Sunday, April 29, 2018

Para "Le Monde", los antisemitas vienen de Marte - Elisabeth Lévy - Causeur



Alain Finkielkraut una vez definió la corrección política como el hecho de no (querer) ver lo que se muestra. Sobre esta base, debemos otorgar un premio a Le Monde, cuya editorial del 29 de marzo es una joya en términos de ceguera, negación y amor (o quizás ignorancia) a las causas de las cuales se detesta las consecuencias .

Dieciséis años después de la aparición del libro "Los Territorios perdidos de la República", el diario progresista que una vez fue el árbitro de las elegancias y que se considera a si mismo como la mejor encarnación del periodismo a la american - hechos, hechos, hechos -, se las arregla para publicar un artículo sobre el antisemitismo y la necesidad de levantarse en contra de él, pero ello sin querer identificar de dónde viene realmente: así ustedes no leerán las palabras "Islam" o "islamismo", o incluso el púdico y retórico "barrios difíciles" (donde reside la inmigración musulmana y sus descendientes) para designar el lugar mental del que proviene la abrumadora mayoría de los agresores y asesinos de judíos.

Le Monde registra escrupulosamente los últimos casos de antisemitismo sin sacar la menor conclusión, como si no hubiera un punto en común entre el asesino de la familia Sandler y el de Sarah Halimi. Poco importa si todos los asesinos hacían mención de su religión, aunque solo fuera gritando "Allah akbar" para acompañar o justificar sus crímenes. Del mismo modo, el autor (anónimo porque el editorial expresa el punto de vista del diario) enumera las características del "antisemitismo ordinario, hecho de insultos cotidianos, inscripciones amenazantes en las escaleras o en las tiendas judías, reuniones hostiles, agresiones físicas, ostracismo en las escuelas". Pero nuevamente, parece que todo eso está sucediendo en Marte. No se menciona el origen y los motivos de lo que todavía se llama el nuevo antisemitismo. Autoproclamados representantes de la integridad periodística, los campeones del detalle veraz y de la precisión maníaca (sus artículos kilométricos) no encuentran que esto sea una cuestión de interrogación sociológica. O más precisamente, el editorialista ignora lo que dicen a pesar de todo, aunque con infinitos pudores, los informes periodísticos. No vean lo que muestran, parece decirnos. Mejor es hablar del "viejo y desagradable odio", sugiriendo así que el peligro viene siempre de la bestia inmunda, es decir, de la extrema derecha, ya que les culpará detestarla: es el terror de ser sospechoso de islamofobia lo que hace temblar la pluma de nuestros editorialistas de Le Monde.

Si el editorial omite la información más obvias, eso no afecta a los grandes sentimientos y a las grandes palabras, la denuncia de la "trivialización de lo intolerable" y las proclamas para "alertar las conciencias". En lugar de información, la compasión es lo que ofrecen.

Por lo tanto, agregaremos algunos elementos de comprensión para instruir al lector de Le Monde. Primero, ciertamente hay antisemitismo en la extrema derecha, pero como regla, no mata ni ataca. Y además se oculta. Lo que significa, muy concretamente, que se puede vivir (incluso si es repugnante) con él. Ningún judío francés deja el país debido a los votantes del Frente Nacional.

Por otro lado, existe desde hace veinte años un antisemitismo al que se prefiere no identificar: muy a menudo vinculado a la reivindicación de la identidad islámica, a veces envuelto en la conveniente coartada de los palestinos, y que representa uno de los principales marcadores de una secesión cultural que desafía nuestros valores y nuestras costumbres. No es evidente que sea practicado por la mayoría de los musulmanes, pero se trata de una gran minoría lo suficientemente grande para que se hable de un fenómeno social y para que muchos intelectuales y clérigos musulmanes se alarmen públicamente. Por otro lado, es el mismo antisemitismo que prevalece ampliamente en el mundo árabe y musulmán y que se acaba de descubrir con la afluencia de inmigrantes en Suecia y Alemania.

Todo esto es sumamente conocido y es el tema de muchos libros. Profesores, directores y doctores han testificado y las investigaciones han sido publicadas. La realidad de este antisemitismo es flagrante, pero Le Monde no la oye. Se dedican páginas y páginas a las supuestas depravaciones de Nicolas Sarkozy, Fillon o en revelar las corrupciones de X o Y, ese es el gran periodismo. Pero mirar a la cara un fenómeno del que uno lamenta todas sus manifestaciones tampoco es que sea tan malo.

Le Monde pide "una reacción de toda la sociedad" para "luchar contra la indiferencia, alertar a las conciencias, movilizar la solidaridad republicana, y así calmar la ansiedad y la ira, legítima, de la comunidad judía". Muy bien. Pero para tener una vaga oportunidad de revertir este antisemitismo, uno debería poder nombrarlo e identificarlo. Ahora bien, desde hace casi veinte años, en nombre de sus sentimientos antirracistas,  Le Monde y muchos otros mantienen su ceguera y no solo se niegan a ver, sino que insultan a quienes sí quiere ver llamándolos racistas. Si bien el antisemitismo preocupa a muchos judíos, es esta negación a identificar a sus autores lo que les enfurece y les hace dudar de Francia. Lo mínimo que se puede esperar de un periodismo que pretende ser un trabajo útil para la democracia y la República es que tenga en cuenta la realidad y la verdad. Cualquier día seran los periodistas de Le Monde los que veremos  expulsados de un desfile contra el antisemitismo por su hipocresía.

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