Saturday, October 30, 2010

La recuperación del legado de Rabin – Emmanuel Navon



¿Cómo es que el hombre que declaró que iba a "romper los huesos" de los palestinos cuando estalló la Primera Intifada ha podido convertirse en una especie de Mahatma Gandhi de la izquierda israelí?

Como cada año, la conmemoración del asesinato de Yitzhak Rabin es un ejercicio de falsificación histórica y de intimidación emocional. Ha llegado el momento de poner las cosas en orden.

Rabin se crió dentro del movimiento nacionalista Palmaj. Él fue un sabra puro: un judío de Esparta, no de Atenas, alguien dedicado a luchar más que a pensar. Oficial de talento, siguió la carrera ideal de la clase gobernante ashkenazi: alto oficial del IDF, jefe de Estado Mayor, embajador en los EEUU, diputado del Partido Laborista, Primer Ministro. Por así decirlo, un verdadero WASP (White, Ashkenazi, Sabra, Paracaidista).

En sus dos períodos de tres años como primer ministro (1974-1977 y 1992-1995), Rabin tuvo que lidiar con unas decisiones de política exterior a las que se había opuesto inicialmente, y en ambos casos abrió el camino a la victoria electoral de la derecha. En 1975, Rabin fue coaccionado básicamente por Gerald Ford y Henry Kissinger para una retirada de un 20% de la península del Sinaí a fin de que los EEUU convencieran a Sadat de que abandonar la alianza egipcio-soviético tenía sentido. Y cuando Rabin volvió al poder en 1992, no era un líder que había "visto la luz", como algunos quieren hacérnoslo creer ahora, sino que más bien era un hombre que fue manipulado para que firmara un acuerdo que, con razón, sospechaba arriesgado.

Rabin quería organizar elecciones en los territorios a fin de establecer un liderazgo local palestino con el que Israel podría negociar la situación provisional de la Ribera Occidental y de Gaza, como se señala en la Iniciativa de Paz israelí de 1989. Rabin creía que un liderazgo palestino moderado, ajeno a la OLP, podría surgir en los territorios. Por el contrario, Peres opinaba que Israel debía establecer un contacto directo con la OLP y verificar la seriedad del liderazgo palestino en Túnez.

Tras la presentación de su gobierno en la Knésset en julio de 1992, Rabin declaró el compromiso de Israel con el fortalecimiento de los asentamientos "estratégicos" en la Ribera Occidental: "El Gobierno seguirá mejorando y fortaleciendo los asentamientos judíos a lo largo de las líneas de confrontación, debido a su importancia para la seguridad y para el Gran Jerusalém". Rabin también descartó cualquier negociación sobre Jerusalén: "El Gobierno se mantiene firme en su determinación de que Jerusalén no será objeto de negociación. Todo aquel que crea que un Gobierno de Israel podría comprometerse a negociar el destino de la Jerusalém unificada está loco. Israel, el pueblo judío, nunca negociará el destino de Jerusalém. Es nuestra y lo será para siempre”. Y advirtió que Israel favorecería la búsqueda de la seguridad sobre la de la paz: "La seguridad tiene preferencia incluso sobre la paz".

Después de junio de las elecciones de 1992, Rabin concedió de mala gana la cartera de Asuntos Exteriores a su eterno rival, Shimon Peres. Se acordó entre ambos que Rabin sería responsable de las relaciones de Israel con los Estados Unidos y de las negociaciones bilaterales con la delegación palestina en Washington, y que Elyakim Rubinstein seguiría siendo el jefe de la delegación israelí en Washington. El papel de Peres con relación al proceso de paz se limitaría a las "negociaciones multilaterales". Un mes después de la formación de su gobierno, Rabin accedió a regañadientes a nominar a Yossi Beilin como viceministro de Asuntos Exteriores.

En septiembre de 1992, como Beilin se sentía frustrado por su falta de control sobre las negociaciones bilaterales, su homólogo noruego Jan Egeland, cuando realizaba una visita a Israel, le sugirió la idea del canal secreto que había acordado hace tres meses con Yair Hirschfeld, Faisal Husseini y Terje Larsen. Beilin y Egeland acordaron iniciar conversaciones secretas entre Israel y la OLP en Oslo. Dado que Rabin había prohibido al mismo Peres reunirse con Faisal Husseini, Beilin no podía esperar razonablemente que Peres le permitiera reunirse con representantes de la OLP en Oslo. En consecuencia, Beilin pidió a Hirschfeld que viajara a Oslo para iniciar las negociaciones secretas con la OLP. Rabin no tenía conocimiento de estas conversaciones secretas.

Cuando Peres informó a Rabin sobre el canal de Oslo, Rabin no fue entusiasta, y advirtió a Peres de no torpedear las conversaciones de Washington. Sin embargo, parece que Rabin no creía que las conversaciones secretas en Oslo dieran resultados sustanciales, y así dejó que Peres siguiera adelante.

Durante su campaña electoral de 1992, Rabin se comprometió a firmar un acuerdo provisional con los palestinos en un plazo de nueve meses. En marzo de 1993 (ocho meses después de las elecciones), no había aún perspectivas de un acuerdo provisional con los palestinos a través de las conversaciones de Washington. Por el contrario, Hirschfeld (junto con Ron Pundak) habían acordado una declaración de principios con Mahmoud Abbas, y todo lo que necesitaba era la luz verde de Rabin.

A principios de mayo de 1993, Peres logró convencer a Rabin de que el canal de Oslo era la última esperanza del Gobierno, y Rabin decidió enviar a Oslo al Director General del Ministerio de Asuntos Exteriores, Uri Savir. Sin embargo, unos días más tarde, Rabin remitió una carta a Peres en la que denunciaba el proceso de Oslo. Rabin decía en su carta que el secreto con que se desarrollaban las conversaciones de Oslo en realidad socavaban el proceso de paz, y que la OLP de Túnez manipulaba a Israel en Oslo con el fin de torpedear las conversaciones de Washington.

Finalmente, Rabin dio su luz verde a Oslo, pero sólo porque no había podido llegar a un acuerdo con los palestinos en Washington. Pero él no sólo no inició este proceso sino que tenía serias reservas al respecto.

Rabin fue un hombre honesto y decente que se preocupaba por el bienestar de sus soldados y la seguridad de su país. Y aunque fue un oficial talentoso del ejército, como líder político era torpe, muy poco carismático y pragmático. Finalmente aprobó y firmó un acuerdo que otros habían concebido y negociado sin su conocimiento y contra su plataforma electoral. El hecho de que los polémicos Acuerdos de Oslo le costaran la vida resulta una tragedia, y nadie tiene el monopolio sobre el dolor y la vergüenza que cayó sobre nosotros en noviembre de 1995.

En cuanto a que Rabin era un "pacifista renacido", eso es un fraude histórico y de hecho. Las dos palomas gigantes que adornan el Centro Rabin en Tel-Aviv son una mezcla de mal gusto estético y de deshonestidad intelectual. Al conmemorar la trágica muerte de Rabin, deberíamos honrar su memoria mediante el respeto por lo que él fue y no por lo que no fue.

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