Wednesday, October 12, 2016

El fantasma de Jabotinsky y el futuro de Israel - Jeffrey Veidlinger - Marginalia Review



No hay duda de que Vladimir Jabotinsky, el fundador del Movimiento Sionista Revisionista, fue uno de los pensadores y activistas más controvertidos entre los fundadores del Estado de Israel. Algunos lo ven como un proto-fascista, cuyo extremismo y egoísmo exento de compromiso militante complicó los principales intentos sionistas para negociar la estatalidad. Otros lo consideran en términos casi míticos como un profeta que utilizó sus dotes de oratoria para advertirnos sobre el Holocausto, antes incluso de que Hitler lo concibiera y lo pusiera en marcha. Cuando Benjamin Netanyahu se presentó ante el Congreso para advertir de la amenaza de un Irán nuclear, ustedes pueden apostar que él se imaginaba a sí mismo como un Jabotinsky de los últimos días. La victoria del Likud de Netanyahu en las últimas eleccones en Israel vuelven a Jabotinsky más relevante que nunca.

En uno de los "dolores del parto" del Estado de Israel, el primer ministro David Ben-Gurion ordenó a las Fuerzas de Defensa de Israel disparar contra un barco que llevaba armas destinadas al Irgun, una fuerza paramilitar sionista rival liderada por el protegido de Jabotinsky, Menahem Begin. El hecho de que el ejército judío disparara contra otros judíos era un anatema para muchos, pero el episodio envió el poderoso mensaje de que el Estado estaba dispuesto a afirmar su monopolio del uso de la fuerza, y que ​​no estaba dispuesto a tolerar organizaciones paramilitares dentro de él. Muy revelador, el nombre del barco era Altalena, uno de los seudónimos de Jabotinsky. Después del establecimiento del Estado, el gobierno laborista de Ben-Gurion ganó varias veces las elecciones y marginó a la derecha militante, y no fue hasta que Ben-Gurion dimitió de su cargo en 1963, cuando su sucesor Levi Eshkol fue capaz de llevar los restos de Jabotinsky a Israel para enterrarlos en Jerusalén en el monte Herzl.

Pero con el auge de los protegidos de Jabotinsky - Begin, Isaac Shamir y ahora Benjamin Netanyahu, cuyo padre Ben-Zion Netanyahu fue un ayudante de Jabotinsky -, la imagen oficial de Jabotinsky ha sido rehabilitada. Si bien existen un montón de escritos partidistas sobre Jabotinsky (incluyendo las dos biografías anteriores de él escritas por Joseph Schechtman y Shmuel Katz), existen menos trabajos académicos o biografías académicas. La contribución de Hillel Halkin a la galardonada serie de "Vidas judías" de la Yale University Press, no representa la exhaustiva biografía intelectual que hemos estado esperando, ni tampoco es un análisis innovador del pensamiento y acciones de Jabotinsky. Más bien, se trata de un libro bien escrito, un apasionado estudio de la vida y las contribuciones al sionismo político desde la perspectiva de un admirador de Jabotinsky que, y en gran parte lo logra, quiere dar vida a esta figura polifacética y divisiva.

