Monday, September 28, 2009

El vecindario de Obama - Ari Shavit - Haaretz

El trabajador comunitario Barack Obama llamó a los dos matones del barrio para domesticarlos en el Waldorf-Astoria. Estoy perdiendo la paciencia, les dijo el presidente al primer ministro israelí y al presidente de la Autoridad Palestina. Ya he tenido suficiente con sus payasadas, sus provocaciones y sus travesuras infantiles. Estoy harto de su lucha de más de 100 años en la que están rompiendo ventanas, destrozando comercios y arruinando la vida del vecindario.

Aunque no soy un policía de barrio, al estilo Rudy Giuliani, tampoco soy un chivo expiatorio. Si ustedes dos no se reúnen para poner fin a esta maldita guerra de bandas me voy a ocupar de ustedes personalmente. No soy un julay de Boston o de Estocolmo, soy de Chicago. Y en Chicago saben cómo manejar a jefes de bandas como ustedes. Si no se dan prisa, y rápido, voy a darles lo suyo.

Obama tiene razón, pero la culpa la tiene el mismo. Para construir una comunidad tiene que entender que, al día de hoy, Obama no ha demostrado entender el Oriente Medio. Y se necesita poseer un concepto realista en torno al cual reorganizar la comunidad, y hasta hoy Obama carece de tal concepto. ¿Son irritantes Benjamin Netanyahu y Mahmoud Abbas? Estén seguros de ello. ¿Son mezquinos? Por supuesto. Pero ambos dos no son la causa del problema, son sus síntomas.

Si el trabajador comunitario no identifica el problema es que no tiene ninguna posibilidad de hacerle frente. Incluso si doma a chavales complicados una y otra vez, inclusive si los golpea en sus cabezas, Barack Obama va derecho hacia el fracaso en el Oriente Medio.

Este es el verdadero problema: la situación entre israelíes y palestinos es inaceptable. La continua ocupación de Cisjordania priva a los palestinos de sus derechos como individuos y como pueblo, además de poner en peligro la naturaleza de Israel como Estado judío y democrático, perjudicando los intereses de Occidente. Pero una oferta para poner fin a la ocupación de forma unilateral está condenada al fracaso.

La lección de la desconexión de Gaza es que una retirada sin un acuerdo político sólo inflama a los extremistas palestinos, empujando a la paz más lejos e inclusive trayendo a la guerra más cerca. Esta retirada podría conducir a un desastre humanitario palestino, a un debilitamiento estratégico de Israel y socavaría la propia estabilidad regional que Estados Unidos está tan interesado en alcanzar.

Pero el intento de poner fin a la ocupación a través de la consecución de la paz ha fracasado. La lección de Oslo, de Camp David y de Annapolis es evidente: los dirigentes palestinos más moderados no están dispuestos a aceptar la propuesta de paz de mayor alcance de Israel. En 16 años de un minucioso y agotador proceso de paz, los palestinos nunca estuvieron de acuerdo en realizar una sola concesión en algún tema central. Su negativa a reconocer a Israel como Estado judío, a un estado palestino desmilitarizado o a renunciar a su demanda de un retorno de los refugiados a Israel, ha bloqueado la paz en el pasado, está bloqueando la paz en el presente y lo seguirá haciendo en un futuro previsible. A partir de ahora no hay interlocutor palestino verdadero para la partición del país. El problema palestino de Obama no se puede barrer bajo una alfombra de palabras.

Es una cruel realidad: la ocupación es inaceptable e imposible, y la retirada unilateral es peligrosa. Esos son los tres lados de la trampa. Este es nuestro barrio. Esta es la situación a la que la comunidad debe hacer frente.

Los dos predecesores de Obama en la Casa Blanca se golpearon la cabeza contra la pared del Oriente Medio. Bill Clinton trató de precipitar una revolución de paz, pero fracasó. George W. Bush trató de fomentar una revolución democrática, pero creó un caos en su lugar.

La lección que el actual presidente debe aprender de esos contundentes fracasos es que no hay espacio para revoluciones en el Oriente Medio. A esta región se la debe proporcionar un tratamiento evolutivo y no uno revolucionario.

La palabra clave es: proceso. Nada de “golpes decisivos”, sino un largo y minucioso proceso que consiga poco a poco cambiar la sociedad palestina y, al mismo tiempo, llevar al final de la ocupación. Nadie es más adecuado para esta tarea que Obama. Este talentoso trabajador comunitario tendrá que ver de una vez como de deteriorado está este barrio y el violento vecindario que lo habita.

En lugar de perder el tiempo en esfuerzos condenados al fracaso a la hora de obtener que Netanyahu y Abbas sigan el camino hacia una paz ilusoria denominada Solución Ahora, Obama debería iniciar un proceso gradual, profundo y prudente que llevara sin descanso a la partición del país.

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