Friday, December 23, 2016

Muy bueno: El miembro árabe de la Knesset y el terrorista - Liel Leibovitz - Tablet



El lunes 6 de agosto de 1984 comenzó bien para Moshe Tamam. El joven cabo llevaba solamente un año y dos meses en las Fuerzas de Defensa de Israel, pero estaba en pleno apogeo, aprendiendo de todo, desde la forma de desmontar unos dispositivos explosivos al arte de conducir camiones de gran tamaño. Más importante para él, había conocido a una joven y estaba disfrutando de los primeros días de cortejo: Cuando el ejército le concedió un corto permiso no perdió el tiempo en viajar hasta Tiberíades para ver a su novia. Esa noche hizo autostop de regreso a casa, y debió sentirse aliviado al ver como un Ford Cortina le recogía. Entró, el coche arrancó y unos pocos minutos pasaron sin incidentes. Entonces, los dos jóvenes sentados en la parte trasera, Ibrahim Abu Nayef Mukh, de 26 y Ruchdi Hamdan Abu Mukh, de 24, sacaron las pistolas y apuntaron a la cabeza de Tamam. Lo ataron y le cubrieron los ojos con un trapo.

El coche se precipitó por la carretera hacia la casa de Nayef, en la ciudad árabe israelí de Baqa al-Gharbiye. Durante dos días, otros dos secuestradores - Ibrahim Razek Badsa, de 26, y Walid Daka, de 25 -, también de Baqa, trataron de elaborar un plan para llevar a Tamam al otro lado de la frontera con Siria y entregarlo a sus comandantes en el Frente Popular para la Liberación de Palestina. Como resultaba demasiado complicado, decidieron que Tamam tenía que morir. Lo torturaron primero, y cuando eso se volvió aburrido lo metieron de nuevo en el coche y se dirigieron a un olivar cercano. Razek sacó su pistola y apretó el gatillo. La bala rozó la frente de Tamam. El soldado cayó al suelo, sangrando. Razek se acercó a él y le disparó de nuevo, esta vez a corta distancia. La bala atravesó el pecho de Tamam, le perforó el pulmón y el corazón, y salió por la espalda, justo debajo de su omóplato izquierdo. Murió en el acto. Los cuatro terroristas huyeron del lugar. Fueron detenidos dos años más tarde y condenados a cadena perpetua.

El juicio se convirtió en un frenesí. Meir Kahane, el iracundo rabino, pronunció un discurso que capturó el sentimiento de muchos: El asesinato, señaló, no fue perpetrado por agentes extranjeros, sino por ciudadanos del estado, por jóvenes que fueron educados en las escuelas israelíes, votaron en las elecciones israelíes y se beneficiaron de la robusta red de seguridad social del estado. "El coche", dijo con su tóxica ironía, "fue conducido por árabes. No eran malos árabes. Eran buenos árabes, árabes israelíes, ciudadanos del estado. Dejemos que cada judío escuche y recuerde siempre lo que le hicieron a ese soldado en Baqa. Si los soldados judíos temen hacer autostop en el estado judío", continuó Kahane, "todo el proyecto sionista sería una broma. Después de 2.000 años, ¿hemos regresado a casa para tener temor?"

Otras figuras públicas fueron más delicadas. Entre las más resonantes que se levantaron para predicar la paz y la reconciliación estuvo Basel Ghattas, un joven activista que fue subiendo rápidamente dentro del Partido Comunista de Israel. Junto con su primo Azmi Bishara, ayudó a organizar a los estudiantes árabes en las escuelas y universidades en la creencia de que esa importante minoría de Israel sólo podría prosperar si se organizaba y se hacia cargo de sus propias instituciones comunales y exigía igualdad y respeto. El Partido Comunista, el actor más político más relevante entre los árabes israelíes, era la elección natural para un joven ambicioso como Ghattas, pero su línea pro-soviética era cada vez más rígida y desagradable para un joven emprendedor. En sus apariciones públicas, Ghattas dijo creer en la dignidad para todos, no en un poder centralizado y depredador que se eleva sobre unos y otros oprimidos.

Ghattas acabó dejando el partido y puso una considerable energía en una nueva organización: Brit Ha'Shivyon, la Alianza de Igualdad, un movimiento radical de judíos y árabes que fue el primero en exigir a Israel que dejara de ser un Estado judío, y que en su lugar se transformara en una democracia para todos sus hijos e hijas, independientemente de su fe. Fue un llamamiento radical, uno que bastantes árabes israelíes y la enorme mayoría de los judíos de Israel todavía rechazan, y cuando el movimiento se apagó, se esperaba que Ghattas siguiera los pasos de su primo Bishara, que mientras se había convertido en un destacado político, promoviéndose como candidato. Sin embargo, la política siempre había golpeado a Ghattas. De hecho, completó un doctorado en ingeniería ambiental en el Technion y se embarcó en una cadena de empresas que buscaban proporcionar a los árabes israelíes mejores oportunidades. En 2007, por ejemplo, lanzó Malkom, la primera revista financiera en idioma árabe de Israel, un proyecto que pronto atrajo el apoyo y el elogio de muchos de los líderes de negocios de Israel.