La parte más exitosa de la obra de Halkin la logra al describir a Jabotinsky en su momento políticamente más activo. Ese período comenzó durante la Primera Guerra Mundial, cuando Jabotinsky hizo campaña para el establecimiento de una Legión judía que ayudara a los británicos en la conquista de Palestina a los otomanos durante la Primera Guerra Mundial. Los británicos aceptaron solamente a un Cuerpo de Sión de mulas, el cual apoyó la campaña británica en Gallipoli. Los capítulos de Halkin sobre el período de entreguerras, cuando Jabotinsky tuvo sus polémicas más agudas con la corriente principal del liderazgo sionista, y finalmente estableció un movimiento sionista rival conocido como Revisionista, son muy destacables. Esta etapa de la actividad de Jabotinsky comenzó en serio en 1923, año en que fue autor de su manifiesto "El Muro de Hierro", en el que sostenía resistir frente a cualquier negociación con los residentes árabes de Palestina hasta que se obtuviera una mayoría judía. En esos momentos, se comenzó a establecer a grupos de jóvenes militantes que seguían el modelo de las fraternidades centroeuropeas de duelistas, y que en 1927 desembocó en el movimiento juvenil sionista Betar. En Palestina, Jabotinsky aceptó dirigir la redacción del tabloide de Jerusalén Do'ar ha'Yom, que sirvió como portavoz de su ardiente retórica. Cuando una manifestación del Betar en el Muro Occidental fue seguida de revueltas árabes en las que murieron 133 judíos, el diario ya izquierdista Haaretz acusó al Do'ar ha'Yom de provocar la violencia con su manifestación. Los británicos, antes que enfrentarse a los árabes, prefirieron estar de acuerdo y desterraron a Jabotinsky de Palestina. Halkin señala que su exilio fue conveniente, ya que para el líder sionista era mejor una vida entre los literatos de Europa y de América que el duro trabajo de construcción del Estado de Palestina. Ahora ya podía reclamar el esfuerzo militante desde la seguridad de los cafés parisinos.

Con el ascenso del nazismo, Jabotinsky se volvió más convencido de que su negro pronóstico sobre el futuro de los judíos europeos se estaba configurando. Desde el principio estuvo convencido de que los camisas pardas nazis no eran una moda pasajera. Las elecciones de 1933 al Congreso Sionista sirvieron como punto de inflexión para su movimiento revisionista. Durante el ciclo electoral, Jabotinsky acusó a la corriente principal del liderazgo sionista de hacer demasiadas concesiones a los británicos sin obtener las ganancias adecuadas. Algunos dentro de su partido Revisionista trataron de abandonar el Congreso definitivamente, pero Jabotinsky prefirió quedarse y contemplar lo que los revisionistas podían hacer en las elecciones. Con el fin de salirse con la suya, llevó a cabo un golpe de timón dentro de su propio partido, sin ayuda de nadie que desestimara al comité ejecutivo, y se declaró a sí mismo como líder, una medida que sus oponentes estuvieron muy dispuestos a equiparar con las acciones adoptadas por el Führer alemán por esa misma época. Durante el ciclo electoral, Ben-Gurion y Jabotinsky intercambiaron agresivos ataques que comparados con los que ocurren en la actualidad en Israel hacen parecer a estos últimos como muy suaves. Ben-Gurion tildó de una manera muy conocida a Jabotinsky de "Vladimir Hitler", mientras Jabotinsky acusó a sus opositores de ser "lacayos de Moscú". Cuando el líder sindical Haim Arlozorov fue asesinado en Tel Aviv el 16 de junio de 1933, las autoridades y la opinión pública mayoritaria culparon a militantes del Betar, y las posibilidades electorales de Jabotinsky se arruinaron.

Amargado por su derrota electoral y viéndose incapaz de renegociar una posición en la mesa por sí mismos, Jabotinsky y sus revisionistas abandonaron el Congreso Sionista y en 1935 formaron su propia Nueva Organización Sionista (NZO). El NZO era maximalista en sus demandas, tratando de conseguir una evacuación de los judíos de Europa de manera inmediata. Finalmente, el NZO fue capaz de reclamar su propio ejército cuando el Irgún se puso a las órdenes de Jabotinsky en 1936. Jabotinsky, que se sintió tambalear por el desprendimiento de Transjordania del mandato por La Liga de las Naciones, rechazó la propuesta resultante de la Comisión Peel para la futura partición de Palestina (que representaba a un 10% del actual Israel), poniéndose en desacuerdo con Chaim Weizmann, el Presidente de la Organización Sionista Mundial. Su rechazo, sin embargo, no tenía nada que ver con la negativa a renunciar a la Judea y Samaria bíblica, pues como el Likud hoy en día, se basó en argumentos maximalistas sobre el lenguaje de la seguridad.

