Saturday, March 29, 2008

La locura de Givat Ze'ev - Amnon Rubinstein

La advertencia entregada a Israel por la Ministro de Asuntos Exteriores Condoleezza Rice en cuanto a la reanudación de la construcción de 750 unidades de alojamientos en Givat Ze'ev saca a la luz nuevamente la cuestión de la creación o ampliación de los establecimientos judíos en territorios generalmente considerados como palestinos.

Estas advertencias fueron acompañadas por fuertes críticas del secretario general de las Naciones Unidas, Ki-Moon, y de la Unión Europea, refiriéndose al map of road y que supone que Israel debe cesar tales actividades.

Estas declaraciones demuestran una vez más las cuestiones en juego. La reprimenda suave de Rice, que describe la decisión israelí como "inútil", es sobre todo significativa por el modo como fue entregada por la administración americana, el mejor amigo que Israel ha tenido alguna vez, y que ha ocurrido al mismo tiempo que Israel afronta graves dilemas de seguridad y decisiones cruciales.

Hay dos preguntas separadas acerca de los establecimientos. La primera está relacionada con su legalidad y legitimidad; la segunda con su “deseabilidad”.

Para los judíos más ortodoxos, la primera pregunta es irrelevante: ellos creen fervorosamente que establecerse en la cuna histórica de la civilización judía es una materia de la voluntad divina y un deber ordenado por la fe. Pero para la mayor parte de los israelíes, que quieren que su estado sea tanto judío como democrático, así como un miembro de la familia de las naciones democráticas, las cuestiones de la legitimidad poseen una importancia cardinal.

Colocar a judíos fuera de Israel es - así se presenta - ilegal para la ley internacional y un error moralmente. La cuarta Convención de Ginebra, que Israel ha firmado y ha ratificado, prohíbe tales establecimientos. La verdad es que la Knesset no ha traducido estas provisiones en la legislación israelí, pero en la opinión de este comentarista tal acto de recepción doméstica es innecesario en cuanto la Convención, por su misma definición, está relacionada con territorios ocupados que están fuera de los límites de la ley israelí y de su jurisdicción.

Por lo menos Israel acepta las provisiones humanitarias de esta Convención, y la Corte Suprema ha actuado sobre dichas provisiones. El gobierno ha declarado, en declaraciones juradas, que los establecimientos en territorios ocupados están allí para una duración limitada y se justifican por consideraciones militares.

Estas declaraciones no son, por no decir algo peor, exactas.

Estos establecimientos, creados a un alto precio para proporcionar alojamiento a decenas de miles de judíos, son vistos como comunidades permanentes; el desarraigo de los establecimientos de la Franja de Gaza fue una experiencia angustiada hasta para aquellos que abogaron entonces por dicha decisión.

Para los sucesivos gobiernos israelíes declarar lo contrario, y para los tribunales aceptar esta falsedad ostensible, ha sido un ejercicio de una absoluta falta de sinceridad.

Pero la cuestión no es simplemente una ley internacional. Al establecer comunidades puramente judías en la Cisjordania, y aplicar un sistema legal israelí a sus residentes, Israel ha creado un sistema dual dentro del mismo territorio - uno aplicable a los judíos, y otro a los árabes. Esta dualidad ha tenido un impacto negativo sobre la vida pública israelí, ha molestado con toda la razón a muchos de nuestros amigos y ha sido responsable de la radicalización de la izquierda israelí.

Además, también ha generado que se identifique a menudo estos establecimientos con los establecidos por la Yishuv durante el mandato británico. Los pobladores socialistas del pasado se consideraron los precursores de un estado judío en el cual judíos y árabes compartirían una misma igualdad ante la ley y nunca soñaron con ninguna separación entre árabes y judíos. Añadan a esto la infracción de la tarea asignada a Israel de interrumpir la creación y la ampliación de estos establecimientos, y ustedes comenzarán a entender la locura de la decisión en Givat Ze'ev.

En resumen, Israel, según sus leyes básicas, aspira a ser un estado judío y democrático. Sus puestos avanzados en la Cisjordania son judíos, pero no democráticos. Es por lo qué este comentarista piensa que estos establecimientos son uno de los errores más graves de Israel - un error que conducido a chocar con la ley internacional y con nuestros amigos en el extranjero.

Pero la segunda cuestión, la “deseabilidad”, es relevante hasta para los israelíes que no están de acuerdo conmigo. Suponiendo que las anteriores reflexiones puedan están equivocadas, porque el deber divino reemplaza a todos los demás o porque mi análisis legal es erróneo, la cuestión aún está ahí: ¿es deseable, desde un punto de vista del interés propio puramente israelí, ir contra la opinión pública internacional y desatender el consejo de nuestros amigos a fin de establecer unos establecimientos en los cuales van a vivir una pequeña fracción de nuestra población?

¿Es sabio invitar a la ira del enemigo, y del amigo, debido a la voluntad de colocar a los judíos en las colinas de Samaria y Judea, y hacerlo en un período en el que Israel afronta graves peligros para su seguridad y su existencia?

A causa de radicalismo islámico y del rechazo árabe, Israel se encuentra ante una situación muy complicada; en efecto, estamos de regreso a 1948 - una pequeña isla en un mar de enemistad árabe y de fanatismo musulmán. Las posibilidades de alcanzar una paz duradera con nuestros enemigos, incluso con el cercano Irán nuclear, son escasas. La verdad es que este odio insondable hacia el estado judío no menguaría con la interrupción de la creación y/o ampliación de los nuevos establecimientos. Pero esa no es la cuestión.

A fin de sobrevivir, debemos confiar en la ayuda activa de nuestros amigos. Es una locura fastidiar a esos amigos, y sobre todo a los EE.UU, a fin de satisfacer los deseos religiosos y políticos de una minoría. La advertencia de Rice debería ser escuchada fuerte y clara en Jerusalén.

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