Sunday, May 24, 2009

¿Qué tipo de normalización? - Oded Eran - Ynet

El cebo ofrecido a Israel mediante la iniciativa de paz árabe del 2002 - a cambio de una retirada completa a las líneas de 1967, del reconocimiento de Jerusalém oriental como capital del Estado palestino y de una solución justa a la cuestión de los refugiados – pretendía poner fin al conflicto árabe-israelí y generar unas "relaciones normales". El Rey Abdullah de Jordania se ha comprometido con Israel, en una entrevista con el Times de Londres, a que sería acogido con los brazos abiertos por los 57 países árabes y musulmanes. Afirma además que hoy existen más países reconociendo a Corea del Norte que a Israel.

Perder en un certamen diplomático de belleza ante un régimen tan sádico como el de Corea del Norte resulta sin duda doloroso, a pesar de que una rápida verificación revela que hay más misiones diplomáticas de Israel que de Corea del Norte. También cabe señalar que más de un tercio de las misiones diplomáticas de Pyongyang están en los Estados árabes y musulmanes.

De hecho, Israel debe resolver el conflicto por razones bastante más importantes que obtener un mayor reconocimiento que Corea del Norte. La solución es vital para preservar el carácter judío y democrático del Estado. Sin embargo, nos incumbe examinar qué vamos a recibir a cambio. Los dos precedentes establecidos por los acuerdos de paz firmados por Israel, con Egipto y con Jordania, no son muy alentadoras con respecto a unas "relaciones normales". Decenas de concesiones, memorandos de acuerdos y suplementos sobre todos los aspectos de las relaciones no han conseguido que esos vínculos dejen de ser estrechos y estériles. Uno no debe subestimar el hecho de que estos acuerdos hayan descartado un posible conflicto armado entre Israel y sus dos vecinos, y que además existe un muy importante diálogo de seguridad con ellos. Esos resultados nos animan a proseguir en la búsqueda de acuerdos de paz. Pero que quede claro, estos no son los vínculos que habíamos esperado.

De hecho, las relaciones entre los 57 países árabes y musulmanes no son ni sólidas ni múltiples. A Israel le supuso más de 50 acuerdos de normalización con Egipto, debido en gran medida a esa ingenuidad y a la hipótesis oculta de que "las relaciones normales" son una garantía que impide un estallido de las hostilidades. La sociedad civil egipcia, incluidas sus élites, siguen boicoteando a Israel, y no solamente porque aún no se haya encontrado una solución al conflicto israelí-palestino. Y también resulta difícil esperar que "las relaciones normales" con Jordania - donde dos tercios de su población es de origen palestino – vayan mucho más allá del diálogo entre los gobiernos, el cual también ha disminuido en los últimos años.

En todo caso, no se trata solamente de que los gobiernos de Egipto y Jordania y sus sociedades civiles tengan la culpa de la falta de esas "relaciones normales". Distintos gobiernos de Israel han perdido la ocasión de forjar unos vínculos más estrechos, en particular porque han cedido a la presión de diversos grupos de interés que no deseaban tener competencia en el ámbito de los puertos marítimos, aeropuertos y centrales eléctricas. .

Si Israel considera que las negociaciones con Siria y los palestinos, juntamente con la iniciativa árabe, están en el orden del día, tendrá que presentar un plano más práctico, exponiendo una caracterización exacta de sus exigencias en lo que se refiere a unas "relaciones normales", al menos en lo que respecta a la utilizada en el acuerdo de paz con Egipto. Plantas regionales de desalinización, oleoductos de agua y energía, líneas de telecomunicación y la utilización conjunta de infraestructuras, como aeropuertos y puertos marítimos en Aqaba y Haifa, harán brotar un conjunto de intereses comunes más relevantes que los que puedan ofrecer los brazos abiertos de cientos de millones de musulmanes. Cuando el arsenal nuclear de Pakistán, que es uno de los mayores países musulmanes, es susceptible de caer en manos de elementos extremistas, la cuestión de si la Filarmónica de Karachi visitará Tel Aviv no debería ser un problema para el Rey Abdullah, Barack Obama o Benjamin Netanyahu.

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