Ese mismo año, Azmi Bishara entró en la embajada de Israel en El Cairo y renunció a la Knesset. Ese respetado legislador había sido descubierto suministrando información a Hezbolá, una organización terrorista y uno de los enemigos más mortíferos de Israel. La información que transmitió tenía que ver con las ubicaciones estratégicas más óptimas para atacarlas con misiles de largo alcance. Bajo investigación, Bishara huyó a Egipto y desde allí a Qatar, donde todavía reside.

La traición de Bishara reabrió viejas heridas. Como demostró una encuesta realizada unos años más tarde por un conocido sociólogo de la Universidad de Haifa, las relaciones entre los judíos y los árabes israelíes parecían estar precipitándose hacia el abismo. Ambos grupos todavía expresaban un fuerte compromiso con los principios de la democracia y con la reparación legal de las quejas, pero el 66% de los árabes respondía que Israel no tenía derecho a existir como Estado judío y casi el 38% decía que el Holocausto nunca había ocurrido, mientras el 32,6% de los judíos pensaba que a los árabes no se les debía permitir votar.

En este contexto, estaba claro que había llegado el momento de una realineación, y los partidos políticos árabes más notoriamente anti-Israel decidieron unirse en una gran carpa llamada la Lista Árabe Conjunta, dirigido por el joven y carismático abogado Ayman Odeh. Sus discursos recibieron una amplia cobertura en Israel y en el extranjero, Odeh utilizó muchas de las mismas palabras que Ghattas décadas antes. Su partido, dijo en repetidas ocasiones, estaba aquí para hablar no sólo de los árabes israelíes, sino también de los judíos que emigraron a Israel desde los países árabes y cuya cultura e identidad (mizrahim) se consideraba indigna por la hegemonía asquenazi en el Estado judío.

"Nosotros representamos a aquellos que son invisibles en este país, y les vamos a dar una voz. También traemos un mensaje de esperanza a todas las personas, no sólo para los árabes sino también para los judíos". Ghattas se unió a Odeh como miembro de la Knesset, ya que fue elegido en 2013 con su pequeño partido Balad, pero en 2015, cuando la Lista Árabe Conjunta triunfó electoralmente, Ghattas se convirtió en un prominente legislador que representaba lo que ahora es el tercer mayor partido político de Israel.

La semana pasada, Ghattas viajó a una prisión de máxima seguridad en el sur de Israel. Estaba allí para visitar a Walid Daka, el autor intelectual del asesinato de Moshe Tamam. En las tres décadas desde su detención, Daka ha trabajado duro para remodelarse a sí mismo como un mártir de la causa palestina. Se ha retractado de su confesión del brutal asesinato del soldado y proclama su creencia en la paz. Una obra basada en sus escritos ha sido recientemente puesta en escena por un teatro árabe-israelí, lo que generó cierta controversia, y un mural sobre él adorna la esquina de una calle en su ciudad natal de Baqa. Una vídeo vigilancia de la visita de Ghattas en la prisión mostró como el miembro de la Knesset entregaba a los terroristas cuatro sobres. Los detectives trataron de preguntar por ellos a Ghattas tras salir de la prisión, pero él invocó su inmunidad parlamentaria y se dio a la fuga. Una búsqueda en la celda de Daka, sin embargo, reveló que los sobres contenían 12 teléfonos móviles, 16 tarjetas SIM, dos cargadores, un auricular, y notas, cuyo contenido todavía es poco claro.

Bajo presión, Ghattas accedió a renunciar a su inmunidad y someterse a una verificación. Sus compañeros legisladores judíos reaccionaron con dureza, exigiendo que todos los miembros de la Knesset sean registrados antes de entrar en el edificio no sea que algunos deciden hacerlo estallar. Algunos expertos israelíes están diciendo que Ghattas es un fiel representante de su comunidad, una comunidad que es crecientemente hostil al Estado y que cada vez demuestra más apoyo por sus enemigos. Otros afirmaron que Ghattas, como Bishara antes que él, estaba haciendo un flaco favor a sus votantes por traicionar el deseo de la mayoría de los árabes israelíes de una convivencia pacífica.

No importa lo que revele la investigación sobre Ghattas, ambas partes es probable que continúen cavando más profundamente sus respectivas posiciones, afirmando que la vida conjunta de dos pueblos en el estado judío es, o bien un imperativo, o bien una imposibilidad. Es un antiguo debate, y continúa con cada nueva angustia y traición, haciendo al siguiente capítulo más sombrío que el anterior.

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