Sunday, October 31, 2010

Nuestra Esparta contemporánea - Gadi Taub -Ynet



(Este artículo tiene casi un año, pero su argumentación es aún muy interesante)

El debate sobre la congelación de la construcción de los asentamientos desvía nuestra atención de la siguiente pregunta: ¿Por qué, de hecho, alguien todavía considera que vale la pena para nosotros construir allí? La respuesta a esta pregunta tiene una historia compleja.

El argumento original de los colonos era mesiánico, como explícitamente lo declaraba el manifiesto fundacional del movimiento pro-asentamientos Gush Emunim. El rabino Zvi Yehuda Kook también enseñó a sus seguidores que la empresa de los asentamientos representaba una "política divina a la que no podría la política terrenal”. Como una vez afirmó Menachem Felix en el Tribunal Supremo, el argumento de la seguridad no representa un factor excluyente para los colonos. Para ellos, la empresa de asentamientos es una mitzvá.

Sin embargo, Israel no estaba convencido de ello. Es por eso que ese argumento mesiánico de salvación fue sustituido por lo que en principio no era más que un argumento de relaciones públicas y un medio para persuadir a los escépticos: el argumento de la seguridad.

Sin embargo, este argumento también sufrió cambios profundos. Mientras los escenarios apocalípticos que podía temer el IDF aún tenían que ver con masas de tanques iraquíes marchando en nuestra dirección a través de Jordania, el argumento de mantenerse en determinados territorios a fin de ayudar a frenar la invasión. Sin embargo, la Primera Guerra del Golfo puso este escenario fuera de la agenda y lo sustituyó por el de los misiles. Ya no quedó tan claro qué necesidad tenemos de la empresa de los asentamientos para defendernos de los misiles, puesto que la tierra por si misma no pudo detener los Scud.

Y entonces, el proceso de Oslo se puso en marcha, y el argumento de la seguridad cambió. Ya no trataba de la necesidad de frenar una invasión, sino más bien de nuestra capacidad para prevenir el terrorismo mediante el control del territorio. Más tarde, ese escenario dio paso a nuestra necesidad, y capacidad, para evitar los ataques con cohetes Qassam. Y es que como la derecha predijo, en lugar de paz tuvimos terrorismo a cambio de Oslo, y más tarde - como también lo adivinó nuevamente – cosechamos Hamastán y misiles a cambio de una retirada unilateral.

Sin embargo, y mientras tanto, Israel se propuso encontrar una forma de abordar estas amenazas con éxito. En el momento en que Hamastán se estableció en el sur de Israel y Hezbollah pasó de ser un grupo guerrillero a un socio en el gobierno libanés - es decir, en el momento en que comprobamos su emergencia dentro de un gobierno centralizado -, resultó que podíamos hacerles pagar un precio por el terror y los misiles.

Una vez que el polvo se asiente y podamos mirar hacia atrás, hacia el período que se extiende desde 2006 hasta ahora, descubriremos que más allá de todas las discusiones actuales Israel participó en dos guerras exitosas: la frontera norte está tranquila y los ataques con Qassam desde Gaza se han frenado, y los que tratan de disparar un cohete aquí y allá, se ven severamente perseguidos por Hamas. Hemos cobrado un alto precio, en Líbano y en Gaza, y este precio excede de cualquier beneficio que se puede lograr por los cohetes Qassam y Katyusha.

No obstante, incluso más allá de esto, el terrorismo y los cohetes no constituyen una amenaza existencial. Son la pérdida de nuestra mayoría judía y el peligro de un bi-nacionalismo, al que la empresa de los asentamientos nos arrastra, nuestras principales amenazas existenciales.

Por lo tanto, la única justificación que mantiene estable la defensa de la empresa de los asentamientos es el patrimonio histórico o la herencia judía: los asentamientos judíos como salvaguardia de nuestra herencia judía y de nuestra conexión con la Tierra de Israel. Y este argumento debe ser abordado con valentía, porque la conexión con la tierra forma parte de hecho del judaísmo y del sionismo. No obstante, sería erróneo pensar que el judaísmo únicamente se vería reflejado en la empresa de los colonos, mientras que los que apoyan una partición de la tierra sólo poseen su "occidentalización y americanización" de su lado.

Limitar el judaísmo a una mitzvá sobre el asentamiento en la tierra de Israel (que ni siquiera está incluido en los 613 mitzvot enumerados por Maimónides) ha convertido al judaísmo de los colonos en una Esparta armada que sustituye el espíritu por el materialismo y el patrimonio moral de los profetas de Israel por la espada de Joshua Ben Nun. El sionismo de los colonos es una vía rápida hacia una pérdida de los principales logros sionistas (es decir, el Estado judío), y una aceptación de su interpretación del judaísmo como una ruta directa hacia una limitación de la moralidad judía por unos acres de tierra.

Con el debido respeto a la Tierra de Israel, el centro de gravedad del sionismo y del judaísmo siempre fue el espíritu, más que el materialismo. Por esa razón, el sionismo habló de un Estado judío en la Tierra de Israel: "en la Tierra de Israel" en lugar de "en toda la Tierra de Israel”. De hecho, ha llegado el momento de impugnar la pretensión de los colonos de representar la herencia judía y sionista de Israel.

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