Tuesday, September 25, 2018

Una explicación muy oportuna del fracaso de Oslo: El peligro de la "normalidad" esterilizada - Dror Eydar - Israel Hayom



1.- Han pasado 25 años desde los Acuerdos de Oslo, y aquí estamos nuevamente hablando de que se ha abandonado la seguridad. El discurso que rodea la defensa de nuestro país está dominando los medios y oscureciendo un debate mucho más importante. En un momento en que la vieja élite cultural se aferra a conceptos que han perdido su relevancia moral y que en la actualidad están dañando el bienestar del estado y disminuyendo sus estándares morales y espirituales, es deber de las personalidades culturales volver a examinar los valores de la era actual y librarlos de la inmundicia que se ha aferrado a ellos por medio de la corrección política.

Inicialmente, el objetivo de la corrección política era proteger el discurso público de los males del racismo y del chovinismo, permitiendo que las minorías (y las mujeres) se expresaran libremente. Pero con el tiempo, el sistema de corrección política se convirtió en una especie de policía del pensamiento: una manera de monitorizar draconianamente el lenguaje (diciendo lo que podemos y no podemos decir o incluso pensar).

Por lo tanto, la corrección política ha eviscerado la dinámica del pensamiento y la libertad de dudar de todo. Por ejemplo, observen los intentos de linchamiento desde la prensa y los medios sociales dirigidos contra el escritor e historiador Gadi Taub (y no solo contra él), solo porque se atrevió a desviarse de la línea aceptada por el coro y utilizó su destreza intelectual y retórica para deconstruir los fundamentos conceptuales de los centros de poder institucionales (principalmente el Tribunal Supremo). Por cada rebelde que se atreve a decir lo que piensa, hay cientos que están cediendo a los dictados sociales y permaneciendo en silencio.

La existencia de libertad de expresión y de un lenguaje libre de los grilletes de la corrección política es un requisito previo para la libertad del espíritu y la libertad de pensamiento, incluso si el costo son insultos menores procedentes de algún grupo minoritario aquí y allá. En última instancia, las minorías también se beneficiarán de un discurso abierto e ilimitado que se atreva a examinar honestamente las normas ideológicas y morales que guían a su sociedad.

Tengo una teoría acerca de cuándo comenzó la policía política del lenguaje y de las ideas aquí en Israel. Pero por ahora, es importante que comprendamos que quienes establecieron las normas morales y políticas y definieron las creencias fundamentales que se han arraigado tan profundamente en nuestra cultura no fueron precisamente deidades. Su intelecto no es superior al de ninguna otra persona y su experiencia no es excepcional.

Es decir, sus calificaciones no justifican la reverencia casi religiosa que a menudo se les aplica en temas como la ocupación, la tierra, la pureza de las armas, la paz, la democracia, el nacionalismo, la solución de dos estados, la diáspora, el sistema legal y otros asuntos clave que toque cada aspecto de nuestra vida diaria.

2.- El pensamiento fundamental detrás del proceso de Oslo atrae una mirada más de cerca. Podemos continuar discutiendo sobre qué ideología es la más adecuada para guiarnos, pero la realidad nos ha demostrado claramente la respuesta a este argumento, en sangre y fuego. En la última década, los árabes han sido constantemente reacios a comprometerse con nosotros. Siempre hemos optado por hablar por ellos y escuchar solo las palabras agradables que deseábamos oír, volviéndonos complacientes y mal preparados. El hecho es que nunca han acordado firmar ningún acuerdo que finalice de forma permanente el conflicto y ponga fin de manera permanente a sus demandas.

La paz se comercializó bajo la suposición de que el conflicto sobre la tierra estaba entre dos movimientos nacionales: el movimiento sionista y el movimiento palestino. Esta suposición se basaba únicamente en el hecho de que deseábamos que fuera así. Lo vimos como lo "normal" y lo que esperábamos. Creímos que al igual que nosotros, los árabes quieren compartir la tierra para que todos podamos vivir una vida "normal". En cualquier caso, los desilusionados entre nosotros se dieron cuenta de que, si bien caracterizábamos a nuestros socios palestinos como representantes de un movimiento nacional, nunca aceptaron nuestro estatus nacional, viendo a los judíos como meros miembros de una religión, no de una nacionalidad.

En el mejor de los casos, vieron nuestra nacionalidad como una nacionalidad inventada, inventada no antes del siglo XIX. Los miembros de una religión no tienen derecho a una patria. La reacción actual entre los líderes árabes israelíes en contra de la ley del Estado-nación no es sobre la igualdad: la igualdad civil existe independientemente de la ley y ha existido desde el inicio de nuestra democracia. La resistencia se deriva de la objeción árabe al aspecto nacional del pueblo judío.

