Sunday, July 09, 2017

Gratitud, Democracia y Muro Occidental - Evelyn Gordon



Raramente he recibido tantas respuestas a un artículo como el de la semana pasada sobre el compromiso del Kotel (Muro Occidental). Sin embargo, la mayoría de ellas interpretaban lo que yo consideraba una simple declaración de hechos - que los judíos estadounidenses tienen menos influencia sobre las decisiones israelíes cuando los israelíes los perciben como apartándose de Israel - como la expresión de mi oposición personal al compromiso, y una justificación de su cancelación. Por lo tanto, para eliminar cualquier confusión entre mi opinión y los hechos mencionados, considero necesario dedicar este post a explicar mi opinión.

Yo apoyaba el compromiso, aunque como judía ortodoxa mis razones eran diferentes de las de la mayoría de los judíos estadounidenses. Sin embargo, siento que la decisión del gobierno de congelar el acuerdo es defendible, pero no por ninguna razón que involucre la actitud de los judíos estadounidenses hacia Israel.

Un hecho crucial subyace en mi posición. Muchos de los judíos estadounidenses que más se preocupan por el compromiso del Kotel, y se han mostrado más heridos por su cancelación, están entre los miembros más genuinamente pro-Israel de la comunidad no ortodoxa de los Estados Unidos. Se trata de personas que trabajan incansablemente para reforzar el apoyo a Israel en todo el mundo y que donan generosamente a hospitales, escuelas, servicios de ambulancia y más servicios de los cuales se benefician los israelíes.

La mayoría de los judíos estadounidenses que son anti-Israel (y que incluye a algunos que dicen ser "pro-Israel") no se preocupan demasiado por el compromiso del Kotel. Véase, por ejemplo, a Simone Zimmerman de IfNotNow, que calificó como "obsceno" que los judíos norteamericanos estén tan molestos por el Kotel cuando a su juicio deberían centrarse en "la ocupación". Entre las filas cada vez mayores de los indiferentes, el Kotel tampoco les importa demasiado, pues probablemente nunca visitarán Israel de todos modos.

Entonces, ¿a quién le importa? A personas como David Harris, director general del Comité Judío Americano (AJC), quien emitió una declaración la semana pasada "desacreditando" la decisión de congelar el compromiso. Esta semana, nueve embajadores de la ONU visitaron Israel en un viaje organizado por la AJC. Entre otras cosas, visitaron la ciudad de David para entender las raíces profundas de los judíos en Jerusalén, un esfuerzo obviamente oportuno dado los recurrentes esfuerzos palestinos para aprobar resoluciones de la ONU que niegan estas raíces.

O por ejemplo Lynn Schusterman, uno de 65 filántropos judíos americanos que firmaron un anuncio en los diarios la semana pasada donde protestaban por la cancelación del compromiso. Esta semana, la Fundación de la Familia Charles y Lynn Schusterman acoge a un grupo de profesores universitarios en Israel para un programa de capacitación para ayudarles a combatir la agitación anti-Israel en los campus. La fundación también apoya numerosos esfuerzos caritativos para los israelíes, como la Temporada de la Cultura de Jerusalén, que ha traído nueva vida a la capital.

Por supuesto, entre los partidarios del compromiso del Kotel también se incluyen un número no trivial de personas que muestran su "amor" por Israel criticándolo constantemente y apoyando a organizaciones anti-Israel. Pero muchas de las personas más heridas por el congelamiento son personas como Harris y Schusterman, que trabajan infatigablemente tanto para promover la causa de Israel en el extranjero como para hacer la vida mejor a los israelíes en casa.

Eso nos lleva a mi razón específicamente ortodoxa para apoyar el compromiso - la importancia del hakarat hatov, o la gratitud -. Creo que los judíos estadounidenses deben ayudar a Israel, principalmente porque Israel es vital para el mundo judío y porque todos los judíos son familia. Pero las relaciones familiares son una calle de dos vías, e incluso dentro de una familia es importante mostrar gratitud por la ayuda prestada cuando es posible.

No obstante, a menudo eso no es posible, ya que los judíos estadounidenses quieren muchas cosas que Israel no puede permitirse otorgar. Israel no puede hacer concesiones peligrosas a los palestinos sólo para complacer a los judíos estadounidenses, ni tampoco puede luchar magicamente en guerras sin víctimas civiles. También son difíciles las concesiones sobre la conversión, otra cuestión muy problemática para los judíos no ortodoxos. Mientras la conversión al judaísmo confiera un derecho automático a la ciudadanía israelí, el Estado deberá mantener cierto control sobre el proceso de conversión para retener el control sobre la inmigración.

Pero como el Kotel es un tema en el que Israel puede permitirse conceder a los judíos estadounidenses algo de lo que desean, debería haber aprovechado la oportunidad. Incluso si usted cree, como yo, que la ortodoxia tiene un historial mucho mejor que el judaísmo de la Reforma y Conservador en la preservación del pueblo judío a lo largo del tiempo, el compromiso no sacrificaba ningún interés vital.

El Kotel no es ni nunca fue una sinagoga - en la tradición judía, la santidad pertenece al otro lado del Muro Occidental, también conocido como el Monte del Templo -, por lo que no existe un argumento religioso convincente para insistir en que toda la plaza esté bajo supervisión ortodoxa. De hecho, por eso, tanto los partidos haredi (ultra-ortodoxos) como el rabino del Kotel aprobaron inicialmente el compromiso antes de retroceder bajo la presión de los sectores haredis más duros.

Sin embargo, siento que la cancelación del compromiso también era defendible, y debido a otro valor que considero importante: la democracia. Por definición, la democracia implica compromisos no demasiado limpios entre grupos con intereses muy diferentes, y a menudo estos compromisos se hacen a través de componendas políticas. Cada grupo cede en temas que le preocupan menos que obtener el apoyo para aquellos otros que más le importan.

Eso es exactamente lo que sucedió en este caso. Los partidos haredi tienen poco interés por los asuntos no religiosos, pero les importaba mucho acabar con el compromiso del Kotel. Así que amenazaron con renunciar a formar parte del gobierno, privándolo de la mayoría necesaria para continuar con sus políticas exteriores, económicas y de defensa, a menos que el gobierno desechara el compromiso del Kotel. Puesto que a los partidos no haredi si les preocupan más los asuntos exteriores, de defensa y economía, consintieron con el trato que los haredim les exigieron. Y es que el Kotel no es la principal prioridad política de los israelíes.

Los judíos estadounidenses hablan mucho de la importancia de la democracia, pero si valoran tanto la democracia entonces deberían aceptar las decisiones democráticas aun cuando no les gusten. Y hay que aceptar el principio democrático fundamental de que el número importa. Las personas que viven y votan en Israel en gran número, como hacen los haredim, tendrán siempre más peso en el proceso democrático de Israel que aquellas personas con un número reducido, como los judíos de la Reforma y conservadores.

Pero cualquier influencia que tengan los judíos estadounidenses disminuye en cuanto los israelíes los perciben como alejándose de Israel, porque si su apoyo parece estar desapareciendo por razones ajenas al control de Israel, entonces cualquier gobierno israelí tendrá menos incentivos para acceder a sus demandas. Y esa no es mi opinión personal, es simplemente un hecho.

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