La caída de la casa Haaretz: Pueden seguir sin nosotros - Asher Maoz - Israel Hayom
La gente del Haaretz no entienden cómo ha sucedido. Hasta ahora han estado aceptando, más o menos, que sus propios abonados les abandonaran diciéndose que el diario es un ejemplo de lucha por la justicia y por la conciencia, y aquellos que cancelan sus suscripciones son locos derechistas y gente poco ilustrada, por supuesto. A veces, sin embargo, la respuesta del diario es más infantil que condescendiente: "Cualquier persona que no lea el Haaretz no es digna de leer el Haaretz"
Pero ambas justificaciones son ahora más difíciles de formular cuando la periodista y autora Irit Linur, que era de su propia carne y sangre, una mujer de la izquierda que escribía una columna semanal en el suplemento de fin de semana Haaretz, ha cancelado su suscripción.
En una carta al editor del periódico, Amos Schocken, en la que explicaba por qué había decidido cancelar su suscripción, Linur escribía: "Después de leer el Haaretz durante décadas, he llegado a la conclusión de que usted y yo no vivimos en el mismo lugar. Un número cada vez mayor de artículos de su diario parecen propios de ese periodismo extranjero que trata a Israel como un lugar alejado y repulsivo. Y siento que el Estado de Israel, fundamentalmente, les da asco. Pero ese no es mi sentimiento. Yo no deseo estar suscrito a un diario que intenta por todos los medios que me avergüence de mi sionismo, de mi patriotismo y de mi inteligencia, tres cualidades que son las más valiosos para mí".
En respuesta, Schocken jugó a hacerse el inocente: "Resulta extraño para mí que alguien pueda decir que el Haaretz es un diario antisionista, cuando a mis ojos es un diario absolutamente sionista y siempre lo ha sido".
Schocken ya ha tenido alguna que otra oportunidad de defender el "sionismo" del Haaretz". El diario llevó a cabo una "conferencia de paz" en Nueva York en la que el presidente israelí, Reuven Rivlin, tomó parte. Los espectadores notaron que después del discurso de Rivlin la bandera israelí se retiraba de los escenarios. La explicación dada a las personas que preguntaron qué había pasado con la bandera, es que había sido retirada después de un ultimátum del negociador de la AP y miembro de la OLP, Saeb Erekat. La "respuesta sionista" de Shocken fue la siguiente: "¿Qué se puede hacer si la Oficina del Presidente pide que haya una bandera israelí en el escenario detrás de él y la oficina de Erekat ordena que una bandera de Israel se retirara cuando él hablara?".
La carta de Linur fue seguida de otro golpe al Haaretz, esta vez de una fuente inesperada: Jeffrey Goldberg, un veterano periodista estadounidense y un miembro prominente del sector liberal y progresista, a quien el columnista del Haaretz Gideon Levy califica de "liberal ilustrado que representa a la vanguardia intelectual liberal de los judíos americanos". Entonces, ¿qué es lo que provocó que Goldberg se pusiera en pie de guerra contra el Haaretz?
Resulta que la gota final de Goldberg fue un artículo publicado en la edición en inglés del Haaretz de dos historiadoras judías estadounidenses. Ambas mujeres estaban disgustadas con Israel y dijeron que nunca pondrían un pie en cualquier sinagoga americana que fuera favorable a Israel porque consideraban que Israel formaba "parte del colonialismo occidental", del cual la ONU era en parte culpable por permitir el establecimiento de un "estado racista". Las historiadoras entendían que los terroristas palestinos solamente se limitaban a expresar su ira y se mostraban en contra de aquellos que critican el movimiento BDS contra Israel.
Otra cosa que abrió los ojos a Goldberg fue un artículo de opinión de Gideon Levy titulado "Sí, Israel es un estado del mal", donde argumentaba que Israel es un estado gobernado por el "puro mal, un mal sádico. El mal por su propio bien". En respuesta a este artículo, Goldberg anunció que iba a cancelar su suscripción, comentando de paso que "cuando los neo-nazis te envían correos electrónicos con enlaces a artículos del Haaretz que declaran que Israel es el mal, hay que tomarse un descanso de leer el Haaretz".
