Tuesday, August 31, 2010

Inquietantes colonos - Adam Kirsch - Tablet



Cualquiera que se haya sido afectado o molesto por el debate sobre el futuro del sionismo liberal provocado por el artículo de Peter Beinart en el New York Review of Books, debe apresurarse a leer “The Settlers. And the Struggle over the Meaning of Zionism” (Colonos. Y la lucha por el significado del sionismo), el nuevo libro del periodista y profesor israelí Gadi Taub. En el centro de su corta, lúcida y meditada obra, una breve historia del movimiento de los colonos judíos religiosos que se han asentado en Cisjordania con la convicción de que tienen la misión divina de recuperar toda la tierra prometida a los patriarcas en la Biblia.

Numéricamente, no representan un grupo significativo, Taub lo estima entre 100.000 y 130.000 personas, lo que representa "a menos de un 1,5% del total de la población de Israel", y aún menos de la mitad de la población judía en los territorios ocupados (Muchos de los colonos, como señala Taub, no son religiosos, pero se han sentido atraídos por los territorios para "obtener una vivienda más barata e incentivos económicos del gobierno"). Pero las convicciones radicales de estos colonos, su papel en la conformación de las políticas de los gobiernos israelíes y las acciones terroristas de algunos de sus miembros, los convierten en fundamentales para todas las cuestiones relacionadas con la identidad israelí. Es por eso que el subtítulo de la obra de Taub se refiera a "la lucha por el significado del sionismo" y vuelve tan oportuno su libro, en un momento en el que muchos judíos americanos encuentran incierto ese significado.

Taub comienza recordándonos que el sionismo bien entendido es un movimiento liberal. No es nada más ni nada menos que, en palabras de la Declaración de Independencia de Israel, la creencia en "el derecho natural del pueblo judío a ser dueño de su propio destino, como todas las demás naciones". La experiencia judía en Europa, especialmente en los siglos XIX y XX, convenció a los primeros sionistas de que sólo en un estado judío soberano donde practicar la propia autodeterminación sería posible. De hecho, esa misma creencia inspiró a todos los pueblos de la Europa oriental, desde los lituanos a los griegos.

Se dice a menudo, como reproche a Theodor Herzl y a los demás fundadores del sionismo, que su afán por establecer un estado judío en Palestina les llevó a ignorar la existencia de los árabes que vivían allí, ya que creían en "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra". De hecho, como señala Taub, ese no fue en absoluto el caso. Desde Herzl en adelante, los sionistas fueron conscientes de que cualquier Estado judío tendría que incluir inevitablemente a una gran minoría árabe, y la legislación fundadora de Israel estableció derechos colectivos para las minorías, así como una igualdad jurídica. Como relata Taub, este ideal de un Israel que es a la vez judío y democrático no estuvo totalmente a la altura por diversas razones. Pero no fue hasta 1967, cuando Israel ocupó Cisjordania y la Franja de Gaza tras la Guerra de los Seis Días, cuando ese mismo ideal se convirtió en el objeto de una grave amenaza. Desde entonces, ha existido un gobierno a dos niveles: una democracia propiamente dicha en Israel, y un gobierno militar con duras medidas de subordinación para los árabes habitando en los territorios ocupados.

El peligro filosófico de la Ocupación - por no hablar de los otros peligros diplomáticos, militares y económicos – es que su carácter antiliberal contagió a ese propio sionismo liberal retrospectivamente, haciendo que se olvidara su propia historia. Este es, señala Taub, el punto de vista de los "post-sionistas" en Israel y la visión de gran parte de la izquierda en Europa y América: que "el sionismo nunca fue democrático y que la idea misma de un estado judío y democrático es una contradicción en los términos”. Irónicamente, afirma Taub, esto es también lo que opina el movimiento de los colonos religiosos. La diferencia estriba en que, mientras los anticuerpos antisionistas quieren resolver esa supuesta contradicción haciendo que Israel deje de ser judío, (la llamada "solución de un único Estado"), los colonos quieren su propia solución, una en la que Israel dejaría de ser democrático. Porque, como escribe Taub, "el concepto de un Estado judío y democrático deja de tener sentido si los judíos no conforman una clara mayoría", y un Israel en posesión permanente de Cisjordania, con el tiempo inevitablemente acabaría teniendo una mayoría no judía.

