Tuesday, November 30, 2010

Sobre la identidad judía - Yoel Meltzer - Ynet



Existen muchas organizaciones judías que actualmente están involucradas en proyectos encaminados a fortalecer la identidad judía de los judíos asimilados en todo el mundo. Algunas abordan el problema desde una perspectiva religiosa, algunas lo tratan desde una perspectiva nacionalista o sionista, mientras que otras lo hacen desde una perspectiva cultural. Sin embargo, como la definición de lo que constituye la identidad judía está abierta a múltiples interpretaciones, no es sorprendente que los métodos empleados por todas esas organizaciones son tan variados como el propio pueblo judío.

Aunque respetuoso con el tiempo y el dinero que invierten, habría que preguntarse si son realmente capaces de obtener verdaderos resultados en su tarea. Inclusive podríamos preguntarnos si utilizan el que es posiblemente el elemento más eficaz para reforzar la identidad judía. Para entender esto, y como un elemento clave, sólo basta con echar un vistazo a la historia judía.

Durante nuestro larga y difícil estancia en el exilio, el elemento que más que cualquier otro nos mantuvo firmes en nuestra identidad judía fue la creencia en “ser elegidos para una misión” y nuestra fe en la promesa de Dios de que a la larga volveríamos a nuestra tierra con el fin de cumplir con esa misión. Ese fue nuestro mayor factor de motivación y el que nos mantuvo en marcha incluso en los tiempos más oscuros.

El concepto de ser una nación “elegida y/o escogida” es una idea que implica un cierto grado de conciencia de ser distintos y de estar separados del resto, y resulta una píldora muy difícil de tragar para muchos judíos, ya que supone ir en contra del pensamiento humanista y liberal propio de Occidente. Por otra parte, ya que es políticamente correcto abrazar la idea de que todos somos iguales, y que por lo tanto no deben existir divisiones o barreras entre los pueblos, nociones tales como ser “elegido y diferente” son fácilmente vilipendiadas y reprobadas como "racistas" o "fascistas".

Volviendo a las organizaciones judías, ya que muchas de ellas están entre los más ardientes defensores de las causas liberales que abogan por la fraternidad y la universalidad de todos los hombres, ¿cómo pueden esperar, por ejemplo, convencer a un/a joven judío/a ajeno hasta entonces a su identidad judía de la importancia de la recuperación y permanencia de su identidad judía cuando entre ahí entraría evitar los matrimonios mixtos - que pondrían en peligro la continuidad de dicha identidad - con su maravilloso vecino o vecina no judío? En otras palabras, ¿cómo se puede promover la asunción de barreras identitarias (como elemento de conservación y de especificidad) entre la gente cuando esa barreras están en contradicción con todo lo que defienden?

Esa pregunta, de difícil contestación en si misma, también se puede plantear en lo que respecta al apoyo a Israel, en sí mismo un elemento clave de la identidad judía. ¿Cómo puede una organización que se identifica con un concepto liberal y occidental de la igualdad llegar a convencer a un judío, ya sea en la diáspora o en Israel, de la importancia de apoyar a un país que ofrece un estatus especial solamente a los judíos? Suponiendo que la desigualdad de derechos en ciertos aspectos, como por ejemplo la Ley de Retorno, entre las personas de un mismo país suponga la antítesis de todo lo que defienden esas organizaciones liberales y progresistas en su propio medio, ¿no hay aquí una contradicción?

Ser judío y mantener una fuerte identidad judía implica optar por un cierto grado de diferenciación y de separación. Por lo tanto, el centrarnos en el concepto de nuestra misión única y del hecho consecuente de nuestra “elección” para ella, sin importar lo difícil que eso puede sonar a oídos occidentales, es de lejos nuestra mejor vitamina posible para el fortalecimiento de nuestra identidad judía.

Por otro lado, el enfoque progresista y humanista de un mundo sin fronteras y sin diferencias no conduce directamente más que a confundir nuestra identidad judía y a su vez a una mayor asimilación y a su pérdida. Es más, incluso los archivos culturales familiares, como los objetos y recuerdos de los abuelos, y acontecimientos históricos como el Holocausto y la Guerra de los Seis Días, que tanto ayudaron a conservar una fuerte identidad judía entre las generaciones anteriores, casi no tienen importancia para los jóvenes judíos de hoy.

Por último, en relación con el malestar que conlleva el concepto de elección (o de ser elegido) y ciertas acusaciones anexas de su supuesto carácter "racista o fascista", tales afirmaciones no tienen sentido ya que el concepto judío de pueblo elegido no tiene nada que ver con el odio hacia otras naciones, sino más bien con la idea de la existencia de unos papeles o roles específicos, de una especificidad propia. Esto es similar, por analogía, a una orquesta sinfónica. Cada uno tiene su propio instrumento específico y su papel único dentro de una sinfonía, y cuando todo el mundo cumple con su papel la hermosa sinfonía de Mozart se consuma.

Incluso la alianza original con Abraham, el evento que significó el nacimiento y la asunción por nuestra parte de una elección, y de ser elegidos para una misión, establece claramente que se nos dará la Tierra de Israel y que las naciones del mundo serán bendecidas por medio de nosotros. Por lo tanto, el punto principal y final de esa predestinación judía es ayudar a traer la bondad a toda la humanidad, y no desde luego su explotación ni potenciar un aumento del odio.

En resumen, solamente con una correcta comprensión del concepto de elección o de ser elegido, como una tarea o responsabilidad asociada, junto con el énfasis vital en la necesidad de conservar cierta diferenciación, que requiere a su vez cierto grado de separación, como elemento fundamental para mantener y fortalecer la identidad judía, así como la necesidad de que se nos permite vivir en el ámbito de nuestra misión, la Tierra de Israel, es posible que las organizaciones judías que participan en el fortalecimiento de la identidad judía puedan acomodar esa dedicación con sus visiones liberales y humanistas.

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