmente en un ser compasivo que sólo era capaz de recibir alabanzas y simpatía, mientras que la Torah se convirtió gradualmente en un libro de anécdotas y de ejemplos del que extraer lecciones que podrían ser convenientemente utilizadas para validar ambiciones y creencias personales".
Waxman y la comunidad que él busca defender están verdaderamente atrapados entre el Monte Sinaí y un lugar muy complicado. Están preocupados por su situación, una situación en la que ellos y sus valores están desapareciendo. Por desgracia, son sus valores los que crearon esa misma situación en la que ahora se encuentran. El programa para volver a integrar a la comunidad judía estadounidense, si es que realmente desean dirigirla en el futuro y así mantenerse a flote, implica la "reconstrucción de la identidad judía a través de una enseñanza primaria judía más robusta". En "La crisis del sionismo", Peter Beinart censuraba a los defensores pro-Israel por esperar que "los estudiantes judíos defiendan al Estado judío cuando no se les ha enseñado a cuidar al propio judaísmo". La periodista Caroline Glick daba en el blanco cuando en un reciente artículo en el Jerusalem Post comentaba que la educación judía debía incluir "diariamente la Torat Israel, el Am Israel y Eretz Israel (la ley de Israel, el pueblo de Israel y la tierra de Israel)".

Cuando se planteó en la idea de reintroducir el estudio de la Torah en las escuelas hebreas no ortodoxas del Judaísmo de la Reforma, la interacción textual con la Torah se limitó generalmente a ensayar la recitación oral de una sola "porción" de la Torah para las bar o bat mitzvah, provocando reacciones como las de una estudiante de historia de la Universidad de Sheffield, en Inglaterra, a la que recientemente le preguntó The Independent por qué estaba disminuyendo entre la generación del milenio la lectura de los clásicos de la literatura:
"Los estudiantes", opinaba ella, "podrían ser más propensos a leer lo que los académicos quieran que se lea en nuestros planes de estudio si estas lecturas no fueran en su mayoría de autores blancos, masculinos e indicativas de una sociedad y de una estructuras con las que estamos fundamentalmente en desacuerdo porque no trabajan para nosotros". 
Caroline Glick admitió que conseguir que la Torat Israel, Am Israel y Eretz Israel entren de nuevo en la conciencia de la corriente principal de la comunidad judía estadounidense será muy difícil "en una cultura donde la gente espera una gratificación instantánea y continua sin esfuerzo ni conocimiento". Pero ella añadió, "si los historia de los judíos americanos nos enseña algo, es que todas ellas son necesarias".

En efecto, los judíos alemanes de los siglos XVIII y XIX, después de una consideración de los costes potenciales, modificaron determinados aspectos del judaísmo con el propósito expreso de aculturarse en la Europa de la Ilustración. Los judíos americanos de los siglos XX y XXI desdeñaron muy fácil y cómodamente la mayoría de las creencias y costumbres que conformaban el judaísmo desde hace más de tres milenios, sin embargo parecen no poder entender por qué se está asimilando su existencia.

Karl Marx, un buen ejemplo de la asimilación y que descendía de un venerable línea de distinguidos rabinos alemanes, abrió "El Dieciocho Brumario de Luis Napoleón" afirmando que la historia se repite, "la primera vez como tragedia, la segunda como farsa". En su última hazaña dialéctica, la comunidad judía estadounidense está demostrando que, al igual que Marx con la mayoría de las cosas que dijo, se equivocaba todo tiempo.

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