Sunday, April 29, 2018

Abandonando el estado judío - David M. Weinberg - Israel Hayom



Mientras israelíes y judíos de todo el mundo celebraban el 70 aniversario del estado judío, el autor AB Yehoshua y el periódico israelí Haaretz estaban ocupados enterrándolo.

Mientras gente sana se compromete nuevamente con el brillante futuro de Israel, los extremistas de la izquierda dura del autodenominado "campo de la paz" - radicalmente desmoralizados e ideológicamente empobrecidos - están presionando por la desaparición de Israel.

Me refiero a un ensayo publicado la semana pasada, específicamente el mismo día en que se conmemoraba el 70° aniversario de la Independencia de Israel, por una de las deidades progresistas de la izquierda israelí: el novelista, dramaturgo, ganador del Premio Israel y activista por la paz AB Yehoshua. Su andanada de 7.000 palabras, pregonada en la portada de Haaretz, establecía un plan para el fin del estado judío.

Su plan es reemplazar a Israel tal como lo conocemos por un estado binacional, una federación palestino-israelí de algún tipo.

Los detalles del plan de Yehoshua - oscuro y poco realista como era facilmente previsible - no son importantes. Lo que es importante y atemorizante es que su motivación no es el nacionalismo o la identidad judíos, sino lo que él llama la "humanidad".

Dice así: Yehoshua comienza admitiendo que la solución de dos estados aparentemente y casi seguramente está muerta. "Es hora de decir adiós a este sueño", dice el titular de su artículo.

"Ya no es posible dividir la tierra de Israel en dos estados soberanos separados. Del mismo modo, la posible partición de Jerusalén en dos capitales separadas con una frontera internacional entre ellas es cada vez más insostenible", escribe.

"Todo el campo de la paz había esperado que la comunidad internacional ejerciera presión económica y diplomática sobre ambos lados para obligarlos a encontrar el camino hacia un compromiso histórico".

"Pero esa visión ya no es viable en la práctica", admite. Lo que le deja a él y a su "campo de la paz" sumidos en lo que él describe como "cansancio y fatalismo".

Concluye que ya no es posible defender un Estado judío en la tierra histórica de Israel. Ya no puede ser su principal preocupación. "No es la identidad judía y sionista [de Israel] la que trato de defender, sino algo más importante: nuestra humanidad y la humanidad de los palestinos entre nosotros", escribe.

Y esta preocupación primordial por la "humanidad" requiere el abandono del sueño de la soberanía judía independiente en Israel y los cimientos de todo el movimiento sionista moderno.

No hay más remedio que "detener un posible proceso de apartheid por principio" y decantarse unilateralmente hacia alguna forma de "asociación binacional de facto".

No agotaré ni disgustaré a los lectores de esta columna con más detalles adicionales del derrotista manifiesto de Yehoshua, pero lo que requiere atención es la trayectoria que condujo a esta mentalidad narcisista depresiva: un camino de engaño y bancarrota ideológica que va desde los Acuerdos de Oslo hasta este panegírico de Yehoshua en el Día de la Independencia a costa del estado judío.

Consideremos el registro histórico de los argumentos empleados por esta izquierda radical durante las últimas tres décadas para hacer avanzar la "solución de dos estados", y luego, al mostrarse desilusionados por los resultados, abandonar por completo la idea de Israel.

En la década de 1980, la izquierda radical nos dijo que la paz se convertiría en una posibilidad solamente si Israel aceptaba hablar directamente con la OLP, a pesar del horrible historial terrorista de la organización. Luego nos informaron que la paz solo se lograría si Israel permitía el establecimiento de la primera autoridad autogobernada en la historia palestina, en Gaza y Jericó.

Muchos israelíes dijeron vale, ya tuvimos suficiente del conflicto, lo asumiremos por el bien de la paz, un estado judío junto a el inicio de la autonomía palestina.

Pero luego Shimon Peres nos dijo que la Autoridad Palestina podría sostenerse sola si Yasser Arafat conseguía una fuerza policial equipada con equipo militar y decenas de miles de armas. Se nos explicó además que solo si hacemos la vista gorda ante los abusos contra los derechos humanos de los palestinos y su virulenta propaganda antisemita, podría proseguir el proceso de paz. Así que de mala gana nos tragamos la bilis y dijimos que vale, de alguna manera nos las arreglaremos.

