Sunday, July 30, 2017

La crisis en el Monte del Templo vio como Netanyahu cedía ante la presión árabe y mostró como Abbas estaba preparado para ir a la guerra - Avi Issacharoff - Times of Israel



La batalla por los detectores de metales no fue finalizada por los jefes de estado o los jefes del terror. Fueron los funcionarios de la Waqf - empleados jordanos y el mufti de Jerusalén de la Autoridad Palestina - quienes anunciaron el jueves por la mañana que el statu quo en el Monte del Templo había sido restaurado y que los musulmanes podían regresar a rezar. Los jeques estratégicos. Fueron ellos quienes comenzaron la batalla por los detectores de metal hace 11 días, cuando declararon a las cámaras de TV que no accederían al Monte para orar mientras los detectores de metales estuvieran en su lugar. Y fueron ellos quienes pusieron fin al episodio.

El miércoles, el representante legal del Waqf se reunió con el jefe de policía de Jerusalén, Yoram Halevi, y le entregó la lista de demandas del Waqf: remoción de algunas barandillas y de cinco cámaras y algún andamio metálico destinado a alojar cámaras más sofisticadas en el futuro, y la reapertura de cinco entradas cerradas al Monte. Una tras otra, la policía de Israel se ocupó de cada una de esas demandas mientras afirmaba que no estaba negociando con el Waqf. En realidad, decían la verdad. No hubo negociación. La policía simplemente hizo lo que el Waqf les dijo que hiciera.

Como resumió uno de los funcionarios de Qaqf, Abdel Azim Salhab, en una conferencia de prensa que él y sus colegas celebraron el jueves por la mañana, "El Waqf es directamente responsable y tiene la última palabra (cuando se trata del Monte del Templo). La ocupación no debe intervenir". Y esa es la conclusión final, aunque sea preocupante: la soberanía israelí en el Monte del Templo tiene unos límites evidentes, y es más inteligente no tratar de cruzarlos.

Esta crisis podría haberse resuelto antes. Al principio, Israel insistió en que las precauciones de seguridad, incluyendo los detector de metales en las puertas, eran necesarias en las entradas al Monte del Templo. Esto se produjo tras el ataque del 14 de julio en el que tres árabes israelíes asesinaron a dos agentes de policía israelíes en las afueras del complejo usando unas armas de fuego que un cómplice había introducido clandestinamente en el lugar sagrado. Con bastante rapidez, sin embargo, quedó claro que el coste de dejar los detectores de metal en el lugar era mayor que el coste de eliminarlos, por lo que se tomó la decisión el lunes de que era preferible capitular sobre este punto.

Pero entonces el lado palestino se subió a la parra. En primer lugar, fue el Waqf quien insistió en que la eliminación de los detectores de metal era insuficiente y se necesitaba bastante más. El Waqf no sólo quería ver como Israel hacia concesiones, quería que Israel se humillara. Y por lo tanto, llegó con una lista de demandas triviales y marginales que perpetuaron la crisis por otros tres días.

Sin embargo, el cambio más dramático en esta saga por parte del lado árabe tiene relación con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. De hecho, el cambio de política de Abbas en estos últimos días es uno de los acontecimientos más significativos en los últimos años. Con el debido respeto al presidente turco Recep Tayyip Erdogan y al grupo terrorista Hamas que gobierna la Franja de Gaza, los cuales han seguido una línea predecible, la posición de Abbas es la más sorprendente y la más peligrosa.

Desde que asumió su cargo en enero de 2005, la postura de Abbas sobre la violencia ha sido clara: se opone a ella con vehemencia. Él llamó a su pueblo una y otra vez a no usar la violencia, y a no declarar un levantamiento. Incluso consideró la coordinación de la seguridad de la AP con Israel como algo “santo”. Es cierto que no abordó la incitación contra Israel, y continuó pagando a los terroristas en cárceles israelíes. Pero su papel y el de sus organismos de seguridad en la guerra contra el terrorismo en Cisjordania no puede ser ignorada. Su gente ha frustrado cientos de ataques terroristas en los últimos años. Muchos israelíes, incluyendo soldados y colonos, le deben su vida.

