Wednesday, April 29, 2009

Yo soy sionista y estoy orgullosa de ello - Sara Miller - Haaretz



"Te doy seis meses", me dijo un pariente cercano el día antes de que embalara mi vida en dos mochilas y las arrastrara 2.000 millas desde Gran Bretaña. Una década después, todavía estoy aquí y estoy orgullosa de ser una Olah vatika (un inmigrante veterano).

Incluso dentro de Israel, el concepto de Aliyá por sionismo es a menudo un concepto extraño. En particular, los jóvenes israelíes no pueden entender por qué alguien de un país claramente próspero, con una cultura rica y una sociedad progresista, y que está relativamente libre del terrorismo, tendría que elegir tirar todo, abandonar su familia y amigos, y dirigirse a un país tan lleno de problemas internos y de violencia.

Mi motivación puede resumirse en una palabra: sionismo. En las últimas décadas el sionismo se ha convertido en una palabra con mala reputación en el mundo. Se ha utilizado como un insulto y con una falta de respeto evidente, asimilándola al colectivo que conforma el pueblo judío, como una abreviatura del Estado de Israel dentro del contexto del conflicto con los palestinos, e inclusive como un sinónimo del movimiento colono.

Es la hora de recuperar esta palabra como una expresión de orgullo. El sionismo es lo que ha impulsado y conducirá, en el pasado, en el presente y en el futuro, a los judíos de todo el mundo a dirigirse hacia a un minúsculo pedazo de tierra en una región asolada por la guerra.

Esta necesidad de pertenecer a Israel no es siempre apreciada por la población ya residente. En un abarrotado autobús de Tel Aviv, cuando protesté por un axila colocada en frente de mi cara, se me dijo que me volviera a América. Los israelíes nativos se ríen de mi acento británico, pero por contra mi hebreo es fluido, mientras que ellos manejan un inglés atroz y matarían por mi pasaporte de la UE.

Irónicamente, he descubierto que es la clase obrera israelí, acosada como está por las dificultades económicas, la que parece más comprensiva y receptiva ante mi decisión. Su orgullo por la patria es real, alegre e implacable.

Israel es donde pertenezco. Aquí es adonde pertenecen los judíos, ya sea porque vivan aquí, porque estén de visita o simplemente porque sientan una conexión espiritual con este lugar. Es la finalización de una aspiración de miles de años, a través de pogromos, persecuciones y el genocidio.

No es que yo fuera víctima de un verdadero antisemitismo cuando vivía en Gran Bretaña, pero siempre existe un ominoso trasfondo. Mi sinagoga de Manchester, como otras muchas, ha contratado una empresa de seguridad privada que la vigila durante las principales festividades, y mi escuela judía de primaria tiene una valla de alambre de púas. Sin embargo, no hay nada parecido a lo que vivieron mis bisabuelos de Europa oriental o lo que condujo a mis parientes austriacos a la muerte en las cámaras de gas de Auschwitz.

Yo podría ser perfectamente un producto de mi entorno en Gran Bretaña - perteneciendo a un movimiento juvenil judío, con una educación judía, y un hogar judío -, y hay aún muchas cosas que me perturban, asustan y entristecen de Israel, como su incapacidad para conciliar la realidad con nuestros vecinos los palestinos, como su caprichosa actitud ante la guerra y como la intolerancia que se demuestran los laicos y los religiosos por igual. Todos ellos judíos. Pero aquí estoy.

Este es mi décimo Yom Hazikaron y Yom Ha'atzmaut como una israelí. Ha sido a menudo difícil, a veces solitario, a veces aterrador, pero nunca un motivo para lamentarlo.

Siempre me acerco a la Plaza Rabin para oír la sirena por los muertos y para danzar por la vida. Yo soy sionista y me siento orgullosa. Este es mi país y me encanta. Aquí me encontrarán.


(Sara Miller es editora del Haaretz.com)

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