Luego resultó imperativo darle a Arafat más territorio en Judea y Samaria. Solo si Israel le daba más territorio podría "solidificar su régimen", nos dijeron. Así que Israel firmó el acuerdo de Oslo II, y luego el Memorandum de Wye River, que puso al 98% de la población palestina de los territorios bajo el control de Arafat, junto con alrededor del 45% de la tierra y algunos recursos hídricos importantes.

Pero eso no fue suficiente. El proceso de paz solo prevalecería si se liberaba a los prisioneros palestinos, nos dijeron muchos "activistas por la paz" (incluyendo específicamente a AB Yehoshua, según recuerdo). Así que Israel comenzó a liberar a los delincuentes de seguridad palestinos "sin sangre en sus manos" y terminó liberando a muchos terroristas cuyas manos estaban muy manchadas con sangre judía. Los israelíes sufrieron más de dos años de violencia terrorista y atentados suicidas antes de lanzar la Operación Escudo Defensivo y comenzar a construir la valla de seguridad.

Pero el síndrome del "solo si" (más concesiones de Israel) de la izquierda aún dominaba. Solo si Israel concedía un estado de pleno derecho a los palestinos existiría una auténtica posibilidad de paz. Así que en Camp David en 2000, Taba en 2001 y Jerusalén en 2008, los líderes israelíes presentaron ofertas de estatalidad que habrían dado a los palestinos prácticamente toda Cisjordania, Gaza y el este de Jerusalén. Pero la Autoridad Palestina rechazó estas ofertas, argumentando que solo continuarían negociando con nosotros si les ofrecíamos el 100% de todo lo que estaban demandando, incluido el llamado "derecho de retorno".

En 2012, el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas buscó dar un vuelco al marco establecido para la paz. Intentó conseguir que su estado fuera "declarado" por la comunidad internacional sin tener que comprometerse con Israel. Es decir, reclamar el resultado final del proceso de paz sin tener que participar en ningún proceso.

Recompensando la intransigencia y la beligerancia de Abbas, la gloriosa ONU "reconoció" el estado virtual de la Autoridad Palestina en contra de las objeciones de Israel. ¿Y cómo respondieron Yehoshua y sus amigos? Pidieron a Israel que abrazara este reconocimiento y se retirara unilateralmente de los territorios.

Luego lanzaron un nuevo argumento: el argumento "demográfico y democrático". Convencidos de que las retiradas territoriales israelíes no conducirían necesariamente a la paz, comenzaron a argumentar que la desconexión de los territorios era necesaria para garantizar la mayoría judía de Israel.

Habiendo perdido la esperanza de una solución de dos estados para el conflicto palestino-israelí y habiendo comprendido que es poco probable que se produzcan importantes retiradas unilaterales israelíes (por muy buenas razones, desde mi punto de vista), la izquierda radical ahora está tirando la toalla.

El movimiento que pretende estar profundamente preocupado por el carácter judío de Israel ya no puede apoyar el establecimiento de un Estado judío independiente si los palestinos no pueden obtener también unos derechos nacionales plenos. Esa es la conclusión del ensayo de Yehoshua.

Este desenlace ideológico es tan llamativo como triste. Siempre hubo una tensión entre los principios judíos y democráticos que subyacen al impulso de Israel, que se remonta a los escritos de los primeros ideólogos sionistas y a las posturas diplomáticas de David Ben-Gurion.

Pero la histórica reclamación judía del estado judío independiente en Israel siempre ganó, independientemente del grado de injerencia en los derechos de los árabes/palestinos. Después de todo, los árabes tienen bastantes otros territorios en todo el Oriente Medio.

Pero desafortunadamente para Yehoshua y sus compadres, este cálculo ya no se cumple. Para ellos, ahora hay algo más importante que la condición de Estado judío: "nuestra humanidad y la humanidad de los palestinos entre nosotros", lo que lleva al llamamiento de Yehoshua a una "solución" confederada de un estado, es decir, la disolución de Israel.

Esta es la inevitable culminación de un prolongado proceso en el que la izquierda radical perdió su identidad judío-sionista, una identidad que ha sido abrumada por la lealtad a una efímera y retórica apelación a la "humanidad" y a unos principios liberales radicales que no se aplican en ninguna otra parte ni a nadie más.

De hecho, en ningún otro lugar. No oigo ningún clamor mundial por la confederación de ninguno de los 22 Estados árabes que se derrumban. Pero el único estado judío en el mundo debe convertirse necesariamente en un estado medio árabe, ya saben, por la "humanidad".

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