Tuesday, August 15, 2017

Charlottesville y los judíos: El peligro de la disonancia cognitiva - SRosner




¿Qué aprendimos de Charlottesville que no supeiramos?

¿Que hay nazis en América ? Lo sabíamos.

¿Que los nazis, y sus compañeros los supremacistas blancos, son gente malvada? Nosotros también lo sabíamos.

¿Que cuando esas personas tienen agravios siempre encuentran razones para implicar a los judíos de alguna retorcida manera? No son noticias nuevas.

¿Que la mayor parte de América no se identifica, ni apoya a estos fanáticos, sus puntos de vista y sus acciones? Esperamos que esto siga siendo cierto, aunque hay muchas señales de que es cierto.

Hay muchas explicaciones para el odio a los judíos, y una gran cantidad de ellas se centran en sus raíces psicológicas. Trato de ello en el cuarto capítulo de mi último libro (en hebreo). El capítulo cuatro comienza con una historia de hace mil años y luego recuerda a los lectores que, debido a la persecución nazi, Sigmund Freud fue obligado a abandonar su casa en Viena y trasladarse a Londres, donde murió un año después.

En el libro de Freud, "Moisés y el monoteísmo", este gran revolucionario judío ofrece una interpretación del odio a los judíos, afirmando que los cristianos tienen una relación edípica con los judíos. El judaísmo es la religión del padre, y el cristianismo es el hijo rebelde. Desde entonces, muchas explicaciones no-freudianas también han apuntado a la psique y a la conciencia humana como clave para entender el odio a los judíos. Muchos de ellos destacan cómo el judaísmo, o los judíos, siempre han obsesionado a personas que tienen dificultades a la hora de descifrar el significado de un mundo desconcertante y errático, especialmente en los tiempos de crisis.

"El antisemitismo se vuelve mortal cuando una cultura, una nación o una fe sufre de una disonancia cognitiva tan profunda que se vuelve insoportable", escribió el rabino Jonathan Sacks en su artículo "El retorno del antisemitismo". Se refería a sociedades que no pueden comprender el mundo cambiante que los rodea.

Una disonancia cognitiva que se vuelve insoportable es una descripción bastante justa de cómo no pocos estadounidenses se sienten hoy. Esta disonancia cognitiva condujo a la victoria de Donald Trump en las últimas elecciones, un resultado político desconcertante pero tolerable. Esta disonancia cognitiva, cuando se hace más severa, puede conducir a resultados mucho más peligrosos.

Entonces, ¿qué aprendimos de nuevo?

Aprendimos una vez más que el actual jefe del gobierno de los Estados Unidos no condena a estas malvadas personas en los términos más duros posibles (y no por una tendencia a la cortesía). Erickson Erickson, el blogger conservador, hizo referencia sucintamente a este tema en su llamamiento a una claridad moral: "este es el mismo presidente que se burló y atacó a Barack Obama y Hillary Clinton por no llamar al radicalismo islámico por su nombre. En Charlottesville, el mal tiene un nombre, y es el supremaciamo blanco".

Esta no es la primera vez que escribo algo así, y tengo la sensación de que no será la última: no es prudente que instituciones, organizaciones y líderes judíos representen al presidente Trump como un aliado del antisemitismo. Primero, porque es muy improbable que sea antisemita. En segundo lugar, porque tales acusaciones, cuando se lanzan repetidamente contra la gente, tienden a convertirse en profecías autocumplidas.

Hace unos meses, cuando Trump entró en erupción después de que se le hiciera una pregunta sobre el antisemitismo, escribí que "en opinión de Trump, mucha de las actuales y crecientes noticias sobre el antisemitismo no representan más que una estrategia política para destruir su credibilidad". Cuando los campus universitarios en varios estados se convirtieron en un lugar intimidante para los estudiantes judíos debido a los ataques de activistas de la izquierda, el establishment judío no se unió para culpar al presidente Obama, y su enfoque de confrontación con Israel, por este incremento de los incidentes de acoso contra los estudiantes judíos. Pero ahora, cuando los viles ataques contra los judíos provienen de la derecha, muchos líderes judíos parecen estar listos para señalar con un dedo a la Casa Blanca.

Trump es una figura divisiva en un mundo dividido y confuso. Tiene muchas deficiencias como líder, algunas de los cuales se exhibieron cuando condenó mansamente la violencia en Charlottesville. Pero los judíos no ganarán nada al retratarlo como su enemigo.

Mi primera visita a Charlottesville fue hace ocho años, para conocer a la Profesora Vanessa Ochs y aprender sobre la invención de nuevos rituales judíos. Ochs ha estudiado este tema y ha escrito sobre él, y en uno de sus libros explicó que "dos fuerzas han influido en la abundancia de la innovación ritual. La primera es la postura espiritual conformada por la democracia y un acceso abierto, y la segunda es el cambio dramático que introdujo el feminismo judío".

La historia que escribí sobre Ochs se centró más en el aspecto feminista. Pero pensando en los recientes acontecimientos en Charlottesville hace que uno reflexione sobre el aspecto de "democracia y acceso abierto" de su teoría.

Me hizo pensar en el viejo antisemitismo y el nuevo ritual judío, en el viejo odio a los judíos y el nuevo amor de los Estados Unidos a los judíos, en los viejos temores judíos y la confianza de los nuevos judíos necesaria para protestar y responder sin pelos en la lengua.

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