Cuando el fracaso final del plan Peel degeneró en violencia y en otra revuelta árabe, los extremistas judíos respondieron con terror al terror árabe inicial. Jabotinsky, desde su exilio europeo, jugó un doble juego, enviaba su aprobación codificada a los activistas judíos, mientras emitía declaraciones públicas condenándolos. A medida que la situación de los judíos de Europa se hizo más desesperada hacia 1939, con la inmigración a Palestina básicamente limitada por el Libro Blanco británico y la Alemania nazi ganando terreno, Jabotinsky buscó acuerdos con Polonia para permitir el establecimiento en suelo polaco de campos militares de entrenamiento sionistas, mientras él ayudaba a coordinar la inmigración ilegal judía a Palestina. Pero murió en Catskills en 1940.

Partes de la narrativa de Halkin permiten al lector vislumbrar la complicada personalidad de Jabotinsky. Por ejemplo, después de que Ben-Gurion y Jabotinsky se reunieran en Londres en 1934 en la habitación de hotel de Pinjas Rutenberg para discutir un posible compromiso político, intercambiaron una serie de cartas, un extraño final sentimental y admirativo de una campaña política bastante desagradable. Pero en última instancia, Halkin hace poco para revelar las motivaciones interiores, la psicología y la filosofía de Jabotinsky.

Jabotinsky, como Michael Stanisla nos recordó en su libro de 2001 "El sionismo y el Fin de Siglo", fue un escritor cosmopolita ruso nacido en Odessa, Crimea, antes de convertirse en un político sionista, con sus poemas, folletines, obras de teatro y novelas, y sus interesantes observaciones acerca sobre la Rusia revolucionaria y el posterior desarrollo del mundo imperial. Los capítulos de Halkin sobre los primeros tiempos de Jabotinsky como un hombre de letras palidecen en comparación con la intensidad con la que representa la lucha interna sionista en el período de entreguerras. Ciertamente Jabotinsky admiraba a Theodor Herzl - otro periodista que se reinventó como un activista sionista -, un tema que Halkin recuerda en varias ocasiones, pero la conexión con Herzl está sobrevalorada y diseñada por los admiradores de Jabotinsky para situarle como el sucesor de Herzl. Aprendemos poco acerca de sus otras influencias tempranas, sobre cómo Jabotinsky encajaba con los literatos de Odessa, o acerca de cómo sus experiencias sobre el declive del Imperio ruso influyeron en su pensamiento sionista. Estas son cuestiones sobre las que Jabotinsky tenía mucho que decir. En un artículo que continuaba el "El Muro de Hierro", Jabotinsky reconocía que sus puntos de vista sobre Palestina se derivaron de sus observaciones del movimiento de independencia de Ucrania durante la Guerra Civil Rusa, y que su propio apoyo a ese movimiento enfureció a muchos de sus partidarios que culparon a los dirigentes ucranianos por los pogromos de la época. El análisis de Halkin de las dos obras de ficción más famosas de Jabotinsk, Samson Nazareo (1926) y Los Cinco (1935), también son irregulares y se centran principalmente en lo que revelan sobre la filosofía política del autor, en lugar de Jabotinsky como persona. Por último, Halkin elude la discusión del desdén de Jabotinsky por la religión, un rasgo que sigue haciendo de él un héroe incómodo para la moderna derecha israelí.

En su epílogo, Halkin imagina una conversación con el fantasma de Jabotinsky sobre el futuro del actual Israel. Sólo en esta sección Jabotinsky vacila y se equivoca: "El mejor acuerdo posible para el pueblo judío era todo lo que deseaba", se imagina Halkin que declararía Jabotinsky. Pero Jabotinsky fue muy claro en lo que quería para el Estado judío: una mayoría judía respaldada por un fuerte poderío militar. Si hubiera vivido para verlo, él habría estado orgulloso de lo que Ben-Gurion logró y, quién sabe, tal vez incluso habría admirado el ataque de su antiguo rival al barco nombrado en su honor.

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