La razón por la cual los colonos religiosos pueden hacer frente a esta perspectiva con ecuanimidad es porque ellos no son demócratas, sino fundamentalistas y teócratas. Esto resulta muy explícito en algunos de los asentamientos, observa Taub. Para el rabino Zvi Yehuda Kook, el teólogo jefe del "sionismo religioso redentor", "El Todopoderoso tiene sus propia agenda política, según la cual se funciona políticamente aquí abajo". Shlomo Aviner, jefe de una Yeshiva sionista religiosa, fue aún más lejos al afirmar que los asentamientos están "por encima de las consideraciones morales humanas", porque son el resultado de una orden directa de Dios. En realidad, escribe Taub, el judaísmo ha tenido históricamente poco que decir sobre el reasentamiento en la Tierra de Israel, con excepción de advertir en contra de ello. De acuerdo con un Midrash, cuando los judíos se exiliaron después de la destrucción del Templo, hicieron tres votos: "no acelerar el fin de los días (es decir, no hacer nada para acelerar la venida del Mesías), no subir al muro (es decir, no inmigrar a la Tierra de Israel y restablecer la Casa de David), y no rebelarse contra las naciones del mundo".

Para algunas sectas haredíes estas prohibiciones siguen prevaleciendo, por lo que algunos rabinos ultra ortodoxos se opusieron y siguen oponiéndose a la existencia del Estado de Israel (por ejemplo, Israel David Weiss de Neturei Karta, el rabino favorito de Mahmoud Ahmadinejad). Pero Zvi Yehuda Kook preferió seguir la llamada cuarta mitzvá (mitzvá dalet) de Najmánides, que sostenía que "se nos ordenó tomar posesión de la tierra que Dios dio a nuestros padres... y no abandonarla en manos de cualquier otra nación o dejarla en estado de desolación”. En las manos de Kook y de sus seguidores, esto se convirtió en uno de los más importantes mandamientos, tan urgente que justificaba sacrificar la vida o tomarla. Cuando Yigal Amir asesinó al primer ministro Rabin en 1995, su justificación es que Rabin había sido tildado de rodef (literalmente, "perseguidor de judíos") por algunos rabinos de los colonos, una designación halájica que significaba que estaba justificado matarlo.

Para Taub, el asesinato de Rabin marcó el punto de inflexión crucial en la historia del movimiento de los colonos. Se demostró sin lugar a dudas que la “única misión de los colonos era redimir la Tierra de Israel” y ello les colocaba en curso de colisión con la seguridad del Estado de Israel. Durante dos décadas, comenzando con la elección del Likud en 1977, esta distinción había sido elidida o ignorada: la expansión territorial fue la política desarrollada por los gobiernos conservadores israelíes con el fin de mejorar la seguridad nacional, ajustándose así convenientemente los objetivos de seguridad con los objetivos religiosos de los colonos. Pero cuando Ariel Sharon, a quien Taub describe como "el patrón de los colonos", decidió que Israel debía retirarse de Gaza, quedó claro que esta alianza política había terminado. En última instancia, todas las facciones del sector laico y el grupo mayoritario dentro del sionismo religioso creen que una existencia segura del Estado judío es más importante que el control de la tierra prometida a Abraham, Isaac y Jacob.

El problema más grande, el cual los colonos sólo comienzan ahora a abordar, es cómo traducir ese consenso (laicos y grupo mayoritario del sionismo religioso) en políticas reales. Porque, como reconoce Taub, los propios colonos nunca han sido lo suficientemente numerosos y poderosos como para dictar sus políticas a los gobiernos de Israel. Cuando Israel alentó los asentamientos en los Territorios Ocupados se debió a que el gobierno creía que esta política, en última instancia, fortalecía al Estado y le dotaba de una mayor seguridad. Esta política ha demostrado ser un gran error, y no hay duda de que la mayoría de los israelíes se alegrarían actualmente de ver como la mayoría de Cisjordania y la Franja de Gaza pasan a manos de un gobierno palestino moderado.

Pero no hay perspectivas inmediatas de la emergencia de ese tipo de gobierno, más aún con el reciente destino de Gaza, donde la retirada israelí llevó finalmente al poder a Hamas y a un aluvión de ataques con cohetes contra los civiles del sur de Israel, lo que hace que una posible retirada de Cisjordania parezca aún menos probable. "A pesar de su poder económico y militar”, afirma Taub, "Israel se ve incapaz de sustraerse por si mismo de los territorios y evitar así deslizarse por la pendiente resbaladiza de un binacionalismo". El título del último capítulo de Taub es "Conclusión: ¿Y ahora qué?", y él tampoco se ve capaz de responder a dicha pregunta. Pero “The Settlers” también nos recuerda poderosamente esos valores que el sionismo debe preservar si desea seguir siendo digno de su gran historia.

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