Sunday, February 19, 2017

El informe sobre la guerra de Gaza eludirá la cuestión principal: ¿Israel puede derrotar a Hamás y/o Hezbolá? - Amos Harel - Haaretz



Se espera que el informe del interventor del estado Joseph Shapira sobre los fracasos del gobierno durante la guerra de Gaza de 2014 sea liberado (y no la promesa de hacerlo) al final de este mes, una vez que el primer ministro Benjamin Netanyahu termine su última ronda de viajes.

El informe debería poseer sin lugar a dudas un gran interés sobre tres aspectos principales del conflicto: el defectuoso funcionamiento del gabinete de seguridad durante los combates, la falta de preparación de funcionarios y militares de defensa con relación a los túneles de Gaza de Hamas, y las lagunas de la inteligencia con respecto a la amenaza global desde la Franja.

Muchos borradores del informe ya han sido provistos a los funcionarios mencionados en el documento, seguidos de filtraciones ante los medios de comunicación. En el aspecto político, el informe proporcionará más municiones para la batalla interna dentro de la derecha entre el Likud y Habait Hayehudi (Hogar Judío), dada la posibilidad de que la coalición de gobierno pudiera colapsar debido a las investigaciones de la policía sobre las sospechas de corrupción con respecto a Netanyahu.

Sin embargo, el informe no discutirá, y Shapira nunca tuvo la intención de que se discutiera, la cuestión central que debería interesar a los israelíes: si se espera más conflictos en el futuro con grupos extremistas disparando cohetes contra los civiles israelíes de sus propias zonas civiles, y si Israel puede poner fin a un conflicto de este tipo en beneficio propio.

Para sus propios fines políticos, el ministro de Defensa Avigdor Lieberman y el ministro de Educación Naftali Bennett, están haciendo hincapié en sus demandas de que la próxima campaña béñoca debe conllevar una victoria decisiva sobre Hamas y Hezbolá. Pero es mejor reconocer la realidad sin ser dirigidos por ese tipo de conclusiones, e inclusive no hablar de lo que constituye una victoria decisiva sobre unas organizaciones militares que no constituyen un país. Y es que la realidad es la siguiente: desde hace más de una década (y algunos dicen muchas décadas), las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) no han sido capaces de poner fin a una operación de este tipo con una victoria clara y decisiva.

La segunda Intifada terminó en algún lugar del verano de 2005 con Israel bloqueando la campaña de atentados suicidas dirigidas por Hamas, Fatah y la Yihad Islámica. Esta batalla costó muy cara a los israelíes -  más de 1.000 israelíes asesinados - y amplió la división política sobre el futuro de Cisjordania y la Franja de Gaza. También llevó al entonces primer ministro Ariel Sharon a evacuar, bajo la presión internacional y los ataques terroristas, todos los asentamientos en Gaza y unos pocos en el norte de Cisjordania.

Al mismo tiempo, el éxito en la lucha contra el terrorismo palestino ayudó al IDF a convencerse de que estaba bien preparado para el próximo conflicto. Cuando éste llegó justo un año más tarde, en el verano de 2006 en el Líbano, esta suposición resultó errónea. A pesar de los graves daños causados ​​por el IDF a Hezbolá, tuvo dificultades para llevar a cabo sus previstas maniobras terrestres en el sur del Líbano y para anular el lanzamiento de cohetes Katyusha durante la guerra.

Dos años y medio después, con un nuevo jefe de estado mayor y mejores portavoces (pero aún con Ehud Olmert como primer ministro), el ejército israelí emprendió la Operación Plomo Fundido en Gaza, la primera de las tres operaciones en la Franja. También en este caso Hamás sufrió un duro golpe, pero las maniobras terrestres de Israel siguieron siendo muy limitadas, y la expectativa principal de los comandantes fue mantener un bajo número de víctimas entre los soldados y civiles israelíes.

La operación fue vendida al público como un éxito, como una corrección completa de los errores detectados durante la Segunda Guerra del Líbano. En la práctica, a pesar de que el IDF había comenzado a entrenarse nuevamente con rigor y se preparó para la batalla de una manera organizada, nunca se enfrentó a un juicio real en Gaza.

En noviembre de 2012, con Netanyahu como primer ministro y Ehud Barak como ministro de Defensa, a Israel le bastó con una campaña aérea de una semana de duración sobre Gaza, la Operación Pilar de Defensa, y no hubo una ofensiva terrestre.

Una vez más, a pesar de que Hamas encajó algunos poderosos golpes - el asesinato de su jefe militar, Ahmed Jabari y la destrucción de la mayor parte de sus cohetes Fajr de fabricación iraní - la campaña estuvo lejos de ser una derrota en lo que se refiere a Hamas. Con la mediación de Egipto, el acuerdo alcanzado por Israel tuvo como resultado el estrechamiento del corredor de seguridad en la frontera con Gaza de 500 a 100 metros, haciendo que fuera mucho más difícil para el IDF identificar la excavación de túneles de ataque de Hamas contra Israel.

