Cuando Armageddon vive en la puerta de al lado – Benny Morris - LA Times

Militares israelíes guardando dos minutos de silencio durante la ceremonia en honor de los 22.684 israelíes (soldados y víctimas) caídos por Israel en el Kotel - ©Ronen Zvulun
Me lo he tomado como algo personal: el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, quiere matarme, a mi familia y a mi pueblo. Día tras día, anuncia la inminente desaparición del "régimen sionista", lo que quiere decir Israel. Y día tras día, sus científicos y técnicos están avanzando hacia el armamento atómico que le permitirá llevar esto a cabo.
Los judíos de Europa (y los polacos, los rusos, los checos, los franceses, etcétera) también deberían haber tomado como algo personal las amenazas de Adolf Hitler y su serio desafío a la comunidad internacional desde 1933 hasta 1939. Pero se le permitió, por las grandes potencias y por la Liga de las Naciones Unidas, ejercitar sus músculos, rearmarse, remilitarizar la región del Rin y luego engullir a los países vecinos. De haber sido detenido antes de la invasión de Polonia y del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, las vidas de muchos millones, judíos y no judíos, se habrían salvado. Pero no fue así.
Y tampoco parece que se detendrá a Ahmadinejad. No por los Estados Unidos y la comunidad internacional, en todo caso. El presidente Obama, cuando no se obsesiona con el destino siempre ingrato de los palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza, propone para frenar el programa nuclear de Ahmadinejad las sanciones internacionales. Pero aquí la paradoja: cuanta más amplia es la red de movilización de Obama, y cuanto más importante son sus principales objetivos, más débiles parecen las sanciones y más remota se vuelve su aplicación. China, al parecer, sólo aceptará un Consejo de Seguridad de resolución de la ONU si las sanciones se diluyen hasta el punto de su falta de sentido (y tal vez ni siquiera entonces). Lo mismo parece aplicarse a los rusos. Mientras tanto, Irán avanza hacia la bomba. La mayor parte de los organismos de inteligencia del mundo creen que sólo será cosa de uno a tres años.
Tal vez Obama se proponga ejecutar unilateralmente las medidas y sanciones más duras por parte de América (y, quizás le sigan los europeos). Pero si China y Rusia (y algunos miembros de la Unión Europea) no siguen su juego, las sanciones serán inefectivas. E Irán seguirá su curso mortal.
A finales de 2007, la comunidad de inteligencia de los EEUU, pensando conforme a sus deseos y conveniencias, y también por su incompetencia, anunció que los iraníes habían detenido en 2003 parte de su programa de armas nucleares. La semana pasada, Obama contradijo expresamente esta apreciación. Por lo menos, ahora la administración americana reconoce públicamente cual es el obstinado objetivo de los iraníes, aunque aún no reconozcan lo que vendrá después: principalmente, la destrucción de Israel.
Es cierto que Obama ha tratado de movilizar a la comunidad internacional para imponer sanciones a Irán. Pero ha sido una tarea imposible, dado el egoísmo y la miopía de los gobiernos y de los pueblos. Las sanciones se supone que se impondrían en el otoño de 2009, luego se retraso hasta diciembre, ahora se habla de algún momento a finales de este año. Obama sigue tratando de "subir esa roca a lo alto de la colina", mientras que Ahmadinejad, comprensiblemente, ha adoptado la postura de mofarse públicamente de Occidente de y “sus sanciones".
Y se mofa porque sabe que las sanciones, si es que alguna vez se hacen realidad, probablemente no serán mordaces, y porque la opción militar estadounidense ha sido eliminada de la mesa. Obama y el secretario de Defensa, Robert M. Gates, - conducidos por unos militares que se sienten desbordados en Afganistán, Pakistán e Irak, y una opinión pública que no tiene estómago para más guerras - han hecho de este último punto algo evidente y cristalino.
Pero al mismo tiempo, Obama insiste en que Israel no pueda lanzar su propio ataque militar preventivo. "Hay que dar una oportunidad a las sanciones", nos dice. (El último año ya argumentó que había que dar una oportunidad a "la diplomacia y al compromiso con Teherán". Pero ni Teherán se impresionó entonces ni tampoco ahora). El problema es que si finalmente les son impuestas sanciones severas, ya no tendrán el tiempo necesario para que sus consecuencias repercutan gravemente antes de que Irán fabrique su bomba.
Obama es, sin duda, muy consciente de este calendario asimétrico. Lo que hace que su prohibición de un ataque preventivo israelí sea aún más inmoral. Él sabe que todas las sanciones se consigan orquestar no detendrán a los iraníes. (De hecho, la semana pasada Ahmadinejad dijo que las sanciones sólo fortalecerán a Irán a la hora de resolver y consolidar sus proezas tecnológicas.) Obama realmente niega a Israel el derecho a su legítima defensa cuando no es su vida, ni la de América, la que verdaderamente está en juego.
Tal vez Obama se ha resignado en privado a las ambiciones nucleares de Irán y cree, o espera, que la disuasión evite que Teherán desate su arsenal nuclear. Pero ¿y si la disuasión no funciona? ¿Qué pasaría si los mulás, creyendo que están llevando a cabo la voluntad de Alá y que disfrutan de la protección divina, continúan sin inmutarse?
En última instancia, el veto estadounidense a una acción preventiva israelí puede relegar a millones de israelíes, incluyéndome a mí y a mi familia, a una muerte prematura, y a un politicidio de Israel. En definitiva, el veto de Obama sería comparable al veto de Gran Bretaña y Francia en el otoño de 1938 a una acción de los checos en defensa de su integridad territorial frente a sus voraces vecinos nazis. En seis meses, Checoslovaquia fue engullida por Alemania.
Pero, ¿el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, seguirá los pasos del presidente checo Edvard Benes? ¿Va a permitir que un veto estadounidense reemplace los intereses existenciales de Israel? Y podrá ir hacia adelante Israel, solo, sin una luz verde americana (o incluso amarilla), sin la cobertura política estadounidense y sin su permiso de sobrevuelo y de utilización de equipos estadounidenses? Mucho depende de lo que el ejército israelí y los jefes de inteligencia crean que pueden lograr sus fuerzas - la fuerza aérea, la marina de guerra, los comandos -. ¿La completa destrucción del proyecto nuclear iraní? ¿Una demora a plazo largo? ¿Y cual será la capacidad de Israel (con o sin el apoyo de EE.UU.) de resistir la reacción de Irán y sus agentes, Hezbollah, Hamas y Siria.
Un ataque israelí podría perjudicar los intereses de EEUU e interrumpir los suministros de petróleo internacional (aunque dudo que fuese la causa directa de ataques a las instalaciones de EEUU, tropas o buques). Pero desde la perspectiva israelí, se trata de consideraciones marginales necesariamente cuando se comparan con el mortal daño a Israel y a los israelíes que sufrirían ante un ataque nuclear iraní. Los cálculos de Netanyahu, al final, se regirán por su percepción de los imperativos de Israel. Y el reloj sigue corriendo y la hora se aproxima.
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