3.- El hecho de que generalmente evitemos discutir este tema importante, el cual deberíamos abordar antes que cualquier otro, es típico de nosotros y de las tendencias escapistas de los autores de Oslo. Dijeron que deberíamos comenzar con los temas en los que podemos estar de acuerdo, y con el tiempo, después de practicar el diálogo diplomático y pacífico, llegaremos a los temas centrales más polémicos, más receptivos y más abiertos al compromiso. Esta fue una estrategia terrible y nos costó demasiada sangre. Las cuestiones de Jerusalén y el derecho palestino de retorno deberían haberse abordado las primeras. El enfoque en asuntos menores creó una ilusión de un proceso de paz. Aprovechamos esta ilusión y creamos un volcán que, muy pronto, estalló y cubrió la realidad israelí con una lava maligna.

Con nuestras propias manos introdujimos a pandillas criminales en partes de Israel y, al principio, abusaron cruelmente de su propia gente, pero luego, usando las armas que les dimos y la legitimidad internacional que les otorgamos, comenzaron a luchar contra nosotros desde dentro de nuestra patria, más cerca que nunca de nuestras áreas más pobladas.

La violencia es fácil de entender. Quieren matarnos, y nos defendemos, y a veces atacamos. La peor parte, sin embargo, fue que los Acuerdos de Oslo aceptaron la afirmación árabe - en la que ciertas partes de Israel y la izquierda global también creen - de que robamos tierras que no eran nuestras, tierras que habían sido pobladas desde "tiempos inmemoriales" y que somos responsables del problema de los refugiados palestinos, y por lo tanto responsables de resolverlo. En otras palabras, nuestro derecho a esta tierra fue completamente ignorado. Este derecho fue el motor que impulsó al movimiento sionista desde el principio.

Los Acuerdos de Oslo "demostraron" a nuestros enemigos que no creemos completamente en que tenemos derechos exclusivos sobre esta tierra. A lo sumo, los partidarios de Oslo argumentaron que los árabes y nosotros compartimos los mismos derechos a la tierra. Pero cuando el lado israelí dice que dichos derechos pertenecen a ambos lados y el lado palestino dice que solamente les pertenecen a ellos, la realidad es la que es. Los palestinos y sus colaboradores están usando esta disparidad fundamental contra nosotros hasta el día de hoy, especialmente en la ONU y en Europa.

4.- Hay una capa más profunda en el debate que el tema de los derechos. No se trata de la disputa externa con los árabes, sino de la disputa interna entre nosotros.

Judea y Samaria, con Jerusalén en el centro, no son solo áreas geográficas. Son los "significantes" del "significado", para tomar prestados términos acuñados por el lingüista suizo Ferdinand de Saussure, que están intrínsecamente vinculados a nuestra identidad.

Nuestro regreso a nuestra historia y nuestra resurrección como pueblo moderno nos obligó a cortar las relaciones y desconectarnos de los aspectos religiosos de nuestra personalidad colectiva. Nos enfocamos en el nacionalismo secular, buscando ser como todas las demás naciones. Lo último que necesitábamos eran lugares y territorios bíblicos que pudieran despertar al demonio mesiánico y religioso dentro de nosotros, particularmente Jerusalén y el Monte del Templo.

Ostensiblemente, volvimos a Sión para que finalmente pudiéramos ser "normales" y dejar atrás la religión y la fe, esos asuntos individuales que no tendrían nada que ver con nuestra identidad nacional renovada y la entidad nacional que habíamos erigido.

El intento de entregar a los palestinos este núcleo de nuestra identidad religioso-histórica, y contentarnos con la "normalidad" nacional, implica carecer de aspiraciones espirituales y religiosas. Se consideró que mataba a dos pájaros de un tiro, llegando a un compromiso territorial que traería la paz que anhelabamos, al mismo tiempo que nos librábamos del volátil volcán mesiánico que representaban estos territorios. No debe haber un tercer Templo: fuimos destruidos dos veces debido al Templo. Pero fue una ilusión: un intento de reprimir la raíz más profunda de nuestra existencia como pueblo.

La ilusión es la creencia de que es posible separar los aspectos nacionales y religiosos de nuestra identidad. Es increíble cuán rápido olvidamos que nuestra resurrección "secular" descansó en 2000 años de historia religiosa que giraba en torno al recuerdo real de Jerusalén y la tierra de la Biblia. No hay sionismo sin Sión.

En ese sentido, la idea de dividir la tierra significaría dividir artificialmente la parte religiosa de nuestra identidad de la parte nacional. Pero todo lo que se reprime, especialmente si es algo tan importante, está destinado a resurgir. Incluso si lo encerramos detrás de un millón de cerraduras. "Le extenderé la paz como un río, y la riqueza de las naciones como una corriente desbordante... y seréis consolados en Jerusalén" (Isaías 66: 12-13).

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