Pero esta semana algo cambió. Su anuncio de que estaba deteniendo esa "santa" coordinación de seguridad con Israel no fue una declaración vacía, a pesar de algunas afirmaciones que decían lo contrario. La coordinación de la seguridad se detuvo, con algunas excepciones.

Abbas decidió ir a la guerra. No utilizó esa frase, pero estaba claro que si el Monte del Templo permanecía cerrado y las milicias Tanzim de Fatah seguían organizando protestas masivas por toda Cisjordania como estaba previsto para el viernes, y ello con la aprobación de Abbas, se daría lugar a derramamientos de sangre y a una potencial espiral de violencia.

Abbas, de 82 años, y que hasta ahora había destacado su compromiso de buscar la paz en cada oportunidad, cambió su estrategia. Y lo hizo, además, después de que Israel hubiera decidido quitar los detectores de metales. ¿Por qué ahora, en todo este tiempo?

Al parecer, Abbas se siente extremadamente decepcionado por Israel, Jordania, Egipto y por todos los demás jugadores, incluidos los EEUU, y se movió hacia la desesperación. El golpe más duro que recibió vino de los jordanos, que permitieron el regreso a Israel del guardia de seguridad Ziv y del resto del personal de la embajada israelí después del mortal incidente del domingo, y tras llegar a un entendimiento con Israel sobre la eliminación de las cámaras y los detectores de metal sin siquiera informarle. La AP fue expuesta en toda su irrelevancia y marginalidad. Había una sensación de que el Monte del Templo se le escapaba de las manos y caía bajo el manejo exclusivo de los jordanos.

Para añadir a sus aflicciones, también se ha estado enfrentando a las fuerzas palestinas internas que incesantemente lo socavan, a saber, Hamas y su ex jefe de seguridad y su amargo rival, Muhammad Dahlan.

En Gaza, el jueves se celebró una reunión del parlamento palestino con representantes de Hamas y del campo de Dahlan de Fatah, pero ningún miembro de Fatah respaldaba a Abbas. Dahlan se dirigió a la sesión por un enlace de vídeo, y continúa sus esfuerzos para llegar a un acuerdo con Hamas con el apoyo de Egipto, los Emiratos Árabes Unidos y otros, y con Abbas en ninguna parte del panorama.

De todo esto vino la decisión de Abbas de encabezar la confrontación con Israel para salvar su posición política. Así, el presidente de la Autoridad Palestina dijo el miércoles a sus diputados de Fatah, Mahmoud Al-Aloul y Jabal al-Mheissen, responsables del Tanzim en el comité central de Fatah, para que llamaran a la acción al Tanzim para el viernes. Cualquiera que conozca la historia de Tanzim sabe lo que esto implica: manifestaciones de masas, violencia y una alta probabilidad de uso de armas de fuego. Una Intifada al estilo de septiembre de 2000.

Y luego vino el anuncio del jueves por la mañana de los Wakf, los verdaderos tomadores de decisiones en esta crisis, que las oraciones se reanudarían en el Monte del Templo, dejando nuevamente a Abbas marginado. ¿Qué podía pedir ahora? ¿Qué demostraría ante su pueblo cuando todas las demandas de los fieles se hubieran cumplido? Si no existían dramas de última hora, la Autoridad Palestina también tendría que volver al status quo anterior y reanudar su coordinación de seguridad con Israel.

Pero incluso si lo hace, cuando estalle la siguiente crisis, uno debe esperar a un Abbas más decidido que no vacilará en enviar a las masas a las calles. Estaba listo para hacerlo y probablemente estará más listo a la hora de hacerlo de nuevo.

En cuanto a la parte israelí, los acontecimientos de los últimos días han puesto de relieve aún más el funcionamiento problemático del primer ministro Benjamin Netanyahu en momentos de estrés y crisis. Sin duda Netanyahu querrá olvidar las últimas dos semanas.

