Saturday, August 22, 2009

Un horizonte de paz - Ari Shavit - Haaretz

Resulta evidente la revolución económica. El intercambio económico entre la Autoridad Palestina e Israel ha aumentado un 42% durante el pasado año. El número de vehículos importados a la Autoridad Palestina se ha incrementado un 44%. El consumo de combustible un 29%, mientras que el desempleo se ha reducido del 19,5 al 15%. Las cifras oficiales dicen que el índice de crecimiento anual de Cisjordania es del 7%. Estimaciones no oficiales son más cercanas a un 11%. No cabe duda de que en los últimos dos años, el Primer Ministro palestino Salam Fayyad ha creado un verdadero milagro económico.

Esta revolución oculta está orientada en la seguridad. En 2007, el IDF mató a 76 palestinos en Cisjordania. En 2008 murieron 51 palestinos. En el primer semestre de este año murieron sólo 12 palestinos. El IDF no sólo disminuyó el número de checkpoints en Cisjordania de 45 a 14. Casi ha abandonado las grandes operaciones. La dramática disminución del perfil de las actuaciones militares y la reducción de la fricciones no se ha traducido en una renovación del terrorismo. Las cosas permanecen tranquilas, muy tranquilas.

La tranquilidad es mantenida por una cooperación sin precedentes entre el IDF y las cinco ramas de la seguridad palestina. La coordinación entre las ramas, y entre éstas y la Autoridad Palestina e Israel, no ha sido nunca tan próxima. A diferencia de la época de Oslo, esta vez no existe un blanqueo, con presunciones y fingimientos. No hay puertas giratorias. Los dos comandantes israelíes sobre el terreno (los generales de brigada Noam Tibon y Yoav Mordechai) y los cinco jefes del bando palestino han logrado el milagro de la seguridad en la Cisjordania.

La tercera revolución está en la conciencia pública. Durante decenas de años, el movimiento nacional palestino se veía empañado por el Arafatismo. Pretendía ser laico-pragmático, pero era nacionalista-religioso. El Arafatismo se centró en la destrucción de Israel, no en la construcción de Palestina. Sin embargo, la muerte de Arafat y la toma de la Franja de Gaza por Hamas han liberado a Cisjordania del Arafatismo. Se reconoció el fracaso que supuso la Segunda Intifada. El temor al extremismo religioso aceleró este proceso. Por lo tanto, la abrumadora mayoría en Cisjordania, finalmente, comenzó a funcionar como una opción pública laica y pragmática. Muchos palestinos dejaron de pensar y actuar como víctimas. En virtud del liderazgo de Fayyad han tomado su destino en sus propias manos y han comenzado a construir su futuro.

Pero las tres revoluciones que cambiaron Cisjordania se encuentran ahora en peligro. El primer riesgo proviene de ala derechista israelí, esas personas que llegan a Cisjordania y desean reconstruir Homesh. Una derecha que quiere legitimar la ilegalidad de los asentamientos avanzados y seguir construyendo en todos los asentamientos. Una derecha que está tratando de aprovechar la calma para perpetuar el statu quo.

El segundo peligro proviene de los antiguos dirigentes palestinos. Este liderazgo continúa insistiendo en un inmediato acuerdo de estatus final. Y puede acortar la primavera que ahora se vive en Cisjordania reactivando la discusión sobre el derecho de retorno. Puede destruir todo lo que se logró en Jenin, Naplusa y Ramallah con negociaciones prematuras sobre Jerusalém. Incluso podría intentar derribar al propio Fayyad.

Tanto la extrema derecha israelí como la vieja guardia palestina son anacrónicas. Ni se han enterado de nada, ni han olvidado nada. Están aún en los 90. Así que si el Primer Ministro Benjamin Netanyahu cae en la trampa de los colonos y si el Presidente de los EEUU Barack Obama sigue los pasos de su homólogo palestino, Mahmoud Abbas, una explosión podría acontecer. Así como el momento de gracia del decenio de 1990 se evaporó, eso mismo podría ocurrir en el actual momento de gracia.

Pero si el enviado especial de los EEUU, George Mitchell, desarrolla un plan de paz creativo para su presidente, puede ser posible evitar los errores del pasado. Este nuevo plan debe basarse en Fayyad y en su camino. Debe llevar a los palestinos a un estado de una manera enérgica, pero realista. En lugar de tratar nuevamente el conflicto de una manera teológica irresoluble, debe establecer una dinámica práctica basada en la esperanza. El desafío de Obama durante este otoño es dar a la revolución de Cisjordania un horizonte de paz, evitando empujarla hacia atrás, hacia una realidad de guerra.

[N.P.: ¿Ataque de optimismo de Ari Shavit?]

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