Tuesday, November 23, 2010

Olvídense de la paz - Yair Lapid - Ynet



Dos errores fundamentales nos han estado acompañando desde hace más de 30 años.

El error de la izquierda es su creencia de que todas las personas - negros, amarillos, marrones o blancos - tienen un núcleo común de deseos. Compartimos una chispa de humanidad que trasciende todas las diferencias culturales, y al final del día todos queremos lo mismo: vivir en paz y en seguridad, criar a nuestros hijos, llevar una vida digna, sentarnos bajo un olivo, escuchar s Bob Dylan en nuestro iPod, y ver una puesta de sol de color anaranjado.

Según esta teoría, si se nos permitiera a cada uno de nosotros disfrutar de todo eso, descubriríamos que no hay diferencia entre Dios y Alá, entre Oriente y Occidente, y entre los jóvenes de Ramallah y los jóvenes de Tel Aviv.

Es una idea hermosa, pero lamentablemente es falsa.

El error de la derecha es su creencia de que es posible ganar esta guerra. Que el conflicto israelí-palestino es una lucha descarnada entre lo blanco y lo negro, donde el sionismo - el movimiento nacional más justo en los últimos 200 años – se enfrenta a una banda primitiva de asesinos que sólo entiende el lenguaje de la fuerza.

Según esta teoría, estamos ante la lucha entre la noble idea de la vuelta de los judíos a su patria, más justa aún a raíz del Holocausto, a la que se oponen unos palestinos que han tenido miles de años para establecer un estado pero que no hicieron nada al respecto. En su lugar, se han sumergido en un mar sombrío de de nacionalismo islámico, mientras que nosotros nos dedicábamos a construir un estado modelo. Es una lucha difícil, exigente, pero al final del día la justicia prevalecerá.

Esta también es una idea muy bella, pero lamentablemente también es falsa.

La izquierda lo lleva muy mal porque se niega a reconocer que los seres humanos, aún pudiendo ser iguales, sin embargo no son idénticos. Diferentes países tienen un carácter diferente, y nunca hay que subestimar el poder de la religión. Los palestinos no están tan interesados en una vida pacífica como en la realización de sus aspiraciones nacionales y religiosas, en suma, por más felices que pudieran sentirse por establecer un estado más lo estaría si pudieran edificarlo sobre las ruinas del Estado judío.

El error de la izquierda es especialmente grave porque hacen la vista gorda ante el hecho de que vivimos en una región donde ni siquiera uno de los 57 estados islámicos es democrático. La desagradable verdad es que no nos quieren aquí, inclusive si pudieran obtener beneficios de ello.

La derecha está profundamente equivocada porque en el siglo XXI las luchas nacionales no pueden terminar en victoria o derrota, por la sencilla razón de que no pueden terminar en absoluto. El anhelo del mundo antiguo, conservador y absoluto, donde el ganador se lo lleva todo, es irrelevante para un conflicto que se debe gestionar bajo la mirada de miles de cámaras de televisión y millones de televidentes, y que tiene implicaciones globales que van desde Pekín a Washington.

El error de la derecha es especialmente grave porque se niega a entender que vivimos en una época en que la parte débil no tiene menos poder que la fuerte. Los medios de comunicación y el terrorismo global - dos fuerzas que se alimentan unas a otras - han cambiado las reglas del juego. El golpe más duro que se infrinja a los palestinos, más fuerte los hará y más apoyo les proporcionará.

La idea de que podemos hacerlo solos "y que no necesitamos favores de nadie" también solamente es una demostración de arrogancia vacua. Seis meses sin los estadounidenses y el ejército más poderoso de Oriente Medio se oxidará lentamente sin piezas de repuesto. Ninguno de estos hechos es especialmente agradable, y está dentro de la naturaleza humana hacer la vista gorda ante los hechos desagradables, y sobre todo cuando entran en contradicción con nuestra visión del mundo.