Este fue un acontecimiento que Hamas explotó fuertemente durante la guerra de Gaza de 2014. Aquí también los resultados fueron ambivalentes, por decir algo. Hamas no logró ninguno de sus objetivos, como el levantamiento del bloqueo de Gaza o la construcción de un puerto, pero Israel luchó contra Hamas durante 51 días y no destruyó sus formaciones de cohetes. Y el daño al proyecto palestino de túneles de ataque fue solamente temporal. La Operación Escudo Protector, similar a sus dos predecesoras, terminó en un empate sombrío.

El Estado Mayor conoce todo esto muy bien. En una reunión encabezada por el entonces jefe del Estado Mayor Benny Gantz, inmediatamente después de la guerra de Gaza de 2014, una serie de generales criticaron severamente el funcionamiento del IDF durante la guerra. Otros que tenían pensamientos similares se mantuvieron en silencio.

Una investigación de la fuerza aérea durante la guerra admitió dificultades en la supresión de la amenaza de los cohetes. Y una investigación separada más importante sobre el asunto de los túneles señaló graves omisiones en el manejo de ese tema en los últimos años por parte del IDF.

En cuanto a los túneles, parece que el IDF ha tomado acciones que mejoran un tanto la preparación de Israel. La primera es una barrera tecnológica contra los túneles en la frontera de Gaza. La eficacia de este esfuerzo aún no ha sido probada. El IDF también ha desarrollado una metodología para la lucha contra esa amenaza. También ha entrenada a las unidades pertinentes y ha triplicado el tamaño de la unidad de ingeniería de combate Yahalom, la cual dirige las operaciones contra los túneles.

En comparación, la situación relativa con respecto a los ataques con cohetes no es nada alentadora. El problema principal se refiere a la posibilidad de una guerra inesperada con Hezbolá en el norte. Según estimaciones recientes, el arsenal de cohetes y misiles de Hezbolá es de 80.000, lo que sería un reto para las baterías de interceptación del IDF.

Al final del año pasado, el sistema Honda de David entró en servicio como una capa de medio alcance contra cohetes y misiles, entre la Cúpula de Hierro y el sistema Arrow. Aun así, la respuesta defensiva no es completa. Es razonable suponer que Israel tiene un menor número de misiles interceptores que cohetes Hezbolá, y el alto costo de los misiles significa que no pueden ser producidos en cantidades ilimitadas.

Los funcionarios de Defensa deberán realizar una estricta gestión del inventario con el fin de manejar un ataque de choque de Hezbolá, que presumiblemente incluiría el lanzamiento de más de 1.000 misiles y cohetes diarios contra el frente interno israelí durante una guerra. El golpe de apertura sería probablemente incluso más duro.

Israel ha desarrollado una defensa impresionante frente a la amenaza de cohetes de Gaza: las baterías de la Cúpula de Hierro lograron una tasa de éxito del 90% en la guerra de Gaza de 2014. Pero el desafío del Líbano es mucho mayor y no se puede comparar al de Gaza.

Una guerra con Hezbolá cosecharía un gran número de víctimas y dañaría gravemente la infraestructura en el norte y centro del país, aunque el daño causado a Hezbolá y Líbano siempre sería mucho mayor. En tales circunstancias, el público pondría una gran presión sobre el gobierno y el ejército para que utilizara una fuerza desproporcionada contra Hezbolá.

Tal situación, sin embargo, sufriría el efecto secundario de la crítica internacional como sucedió con el Informe Goldstone después de la guerra de Gaza de 2008-09. Y esto podría dar lugar también a tensiones con Rusia, que al menos por ahora ve a Hezbolá como parte de su alianza en apoyo del régimen de Assad en Siria.

Hezbolá, y en menor medida Hamas, ha encontrado una solución que deja de lado la ventaja de Israel en potencia de fuego de precisión, en tecnología y en inteligencia: su capacidad expandida para golpear el frente interno israelí.

Israel tiene sus propias soluciones teóricas, como la llamada Doctrina Dahiya, desarrollada por el actual jefe del Estado Mayor Gadi Eisenkot en 2008, cuando encabezó el Comando Norte. Esta doctrina, el nombre de la fortaleza de una vecindad de Hezbolá en el sur de Beirut, significa la destrucción generalizada de la infraestructura de Hezbolá, y también del Estado libanés.

No está claro qué enfoque adoptaría el gobierno de Israel cuando llegara el momento y la forma en que se llevaría a cabo en la práctica. El lado positivo es que el equilibrio estratégico permite que cada parte sea consciente del daño que la otra parte podría causarle, lo que puede ayudar a evitar la próxima guerra.

La conciencia de Israel de que podría verse envuelto en el pantano libanés ha contenido los impulsos aventureros de los políticos. Se ha dejado una guerra con Hezbolá como una opción de último recurso.

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