Friday, January 18, 2008

Una reacción a las posiciones palestinas - Yossi Alpher - Bitterlemons

El primer ministro Ehud Olmert y otras personalidades israelíes, tanto del gobierno como de la oposición, han pedido a los dirigentes palestinos reconocer a Israel como Estado judío, y eso en tanto elemento integrante del naciente proceso de paz. `Por parte de Ehud Olmert, el momento parece sobre todo motivado por la necesidad de tranquilizar al ala derecha de su propia coalición. Se puede esperar, sin embargo, que él comprenda que, ciertamente, en este momento del proceso la solicitud es superflua. Incluso puede ser contraproducente.

Sin embargo, el concepto de Israel como Estado judío es extremadamente importante para captar la evolución de la opinión mayoritaria israelí, tanto a propósito del proceso de paz con el movimiento nacional palestino, como con la coexistencia con los ciudadanos palestinos de Israel.

Para la mayoría de los israelíes Israel siempre ha sido un Estado judío. O, para adoptar una formulación más laica, el Estado del pueblo judío. Después de todo, desde el punto de vista del derecho internacional, es la definición más legítima de Israel. La declaración Balfour de 1917, ratificada ulteriormente por la Sociedad de Naciones, declara que "Palestina se reconstituirá como el Hogar Nacional del pueblo judío". La Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1947, crea un Estado árabe y un Estado judío en la Palestina mandataria. La definición de Israel como un "Estado judío" está inscrita en la Declaración de Independencia de Israel de 1948, precisamente para conformarse al derecho internacional.

Para la inmensa mayoría de los judíos, la única razón del sionismo es la existencia de un Estado judío. La mayoría de los israelíes no ven ninguna contradicción, en ese estado, entre el hecho de ser "judío" y el de ser "democrático". Ni tampoco un problema en el hecho de erigir el estatuto de los ciudadanos árabes de Israel como minoría nacional dentro de un Estado judío. Y es eso mismo lo que crea hoy espinosos problemas.

El reconocimiento palestino del carácter judío de Israel, como componente de una fórmula de finalización del conflicto, fue un elemento secundario en las negociaciones de Camp David en el 2000. Cuando Israel firmó sus tratados de paz con Egipto y Jordania, no exigió ser reconocido como Estado judío. La demanda se ha convertido en central en los últimos años. Después de Camp David, la opinión dominante israelí ha deducido, por las reivindicaciones y comportamientos palestinos, que el ideal palestino de una solución de dos Estados se resume de esta manera: un Estado árabe al lado de otro, llamado Israel, el cual es contemplado como un futuro Estado binacional judeo-árabe. Tal como lo contemplan los palestinos, Israel incluiría una importante población indígena árabe con un gran crecimiento demográfico. Un Estado que además sería presionado para que absorbiera a los refugiados palestinos. Eso, según la concepción palestina de la aceptación de una responsabilidad en los acontecimientos de 1948, supondría para Israel el reconocimiento de facto de un supuesto "pecado original", a saber, la expulsión de los refugiados palestinos.

Hoy, a la vista de esta percepción israelí de lo que representa la concepción final de los palestinos de una solución de dos Estados, Israel no puede permitírselo aceptarlo, aunque representase un retorno simbólico de algunas millares de refugiados. Excepto si los palestinos renuncian al derecho al retorno y aceptan a Israel como Estado judío. En otras palabras, en su mayoría la población israelí ha concluido que la reivindicación palestina de que Israel reconozca el derecho al retorno, incluso a nivel "teórico" y para otorgar una "satisfacción psicológica" a los palestinos, es contradictoria con la solución de dos Estados, tal como la contemplan los israelíes y tal como la concibe la comunidad internacional.

La postura de los negociadores palestinos, que ha generado la petición israelí de ser reconocido como Estado judío, no se expresa solamente sobre la cuestión del derecho al retorno. Su origen profundo reside, aparentemente, en la percepción palestina y, en general, árabe, de que los judíos no conforman inclusive un pueblo como tal. O que, sí lo son, no son los autóctonos del país hoy denominado Israel.

Tomemos el caso de Jerusalem. Es en Camp David y por medio de los principales portavoces palestinos, desde Arafat hasta Abbas y sus colaboradores, donde informan a sus interlocutores que "nunca existió un templo judío en el Monte del Templo". Según las fuentes autorizadas palestinas, es solamente en Camp David cuando la parte palestina !! capta por primera vez la importancia capital del Monte del Templo para los judíos ¡¡.

Poco importa que antes del conflicto, la propia historiografía árabe voluntariamente hubiera reconocido que las mezquitas de Monte del Templo fueron deliberadamente construidas sobre las ruinas del Templo, haciendo así beneficiario al Islam del prestigio y de la percepción de su continuidad con el judaísmo. Hoy en día, los palestinos son incapaces de aceptar una solución que reconozca las raíces hebreas del Monte del Templo y, en consecuencia, garantizar el acceso a los judíos. Y la mayoría de Israel es incapaz de aceptar algo menos, rechazando aceptar la fabula palestina según la cual los judíos de Israel no son más que una banda de colonialistas sin raíces, establecidos en un país obtenido por la fuerza.

La posición palestina sobre está cuestión se traduce igualmente en las declaraciones de principios de la opinión mayoritaria árabe israelí publicadas durante el pasado año. Esas declaraciones reivindican que Israel se convierta en un Estado binacional. Eso significa que el futuro estatuto de los ciudadanos palestinos de Israel está en adelante directamente ligado al resultado de las negociaciones israelo-palestinas sobre la cuestión del Estado judío.

Según la opinión general, era vano e inútilmente provocador, de parte de OImert, plantear ahora ese problema. Por lo mismo, la ministro de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, no tenía que haber declarado francamente que los ciudadanos palestinos de Israel podrían encontrar su identidad nacional en el nuevo Estado palestino. Pero parece claro que los palestinos deben comprender estos dos puntos:

(1) - Esas afirmaciones israelíes constituyen una reacción directa a sus propias posiciones relativas a la naturaleza última de Israel.

(2) - Será imposible poner un punto final al conflicto sin que las posiciones palestinas sobre cuestiones como los refugiados y Jerusalem reconozcan que Israel está edificado sobre la historia y las tradiciones judías en la patria histórica del pueblo judío.

Y de paso hacemos observar que los israelíes que sostienen en su mayoría una solución de dos Estados, no experimentan ninguna dificultad a la hora de ofrecer un reconocimiento paralelo a los palestinos en cuanto a su historia, a sus tradiciones y a su patria.

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