Thursday, December 23, 2010

La mente árabe en cautividad. El imperio del “cui bono” - Roger Cohen - NYTimes



En este momento parece bastante claro quien invadió Irak. Contrariamente a la opinión general, fue Irán. Después de todo, si se aplica el tan socorrido principio romano del “cui bono” (o "cui prodest") o "¿quién se beneficia?", no puede haber ninguna duda de que Irán ha sido el más beneficiado del derrocamiento de su enemigo Saddam Hussein y de la llegada al poder de los chiítas en Bagdad.

Sé que parece que los Estados Unidos estaban detrás de la invasión, pero... ¿qué queda de la táctica de la "conmoción y del pavor" y todo eso? ¡Ah! Es cierto que hubo mentiras en la justificación, pero consideren los hechos: la invasión de Irak ha debilitado a los Estados Unidos, viejo enemigo de Irán, y siguiendo esa lógica - quod erat demonstrandum - Teherán debe haber sido el cerebro retorcido.

Esta ridículo e irónico "análisis" es utilizado frecuentemente por mi inexpresivo colega, Robert Worth, el corresponsal del New York Times en Beirut. Después de tres años viviendo en el Líbano y trotando por el mundo árabe, utiliza esta "teoría" para expresar su frustración ante la epidemia del pensamiento basado en el “cui bono”, tan popular en la región.

Lo llamo "pensamiento" de manera generosa. De lo que estamos hablando aquí es de una cosecha mezquina propia de mentes cautivas. Estas mentes recurren a la teoría de la conspiración porque es el último refugio de los “sin poder”, ya que si no pueden cambiar su propia vida, eso se debe a alguna fuerza mas poderosa que controla el mundo.

Mientras estuve en Beirut este mes, esa visión conspirativa del mundo fue impulsada sobre la marcha por WikiLeaks y por la inminencia de la acusación por parte del tribunal internacional que investiga el asesinato en 2005 del ex primer ministro Rafik Hariri, pero ya hablaremos de ello algo más adelante.

La idea estaba haciendo de las suyas cuando conocimos que los recientes ataques de tiburones en el balneario egipcio de Sharm el Sheik fueron obra del Mossad, el servicio secreto israelí. ¿No había visto alguien un dispositivo electrónico conectado a un tiburón dirigido desde Tel Aviv, al estilo de un juego de video, para devorar las piernas de algún turista ruso? Un funcionario del gobierno egipcio propuso que esa teoría era bastante plausible. Después de todo, el daño que causarían a la industria turística egipcia esos sucesos sólo podría complacer a Israel. ¿Cui bono?

En su fundamental recopilación de ensayos "La mente cautiva", el escritor polaco-lituano Czeslaw Milosz describía la relación del intelectual (progresista) con el totalitarismo estalinista: "Su principal característica era su miedo a pensar por sí mismo".

Líbano es un lugar placentero y despreocupado en su superficie - en la medida en que era posible imaginar la lúgubre sociedad soviética -, pero al que traiciona el espíritu servil de ese conjunto de personas que, desposeídos del poder, están convencidos de que son, en última instancia, unos meros títeres. Este campo de juego de intereses sectarios, donde cada comunidad tiene su respaldo externo, puede ser el perfecto caldo de cultivo para las teorías de la conspiración. Pero el Líbano es sólo un caso extremo dentro del mundo árabe, donde Internet y los nuevos medios de comunicación no han favorecido la apertura de unas mentes condicionadas durante décadas por la represión y la debilidad.

Hariri, que era pro-occidental y anti-sirio, fue asesinado en el centro de Beirut. Las sospechas recayeron sobre agentes sirios. Un tribunal de las Naciones Unidas tuvo que ser creado para investigar el asesinato, reflejo en si mismo de la debilidad del Líbano en lo que respecta a sus propias e insuficientes instituciones.

Cinco años más tarde, me encontré con que la investigación estaba infectaba de manera irrevocable por la fiebre de “cui bono". "¿Quién se aprovechó de su muerte?", me preguntó Atrissi Talal, un analista político. "No desde luego los sirios, que abandonaron el Líbano después. Fueron los Estados Unidos los que se beneficiaron”. ¡Ja,ja!

Ali Fayyad, un diputado de Hezbolá, me comentó: "El tribunal está totalmente politizado. Es una entidad ilegal utilizada por Estados Unidos como una de sus herramientas dentro de los conflictos regionales a utilizar en contra de Siria y de la resistencia".

Además, abundan las teorías de que Israel penetró el sistema de telefonía móvil del Líbano para coordinar un asesinato que es presentado como el pretexto necesario para un golpe de estado fallido contra Siria, el cual fue llevado a cabo por Occidente (hasta el 11-S es grotescamente percibido en el mundo árabe como un pretexto autoinfligido por los Estados Unidos para librar la guerra contra los musulmanes).

¿Por qué?”, se preguntan, “se estableció un tribunal internacional para el asesinato de Hariri, pero no para el de Benazir Bhutto? ¿Por qué no ha sido interrogada la CIA?”. Estas preguntas están ahora en auge en un Líbano que ha concluido a regañadientes que la justicia y la verdad para el caso Hariri resultan imposibles, víctimas como son de esa “pensamiento árabe cautivo”.

En el imperio del “cui bono” no puede existir un razonamiento que de cómo probada la verdad de unos acontecimientos, por contra, se tienen que abrir posibilidades ilimitadas para una teorización post facto sin límites.

Por supuesto, la saga del Wikileaks de Julian Assange y la fuga de un cuarto de millón de cables diplomáticos secretos de EEUU también se consideran como parte de alguna gran conspiración. ¡Todo ella refleja la decadencia de América y la rebelión de su vasta burocracia federal! ¿Y es que acaso no demuestra el inagotable poder de los Estados Unidos el hecho de la contratación de varias agentes femeninas suecas para acusar a Assange de delitos sexuales?

La verdad es más banal. Los cables de WikiLeaks revelan como los gobiernos autocráticos sunitas árabes no hacen más que solicitar a los Estados Unidos todo lo que ellos no son capaces de hacer por sí mismos, como por ejemplo decapitar a Irán y coordinar un ataque sunita ante el incremento del poder de Hezbolá en el Líbano. Tales irresponsabilidades, y las inagotables teorías de la conspiración con las que van asociadas, sugieren un mundo árabe que sigue presa de la ilusión.

Milosz ya describió de la fuerza del "ensimismamiento en el ensueño" en un mundo donde rige la opresión. He encontrado mucho "ensimismamiento en el ensueño" en el Líbano, pero pocas evidencias de que el Oriente Medio esté preparado para dejar atrás un poderoso y victimista conspiracionismo y así poder seguir adelante.

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