Cuando fue criticado por hacerlo, Goldberg replicó: "Ya veo. Se permite y se aplaude la crítica a Israel, pero cuando se crítica al Haaretz, ya no es bien recibida". Goldberg añadía que nada daba derecho al Haaretz a promover el odio.
Goldberg señalaba que publica constantemente críticas a las políticas israelíes por la ocupación, los asentamientos, el tratamiento de las minorías y así sucesivamente. Y añadió que su polémico tweet sobre el Haaretz lo ocasionó el artículo de un escritor que se opone a la existencia de Israel.
Alguien como Levy no podía dejar pasar esto en silencio. Así que escribió una columna en la que sacó el arma definitiva: "Los Goldbergs soportan una pesada carga de culpabilidad, porque la ocupación continúa también a causa de ellos, esos que difunden la mentira de la democracia israelí y su sinsentido liberal".
Y para borrar cualquier ápice de duda, Levy fue rápido en explicar que Israel es "uno de los regímenes más brutales y tiránicos que existen en la actualidad".
El crimen de Goldberg fue incluso mayor que el de Linur. Shocken al menos lamentó que Linur cancelara su suscripción, pero Levy fue menos indulgente: "Haaretz sobrevivirá sin los Goldberg", decretó.
Los ecos del escándalo Goldberg no se habían apagado cuando el diario tuvo que comenzar a encajar más golpes, esta vez desde el propio hogar. Uzi Baram, un notable activista de la izquierda que también escribe una columna regular para el Haaretz, criticó duramente el hecho de que Levy apareciera como el portavoz del diario. Baram destacó la caída en el número de lectores del Haaretz y señaló que "el diario no sólo estaba perdiendo lectores de la derecha, sino entre aquellos que se identifican como parte de la izquierda. Gideon Levy y otros como él en la Haaretz creen que Israel es un país cuya fundación fue un delito y que ese crimen continúa. Pero los lectores del Haaretz no quieren un periódico que se avergüenza de su sionismo y que cree que sin un boicot desde el extranjero, Israel no tendrá ninguna posibilidad de cambiar sus políticas".
Esta vez, el golpe resultó insoportable. ¿Cómo el Haaretz podía soportar ese tipo de críticas de uno de los suyos? O como le regañó el editorialista del diario Uri Misgav: "No fue un acto particularmente educado por parte de una persona (Uzi Baram) que tuvo el privilegio de tener una plataforma regular en este diario que ahora está difamando".
Misgav, a continuación, pasó a reprender a Baram diciendo que "el Haaretz es un diario privado", y como tal no está obligado "a cumplir las normas que Uzi Baram o Jeffrey Goldberg establecen con respecto al sionismo o el izquierdismo".
Y Schocken, una vez más, sintió la necesidad de dar una lección a un hijo rebelde, diciendo que las opiniones de Baram representan un "fracaso espiritual para una importante figura de la izquierda".
El editor del Haaretz estaba principalmente enojado por la afirmación de Baram de que la base de suscriptores del periódico era cada vez menor (solamente un 4% de todo el mercado nacional). Schocken mencionó una cifra que haría felices al Israel Hayom o al Yedioth Ahronoth. Incluso si la cifra de Schocken fuera correcta, es engañosa, ya que comprende no sólo a los suscriptores de la prensa diaria, sino también aquellos que se suscriben solamente para la edición de fin de semana y los suscriptores de la página web. No es de extrañar que Schocken sea tan cuidadoso acerca de citar el número específico de abonados del diario.
Un consejo para Schocken, Levy y Misgav: En lugar de quejarse de que su suelo es cada vez más resbaladizo, harían mejor dedicando un momento a mirarse en el espejo.
Labels: Haaretz
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