Sunday, January 30, 2011

Obama pasará a la historia como el presidente que perdió Egipto - Aluf Benn - Haaretz



(El análisis no es tan duro como podía parecer el título del artículo, es más, es bastante razonable y matizado. No obstante ha desencadenado una oleada de comentarios a favor y en contra (mayoritarios) en el Haaretz, sobre la actuación de la administración Obama. Imagino que será uno de los primeros que incida en lo sugerido en su titular).

Jimmy Carter pasó a la historia de los Estados Unidos como "el presidente que perdió Irán", ya que durante su gestión pasó de ser un importante aliado estratégico de los Estados Unidos a conformar el gobierno revolucionario y anti-occidental de la República Islámica. Barack Obama será recordado como el presidente que "perdió" Turquía, Líbano y Egipto, y durante cuyo mandato las alianzas de Estados Unidos en el Oriente Medio se desmoronaron.

Las circunstancias son similares superficialmente. En ambos casos, los Estados Unidos estaban inmersos en una crisis financiera y en una serie de guerras, y comenzaron a perder influencia en el mundo a manos de un presidente izquierdista cuyas buenas intenciones eran interpretadas en el extranjero como expresiones de debilidad. Los resultados se reflejaron en la caída de los regímenes que dependían de su relación con Washington para su supervivencia, o en un cambio en su orientación geoestratégica, como sucede con Ankara.

La debilidad general de Estados Unidos afecta claramente a sus amigos. Pero a diferencia de Carter, quien predicó los derechos humanos, incluso hiriendo a sus aliados, Obama se sentó en la barrera y tomó precauciones. Obama ni abrazó a esos líderes despreciados ni los "evangelizó" fomentando las libertades políticas, todo ello ante el temor a socavar la estabilidad reinante.

Obama comenzó su presidencia con viajes a Turquía, Egipto y Arabia Saudita, y en los discursos en Ankara y El Cairo trató de forjar nuevos lazos entre los Estados Unidos y el mundo musulmán. Su mensaje a los musulmanes era "Yo soy uno de ustedes", y lo respaldó con una cita del Corán. El presidente Hosni Mubarak no estuvo con él durantre su discurso en la Universidad de El Cairo, y Obama no mencionó a su anfitrión. Y tampoco imitó a su odiado predecesor, el presidente George W. Bush, con llamamientos contundentes a la democracia y a la libertad [N.P.: eso es cosa de la "peste neocon", y por lo tanto, nada "progresista"].

Obama al parecer cree que el principal problema del Oriente Medio es la ocupación israelí, y centró su política en exigir la suspensión de la construcción en los asentamientos y en el fallido intento de renovar las conversaciones de paz. Ese fracaso le llevó a retroceder en el proceso de paz para concentrarse en desactivar una guerra entre Israel e Irán.

Los estadounidenses debaten constantemente la cuestión de si Obama cortó su política para adaptarse a las circunstancias o por suposiciones equivocadas. La ausencia de cuestiones referentes a los derechos humanos en la política de EEUU cara a los estados árabes le propició duras críticas, acusándole de ignorar el espíritu de la época y aferrarse a los podridos viejos dirigentes. En los últimos meses, muchas artículos han aparecido en la prensa occidental afirmando que los días del régimen de Mubarak estaban contados, invitando a Obama a dirigirse a la oposición en Egipto. Había una sensación de que el establishment de la política exterior de EEUU amparaba a su protegido de larga duración en El Cairo, mientras que la administración quedaba a la zaga de los columnistas y comentaristas.

La administración se enfrentó a un dilema. Uno puede conjeturar si Obama se identificó con los manifestantes, y no con el anciano dictador. Sin embargo, una superpotencia no es un movimiento de derechos civiles. Si se abandona a sus aliados en el momento en que flaquean, ¿quién confiará en usted el día de mañana? Es por eso que Obama se puso del lado de Mubarak hasta el viernes, cuando la fuerza de las protestas superó a su régimen.

Las revueltas populares en Túnez y Egipto demostraron que los Estados Unidos pueden hacer muy poco para salvar a sus amigos de la ira de sus ciudadanos. Ahora Obama será objeto de críticas por no haberse aproximado mucho antes a los líderes de la oposición egipcia y no haber exijido que Mubarak liberara a sus oponentes encarcelados. Se le acusará de no haber presionado lo suficiente al Primer Ministro Benjamin Netanyahu para detener los asentamientos y por lo tanto, indirectamente, "sofocar así la creciente marea de cólera en el mundo musulmán". Pero eso esa una opinión formulada retrospectivamente y a las 20:20 horas [N.P.: en un momento de buscar culpables y de exonerar de alguna manera a Obama, qué mejor que el chivo expiatorio favorito].

No existen garantías de que las masas de Egipto o de Túnez se hubieran mostrado dispuestos a seguir viviendo en sus régimenes represivos aunque la construcción en Ariel se hubiera detenido o algunas figuras de la oposición fueron liberadas de la cárcel. Ahora Obama tratará de agacharse hasta que los vientos de la revuelta perezcan, y luego forjar lazos con los nuevos líderes de la región.

No se puede suponer automáticamente que los sucesores de Mubarak serán clones de los líderes de Irán, dispuestos a continuar con una política radical anti-estadounidense.
Tal vez emularán al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que navega entre los bloques y las superpotencias sin renunciar a ser miembro de la OTAN y a sus privilegiadas relaciones militares y de defensa con los Estados Unidos. Erdogan obtuvo un buen acuerdo para Turquía, que se beneficia de la estabilidad política y de un crecimiento económico sin estar en el bolsillo de nadie. Eso también podría funcionar en Egipto.

Labels: , ,

0 Comments:

Post a Comment

<< Home