Wednesday, September 29, 2010

Políticas Literarias - Colin Shindler - JPost



La definición y el significado del hecho de ser judío es una preocupación constante y eterna del pueblo judío. El escritor británico Howard Jacobson no es una excepción a todo ese ejército de comentaristas. En su última novela, donde mira a 70 rostros de la identidad judía a través de personajes de ficción, conduce al lector a una casa de espejos.

Muchas de las revisiones en la prensa británica de críticos no judíos se han desecho en alabanzas a este libro. Cómo han llegado a comprender este viaje turbulento a la judeidad es un misterio. Cómo los judíos de habla inglesa y no británicos pueden captar los caprichos de ese excéntrico mundo de habitantes disfuncionales es un misterio aún más grande. Sin embargo, esta es una lectura adictiva y ya ha sido preseleccionada para el premio Mann Booker de 2010.

Jacobson agita la trama con una mezcla de humor woodyallenesco, yidismos a mansalva y obsesiones sobre Israel y, a continuación, vierte todo ese destilado en un molde muy británico. Jacobson es un escritor mordazmente ingenioso y original. Se trata de un libro seriamente divertido que te hace reír en voz alta con su artesanía literaria. Su capacidad de retorcer el idioma inglés a voluntad es simplemente deslumbrante.

La historia gira en torno a tres personajes: Libor Sevcik, de 90 años de edad, un judío checo domiciliado desde hace mucho en Londres; Sam Finkler, un famoso académico que sustituye "Palestina” por “Israel" en cualquier conversación; y Treslove, un no judío que busca la redención, la salvación y la normalidad a través de su lucha por ser judío. El diálogo, o más bien la falta de él, entre los tres es puro marxismo, pero más de Groucho que de Karl. Sin embargo, debajo de esta anarquía retórica está la soledad. Libor y Sam han perdido recientemente a sus esposas y su vida propiedad privada está apagada y sin rumbo.

Libor recuerda a Malkie, "Nuestra conversación era vulgar. Era nuestra defensa contra el patetismo”. Sam tampoco puede olvidar a su esposa, la no judía Tyler, quien le canalizaba hacia el judaísmo mientras él huía de la madriguera, "Recita la Amida. Dime una de las 18 bendiciones". Finkler entonces trataba de mirar hacia otro lado. "Cuando ella quería burlarse de él lo llamaba Shmuelly".

Treslove, por otra parte, nunca ha sido capaz de mantener una relación con una mujer. "Sólo se dio cuenta de que la amaba cuando ella se despidió [de la BBC]". Sin embargo, descubre al amor de su vida, Hephzibah, cuando accidentalmente erraba por el Seder de Libor - celebrado en septiembre cuando los participantes de más edad aparecieron antes de la verdadera llegada de Pesaj.

Finkler, como ya lo señala el título, es el personaje más intrigante, sobre todo para aquellos que han vivido en Gran Bretaña la cascada de sentimientos anti-Israel durante la última década. El egocéntrico Finkler desde hace mucho tiempo anhelaba figurar en el buque insignia del programa de la BBC “Desert Island Discs”, durante el cual una conocida figura pública elige la música para acompañarle a él o a ella durante una sesión de introspección y aislamiento del mundo exterior. Finkler aprovecha la oportunidad para anunciar a su audiencia millonaria que "en la cuestión de Palestina, estoy profundamente avergonzado".

Su esposa no judía se avergüenza de su exhibición pública de vergüenza. "Ya lo sé”, dice ella, “tu conciencia se ha realizado. Una entidad muy conveniente, tu conciencia. Está cuando la necesitas, pero no cuando no lo deseas".

Finkler intenta defender su posición proclamando que no es propio de los judíos expresar que no les gusta lo que hacen algunos judíos. "No”, le responde su anciano antagonista Libor Sevcik , "lo que es peculiar entre los judíos es avergonzarse de serlo. Ese es nuestro numerito. Nadie lo hace mejor. Sabemos los puntos débiles. Hemos estado haciéndolo tanto tiempo que sabemos exactamente dónde meter el aguijón".

Finkler agrupa y a la vez emerge como el guía principal de los “judíos avergonzados”, lo que no debe confundirse con una campaña británica contra el tabaquismo o la discapacidad severa, lo que quiere es educar a los no religiosos en su interpretación del judaísmo. Conducidos por el maravilloso Kugle Merton, el dramatis personae de los “avergonzados” y sus multidireccionales y anárquicas discusiones sobre el judaísmo y el sionismo son demasiado familiares.

El principio de incertidumbre de Treslove - al que se ha ceñido toda su vida - es fortalecido por todo esto en su intento de romper el muro de la judeidad. Finkler se ocupa de la predica pública de su virtuosa posición con respecto a Israel, hasta que su hijo “ajudío” derriba el sombrero de un judío que defiende a Israel frente al antisemitismo. Finkler queda horrorizado ante ese acto simbólico que saca a la luz el legado silenciado del antisemitismo. A Finkler sólo le resta retirarse y dejar las declaraciones públicas (N.P.: Creo recordar que, posiblemente, el primer reconocimiento de su judeidad por parte de Freud provenga de un incidente similar que tuvo como protagonista a su padre, y creo que el propio Kafka también habló de un hecho o agresión más o menos similar que le aconteció a su padre cuando paseaban por la calle. ¿De ahí su “carácter simbólico”, más aún cuando Freud y Kafka son dos figuras judías muy reivindicadas por los judíos “no judíos”?].

Jacobson captura escenarios con una gran perspicacia y con una sutileza notable. Mientras que los académicos escriben volúmenes y profundizan en cada rincón y grieta sociológica, Jacobson captura la esencia a través de una rápida réplica ingeniosa.

A diferencia de muchos intelectuales judíos, Jacobson no se unió al coro que condenó a Israel por existir. Y ello en un hombre de la izquierda, que sin duda no habría votado a favor de Benjamín Netanyahu.

La columna semanal de Jacobson en la prensa británica ha atacado los boicots, el antisemitismo y la profunda ignorancia de la intelectualidad británica. Ha utilizado sus sagaces observaciones sobre esos judíos alienados y sus organizaciones a la moda representados en los omnipresentes "judíos avergonzados”. Asimismo, también ha criticado a esos judíos israelíes políticamente frustrados e instalados en Londres, que creen que no existe ninguna diferencia real entre la izquierda israelí y la extrema izquierda de la Gran Bretaña, entre aquellos que quieren debilitar al gobierno israelí que no es de su gusto y los que quieren abolir el Estado de Israel.

Y hablando groseramente de la Hasbara, del tratar de explicar Israel, los judíos y el sionismo al mundo, Jacobson ha hecho un trabajo mucho mejor que las habituales compilaciones y lugares comunes que provienen desde Jerusalén. Este libro sin duda será reconocida por su mérito literario y por sus exquisitos juegos de palabras, ¿pero logrará verdaderamente alterar ese pensamiento sesgado sobre el conflicto Israel-Palestina tan habitual en algunos círculos de Gran Bretaña? ¿O bien, se procederá a realizar una distinción entre sus logros literarios (buenos) y los políticos (criticables)? Sea lo que sea, Howard Jacobson ha asestado un tremendo golpe contra la cerrazón de la mente progresiva.

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