Saturday, January 27, 2018

¿Han intentado los republicanos redefinir lo que implica ser 'pro-Israel'? - Jonathan Tobin - JNS



La mayoría de los israelíes pueden haber estado encantados con la visita del vicepresidente Mike Pence a Israel, pero algunos liberales judíos se han desconcertado decididamente por su elocuente discurso ante la Knesset. Si bien era de esperar la falta de entusiasmo de la izquierda por cualquier cosa que salga de la administración Trump, el intento de denigrar la postura de Pence como algo que daña el consenso bipartidista a favor de Israel es más que una pequeña falsedad.

En The Forward, Jane Eisner arrojó agua fría sobre la sincera explicación de Pence sobre la devoción que los estadounidenses sienten por Israel. Aunque no dudaba necesariamente de la sinceridad del  vicepresidente, no estaba de acuerdo con la noción de que el apoyo a Israel proviene de la herencia religiosa de los Estados Unidos. Consideraba que se trataba de una distorsión de la historia estadounidense que minimiza los prejuicios contra los judíos. En su opinión, además fragmenta el apoyo bipartidista a Israel, ya que los demócratas seculares no pueden identificarse con los sentimientos de Pence. Ella también continúa diciendo que los fundadores seculares y en gran parte socialistas del Israel moderno quedarían horrorizados por la descripción del vicepresidente de sus logros. Por último, consideraba que la amistad de Pence era sospechosa ya que prefirió no hablarle a Israel sobre sus deficiencias.

Sumen todo eso y su conclusión es que al enmarcar la alianza Estados Unidos-Israel de esta manera, Trump y Pence estaban redefiniendo el término "pro-Israel" de una manera que socava el apoyo generalizado al Estado judío.

Ninguna de esas críticas resiste el escrutinio.

Eisner cree que Pence está elaborando la historia de los Estados Unidos al notar la forma en que los primeros colonos de este país se inspiraron en la Biblia y la historia judía, y también al hacer referencia a la forma en que George Washington apoyó los derechos judíos y John Adams apoyó el sionismo. Aparentemente, hubiera preferido que se disculpara por los ejemplos de "prejuicio antijudío esparcido a lo largo de los siglos de los Estados Unidos".

Por supuesto, ella tiene razón en que hubo mucho de eso, pero la razón por la cual Estados Unidos fue y sigue siendo excepcional en lo que respecta a la experiencia judía es que, como Washington escribió memorablemente, el gobierno de los Estados Unidos no dejó "a la intolerancia sin sanción, a la persecución sin asistencia". Para todos sus desafíos, los judíos tuvieron derechos y oportunidades en los EEUU que no estaban disponibles en ningún otro lado. El que Eisner tratara de restar importancia a esa herencia en este contexto dice mucho sobre ese impulso liberal contemporáneo hacia el revisionismo, en el que la historia de Estados Unidos se lee casi exclusivamente como una historia de discriminación y matanza en lugar de una de triunfo de la libertad.

Pence tiene razón sobre la forma en que la Biblia y la historia judía influyeron en los estadounidenses desde los comienzos de la existencia de este país. La estrecha alianza con Israel no es un accidente de la historia, es el resultado directo del legado de los fundadores.

Pero los críticos también se equivocan diciendo que los demócratas y los liberales no pueden identificarse con el lenguaje de Pence. Eso sería una sorpresa para el ex presidente Bill Clinton, quien a menudo habló de cómo su origen religioso le obligó a apoyar a Israel. Lo mismo puede decirse de otros demócratas liberales que, cualesquiera que sean sus diferencias con Pence sobre cuestiones fiscales o sociales, comparten sus ideas sobre la herencia bíblica de los Estados Unidos y el imperativo moral de respaldar a un Estado judío.

Pero la falta de perspectiva de Eisner no se limita a los estadounidenses. Ella tampoco es compresiva con respecto a los fundadores de Israel, a los que, según ella, no les agradaría que sus hazañas fueran alabadas por los cristianos bíblicos. Pero a pesar de que esos socialistas no compartían la fe de los evangélicos, tenían una apreciación igual por la Biblia. Según David Ben-Gurion, la Biblia fue el documento fundador del Estado judío y de su historia. Él y otros sionistas laboristas fueron en gran medida irreligiosos, pero querían que los israelíes fueran escépticos conocedores de la Biblia, no sus oponentes o desconectados de ella. Y a diferencia de los liberales y progresistas contemporáneos, fueron lo suficientemente inteligentes como para saber que el pueblo judío necesitaba abrazar a sus amigos donde pudiera encontrarlos.

La editora del Forward también se equivoca sobre la definición de la amistad. Es cierto que los amigos deben ser honestos entre sí y hablar sobre sus diferencias cuando sea necesario. Pero el problema con muchos de la izquierda es que parecen haberse tomado tan en serio esta perogrullada que han llegado a creer que la única forma de expresar amistad por Israel es atacar a su gobierno y al país.

La crítica al gobierno actual de Israel o sus políticas no es antisemita o incluso anti-Israel. En la animada democracia del Estado judío, los israelíes lo hacen todos los días. Pero cuando proviene de amigos extranjeros, debería estar acompañado de cierta humildad. El veredicto de la democracia israelí merece tanto respeto como cierto grado de deferencia. Sé que Eisner y otros liberales están descontentos con el consenso básico en Israel sobre la falta de un socio viable de paz palestino, algo compartido por un amplio consenso de votantes israelíes que se extiende desde el centro-izquierda al centro-derecha. Pero mientras ella y otros estadounidenses tienen todo el derecho a opinar sobre las decisiones de Jerusalén, la noción de que es deber del gobierno de los Estados Unidos anular el juicio de los votantes de Israel y, en efecto, dedicarse a salvar a Israel de sí mismo, no es respetuoso ni particularmente amistoso.

El asunto aquí es que Trump, Pence y sus partidarios evangélicos no han redefinido el término "pro-Israel" en un esfuerzo por excluir a los liberales. Lo opuesto es lo cierto. Los liberales han buscado cambiar su significado para justificar el apoyo a las políticas que socavan la autodeterminación de Israel y para deslegitimar a los amigos conservadores del Estado judío. Dado su ánimo ante todo lo relacionado con Trump, no me sorprende que estén desconcertados por la devoción de Pence a Israel y la disposición de la mayoría de los amigos de Israel para abrazarlo en este tema. Pero al tratar de atacarlo de esta manera, son ellos los que están intentando arruinar el consenso bipartidista sobre Israel.

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