Saturday, June 30, 2007

Un estado "tabloide" - Ari Shavit - Haaretz

El 12 de julio de 2006, cuando el gobierno decidió ir a la guerra, su objetivo declarado era recuperar a los dos soldados secuestrados. Los tabloides (periódicos populares) israelíes apoyaron aquella guerra porque apoyaban el principio de no ceder ante el terror. Creyeron que era correcto enredarse en esa guerra, porque de ninguna manera se puede negociar con una organización terrorista y aceptar sus demandas. Los tabloides creyeron que someterse a la extorsión ponía en peligro a Israel, hasta el punto de que estaba justificado el sacrificio de docenas o quizás cientos de soldados y civiles israelíes.

El 26 de junio de 2007, esos mismos tabloides tocaron una melodía diferente. Después de escuchar 72 segundos de una cinta, abogaron por negociar con la organización terrorista y aceptar sus demandas. A causa de una inteligente manipulación emocional por parte del enemigo, volvieron a utilizar sus primeras páginas pero esta vez para apoyar una rendición incondicional frente al terrorismo.

Para ser justos hay que decir que los tabloides también publicaron otras opiniones que sugerían un acercamiento más cauteloso y equilibrado. Pero el clima que crearon invirtió la posición que adoptaron hace sólo un año, cuando apoyaron los tambores de guerra en el conflicto del Líbano.

Estas primeras páginas irresponsables e imprudentes de los tabloides deben ser contempladas dentro de un contexto. Uno de ellos está inmerso en una crisis profunda y el otro está bajo presión, y ambos se preparan con nerviosismo ante el lanzamiento de un nuevo, rico y patriótico diario, que está a punto de cambiar el paisaje de los medios en Israel.

Esta amenaza causa un giro hacia un periodismo emocional, y les conduce, incluso a los que utilizan estándares responsables y profesionales, hacia posturas populistas, con titulares agresivos y una transitoria manipulación emocional.

El problema expuesto esta semana no es solamente el de estos medios. Un año después del rapto de Shalit y de la Segunda Guerra del Líbano, Israel se vuelve hacía sus enemigos nervioso y expuesto. Se parece a un estado sin ningún componente emocional, militar, y sin capacidad, ni inteligencia, para tratar con los secuestradores de los soldados. Es un estado sin una estrategia definida o consecuente para encarar a los fanáticos que lo atacan.

Un año después del trauma del verano 2006, Israel aun no posee ninguna política consistente, y permanece sin principios y sin espina dorsal. No determina la realidad de su existencia, sino que fluctúa entre las fuertes corrientes que le afectan.

Hay que admitirlo: el año transcurrido tras la guerra del Líbano fue un año fracasado. Y este fracaso no es menos severo que el de la guerra en sí mismo. Israel no recobró su juicio, no lanzó la iniciativa de paz requerida, no renovó su poder militar correctamente. Tampoco colocó un mando digno al timón, ni examinó todos sus sistemas, ni realizó reformas vitales en su gobierno, en su educación y en su moral nacional.

En vez de obrar como una república soberana civilizada, Israel actuó como un estado “tabloide”. Avanzó de un titular a otro, tambaleándose entre uno y otro, transmitiendo su carencia de seriedad a sus enemigos y difundiendo irresponsabilidad a sus ciudadanos. Israel, durante este año, fue un país sin principios ni memoria. Un estado frívolo de tonos chillones y de manipulaciones pasajeras.

El futuro de Israel en esta región depende de su resolución. La pérdida de resolución es iguala a la pérdida de la vida. Un país que va a la guerra un verano por principios y luego los abandona el verano siguiente es un estado sin resolución. Si sigue actuando como un estado “tabloide”, de forma inconsecuente e irresponsable, un año más, veremos muchas primeras páginas populistas teñidas de rojo y ensangrentadas.

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