Sunday, October 31, 2010

Regresando a noviembre de 1947 - Sever Plocker - Ynet


Estudiantes en Jerusalém celebran con los periódicos del 30 de noviembre de 1947 el anuncio de la votación de la ONU sobre el Plan de Partición de Palestina y la aprobación de un Estado judío.

En su discurso en la Knesset de hace unas semanas, el Primer Ministro Benjamin Netanyahu exigió que los dirigentes palestinos reconocieran a Israel como el “Estado-nación del pueblo judío". Esta demanda no es infundada: está expresada modestamente y es aceptada por todos los estados que han establecido relaciones diplomáticas con Israel. El presidente de los EEUU, Barack Obama, fue aún más lejos al reconocer a Israel como "la patria histórica del pueblo judío".

Netanyahu exige un poco menos que eso: él quiere que los dirigentes palestinos reconozcan la Resolución de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, la cual condujo a la partición, no palabra por palabra, sino más bien un reconocimiento de su espíritu y esencia.

Sobre la base de esa resolución, dos estados soberanos debían establecerse en Palestina: un Estado-nación judío y un Estado-nación árabe.

La resolución, de hecho, estableció el principio de "dos estados para dos pueblos": El pueblo árabe palestino en el Estado-nación palestino, y el pueblo judío en el Estado-nación judío.

Desde entonces, el término "Estado judío" se ha utilizado como sinónimo de Israel en el mundo: en la Declaración de la Independencia solamente se dio a ese futuro estado judío un nuevo nombre, “Israel". Aunque el movimiento sionista aceptó la resolución de la ONU mientras que el movimiento palestino la rechazó furiosamente, el principio de partición no se ha arraigado en la psique de ambos pueblos durante muchos años.

Recuerdo cómo, durante la lucha para establecer la libertad de los judíos soviéticos, el partido Mapam creó un cartel con un judío soviético en un extremo y un refugiado palestino en el otro, y por encima de ellos una leyenda que decía: "Un hogar para cada pueblo". El cartel fue inmediatamente dejado de lado por los veteranos del partido. Incluso la izquierda del Mapam no llegó a un acuerdo en esa época con respecto a la idea de un Estado palestino. La opinión pública de Israel era aún más resistente.

El cambio comenzó a tomar forma con la firma del tratado de paz con Egipto. El Primer Ministro Menachem Begin reconoció los legítimos derechos de los palestinos en el marco del tratado, cambiando así la esencia del debate político de Israel. Desde entonces, quedó claro tanto para la derecha como para la izquierda de Israel que una nación palestina, con un derecho de autodeterminación, existiría. La cuestión que quedaba dentro del marco intra-judío tenía que ver con las fronteras, en el sentido amplio de la palabra.

Un proceso similar con respecto a Israel se había producido en el lado árabe, pero desgraciadamente no entre los palestinos. De hecho, los líderes palestinos siguen considerando a los judíos como miembros de la misma religión, en lugar de miembros de la misma nación. Ellos están dispuestos a reconciliarse con la existencia del Estado de Israel, e incluso a las compensaciones y la anexión territorial, sin embargo, lamentablemente, rechazan la premisa básica de la partición, esa que describía con tanta precisión en el citado cartel Mapam: "Un hogar para cada nación".

Esto explica también la decisión de los palestinos de abstenerse hasta ahora de declarar un estado independiente y su falta de entusiasmo ante esa perspectiva. Muchos palestinos temen que el establecimiento de un estado palestino sea percibido por el mundo como el total cumplimiento de sus aspiraciones nacionales y la aplicación definitiva de la resolución de partición que desprecian.

Sacando la demanda de reconocer a Israel como "Estado-nación del pueblo judío" o el "Estado del pueblo judío", Netanyahu lleva al conflicto palestino-israelí nuevamente a las discusiones que tuvieron lugar en el otoño de 1947. En su opinión, hay una lógica histórica y nacional para ello, sin embargo, este movimiento también entraña un riesgo inmenso. La decisión de partición incluía cláusulas y nociones que actualmente Israel no podría aceptar. Revisando estas cuestiones abre viejas heridas y no necesariamente juega a nuestro favor.

Netanyahu está muy seguro y convencido de que este riesgo vale la pena. Hasta que los palestinos reconozcan la decisión de la partición y la acepten, en su opinión no habrá paz entre las dos naciones. Su demanda puede ser rechazada, colocando a la paz fuera de juego para siempre. Sin embargo, es posible que 63 años después los palestinos nos sorprendan y acepten el hecho de que Israel es "el Estado-nación del pueblo judío". No está claro si Netanyahu sabría qué hacer con tal reconocimiento y la forma de actuar a continuación.

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