El desprecio que manifiesta la izquierda por la naturaleza y motivos genuinos de la lucha palestina es imprudente, al igual que es irresponsable el desprecio de la derecha por el hecho de que la perpetuación de la situación actual puede llegar a desencadenar una pronta desaparición del Estado judío.

Ambas partes, cada una por sus propias razones, insisten en ignorar el hecho de que el conflicto ha llegado para quedarse. No tiene solución absoluta, ni en la paz, ni a través de la guerra. Los palestinos no están a punto de desaparecer, como desearía la derecha, ni están a un paso de convertirse en noruegos, como anhela la izquierda. Lo único que podemos hacer – y es lo que deberíamos hacer - es tratar de manejar el conflicto en las mejores condiciones para nosotros.

Y esta es la razón por la que ha llegado el momento de separar la cuestión de establecer un Estado palestino de la cuestión de la paz. Israel debe trabajar hacia el establecimiento de un Estado palestino no porque traiga la paz, sino más bien, porque sería mucho más fácil manejar el conflicto cara a cara con dicho estado.

El establecimiento de un Estado palestino dejaría de obsesionar al mundo, frenaría el proceso de deslegitimación y de conversión en un estado paria, nos permitirá mantener nuestra seguridad con menos restricciones, nos levantaría la carga del control de tres millones de personas, y nos permitiría gestionar mejor el debate con los palestinos sobre las fronteras y el futuro de los asentamientos, en lugar de tener que ocuparnos nosotros mismos y estar siempre en el papel de los no dejan de pedir disculpas.

En lugar de ser un elemento perturbador, los colonos se convertirán en lo que realmente son: unos ciudadanos israelíes que alguien quiere expulsar de sus hogares.

Dos veces en el pasado los palestinos han amenazado con declarar su estado de forma unilateral, y dos veces hemos respondido como si fuéramos mordidos por una serpiente. En cambio, si les Israel les hubiera contestado "por favor, infórmennos de la fecha de tan dichosa ceremonia y seremos el primer estado en el mundo en enviarles un embajador a Ramallah", ¿qué piensan ustedes que habría pasado?

En la práctica, les falta muy poco para serlo. Vean ustedes, la Autoridad Palestina ya tiene una bandera, unas fuerzas de seguridad, y el derecho a gestionar sus asuntos en las denominadas zonas A y B de Cisjordania. Si desean llamar a esa zona "Palestina", están en su derecho, como es el nuestro derecho decir que Gush Etzion forma parte de Israel.

En términos diplomáticos, los palestinos pasarían de ser unas víctimas adolescentes a ojos del mundo a ser un estado - otro estado más - que tiene un conflicto fronterizo con uno de sus vecinos. Conflictos similares existen en muchos países, y todos ellos son igual de aburridos. Con su propia declaración de la estatalidad perderían su principal arma: el hecho de que se les percibe como la víctima perpetua.

Así que realmente no tendremos una paz verdadera, pero tampoco la tenemos ahora. También es cierto que el terrorismo no desaparecerá, pero el terror no va a desaparecer tanto si se logra un acuerdo como si no. Siempre habrá suficientes locos por aquí que deseen encender la región. Sin embargo, con un Estado palestino establecido, al menos tendría que asumir la responsabilidad de sus propios locos. En caso de que no los controlen, ningún Goldstone podría quejarse si el ejército israelí responde con toda su fuerza.

Sé que esta idea a contracorriente no gustará – y eso también forma parte de sus ventajas – ni a la izquierda ni a la derecha. Posponer el sueño de paz no es fácil, al igual que tener que admitir que el mundo no reconoce nuestra justicia resulta insoportable. Sin embargo, la realidad no se somete a los sueños, la realidad es la que es, y así debemos reconocerlo. De hecho, todo esto resulta difícil, sin embargo, yb en caso de que aún no hayan dado cuenta, las cosas por aquí tampoco son fáciles ahora.

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