Las cosas llegaron a su punto más bajo cuando una "fuente policial", hablando con periodistas el jueves por la mañana, puso a Netanyahu en su lugar. Netanyahu había filtrado el miércoles que había instruido al ministro de Seguridad Pública Gilad Erdan para asegurarse de que todos los fieles serían revisados ​​manualmente antes de entrar en el complejo del Monte del Templo. La respuesta de la fuente policial fue que esa instrucción era inaplicable. O para decirlo de otra manera: olvídenlo, no va a suceder.

Aparentemente, incluso la policía reconocía que el primer ministro intentaba determinar la política del Monte del Templo sobre la base de encuestas. La encuesta del Canal 2 demostraba que los israelíes de manera abrumadora se sentían insatisfechos con la eliminación de los detectores de metales y el manejo del primer ministro de la crisis. "Bibi, Mr. Seguridad" les había fallado.

Netanyahu había zigzageado e ignorado las advertencias de los jefes del Shin Bet, el IDF e incluso de los colegas de gabinete como el ministro de la Construcción Yoav Galant, un ex-general que cuestionó la viabilidad de usar detectores de metales en las puertas cuando decenas de miles de personas están viniendo a la oración .

Netanyahu optó por prestar atención a la derecha de Twitter que le exigía que no minara la soberanía judía en el Monte del Templo y mantuviera el auto-respeto del Estado de Israel. En última instancia, Netanyahu reconoció los límites del poder, pero sólo después de también causar daño a la política exterior de Israel con su desafortunado manejo del incidente de la embajada de Jordania. La cálida recepción televisada que brindó el martes al guardia de seguridad Ziv, quien atacado por un joven jordano abrió fuego en legítima defensa y mató a su agresor y a otro jordano inocente, era similar a escupir en la cara a los jordanos. Claramente, Netanyahu diseñó la bienvenida para ayudar a sus propias relaciones públicas, pero a costa de causar daño a Israel. El jueves por la mañana, los medios de comunicación jordanos informaron que no se permitiría regresar a Ammán a los diplomáticos de la embajada de Israel hasta que Ziv fuera acusado.

Evidentemente, la Oficina del Primer Ministro cuenta con un excedente de asesores y expertos en asuntos estadounidenses, en asuntos del Likud, y en temas de economía y política israelí. Pero aparentemente hay una escasez de expertos en temas árabes que podrían haber susurrado al oído de Netanyahu, justo antes de la foto con Ziv, "!!detente, esto causará graves daños a nuestras relaciones con Jordania!!".

Netanyahu no es el único líder israelí que ha realizado una deficiente gestión. El ministro de Defensa, Avigdor Liberman, simplemente desapareció durante la crisis. Normalmente bastante parlanchín, Liberman guardó silencio y permitió que todo el mundo se adentrara aún más en el lodazal. Si Israel tuviera un ministro de Defensa con más experiencia, entendimiento e interés militar y de seguridad, tal voz habría sido significativa e incluso podría haber ayudado a Netanyahu a evitar algunos de sus errores, zigzagueos y daños. Erdan y la policía también podrán ahora valorar mucho mejor que los que se burlan de los jefes del Shin Bet y de los oficiales de las FDI por alarmistas deberían saber una o dos cosas acerca de la seguridad.

Desafortunadamente, uno no puede discutir la conclusión a la que ha llegado el líder del Hogar Judío, Naftali Bennett, y sus amigos de la derecha dura: la capacidad disuasiva de Israel ha sido realmente dañada en esta crisis. Los palestinos - el público y los que allí toman las decisiones - han sentido la debilidad por parte del Estado de Israel, especialmente de su primer ministro. Lamentablemente, sin embargo, la capitulación del gobierno se convirtió en una necesidad dada la amenaza inminente de un derramamiento de sangre. A veces uno tiene que saber cuándo retirarse.

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