Saturday, April 23, 2011

The Guardian entierra la cabeza y achaca a la propia víctima, a Juliano Mer-Khamis, su asesinato - CIF Watch



El reportaje del corresponsal del Guardian Conal Urquhart sobre el asesinato del actor israelí Juliano Mer-Khamis por cinco terroristas enmascarados el pasado 4 de abril en Jenin, comprende y legitima la intolerancia que inspiró su asesinato, e incluso parece indicar que Mer-Khamis fue el culpable de su propia muerte.

La historia ("Juliano Mer-Khamis, una matanza inspirada por el drama, no por la política") relata como la opinión pública de los residentes en Jenin se volvió en contra del director teatral al considerar que su trabajo era contrario a sus conservadores valores islámicos. Para ello se basa principalmente en una especie de folleto estilo fatwa distribuido en Jenin esta semana y ojeado por The Guardian, pero la intención de Urquhart es responsabilizar al propio Mer-Khamis según se revela en unos pocos pasajes iniciales:
"Quería crear una "revolución artística" que ayudara a liberar al pueblo palestino, pero sólo logró alejar a los que él más quería inspirar"

"Se ha podido comprobar que los residentes del campamento tenía serías quejas contra el actor y director que finalmente proporcionaron la excusa para que un pistolero desconocido lo asesinara"

"... Muchos residentes del campo encontraban sus actividades ofensivas"
Por lo tanto, aquí podemos ver el tono y el tenor del análisis de Urquhart: el actor, director y activista por la paz (nacido de una madre judía y de un padre palestino cristiano) fue una figura divisiva que ofendió la sensibilidad de aquellos a los que dedicó gran parte de su vida tratando de ayudarles.

Urquhart, a continuación, contextualiza la historia aún más:
"Su muerte y actitudes hacia el teatro ponen de relieve el conflicto de intereses entre los donantes occidentales, las élites locales y las poblaciones que son el objeto de la ayuda; entre los valores occidentales de libertad de expresión y los que prevalecen en otra visión del mundo más tradicional y conservadora"
Es importante tener en cuenta las palabras empleadas por Urquhart, ya que sugieren una equivalencia moral entre los "valores occidentales", que promueven la libertad de expresión, y a esas otras culturas que no la defienden. Urquhart caracteriza a esta última, el islamismo que se opone a la libertad de expresión, "no como reaccionaria, ignorante, o intolerante, sino que por contra emplea términos que denotan respeto, como tradicional".

A continuación, Urquhart refuerza dicho relato mostrando a un occidental que parece mostrar desprecio e insensibilidad por las costumbres tradicionales de la comunidad en la que trabaja, al señalar:
"... El impulso definitivo para el asesinato fue su plan de montar una polémica obra alemana que explora la sexualidad adolescente"
Y después, nuevamennte, Mer-Khamis es caracterizado haciendo abstracción de los valores tradicionales.
"Pero al mismo tiempo que Mer Khamis entretenía a miles e inspiraba devoción entre sus discípulos, sus métodos perturbaban a los grupos conservadores en el campo de refugiados"
Urquhart cita posteriormente a un miembro del "Comité Popular" - a menudo un nombre eufemístico de aquellos grupos que participan en los conflictos armados de la "resistencia":
"Adnan al-Hindi, el jefe del "Comité Popular" del campo de refugiados, dice que-Mer Khamis tenían ideas y valores muy diferentes a los de los vecinos..."
Por supuesto, Urquhart no considera digno de reseñar que algunos de los "valores diferentes" a los que al-Hindi se refería, eran la defensa apasionada de la no violencia y la coexistencia entre israelíes y palestinos.

Luego, citando uno vez más a al-Hindi:
"[Mer-Khamis] decía que su mensaje trataba de liberar a los ciudadanos de la autoridad de sus líderes y a los niños de la de sus padres. Luego fue la mezcla de sexos y el baile. Tratamos de hablar con él y convencerlo de que estaba equivocado, pero fue en vano. La opinión pública se volvió en contra de él"
Mer Khamis ya no era solamente un renegado moral - alguien que tenía el descaro de apoyar la mezcla de sexos y el baile, inclusive la temeridad de sugerir que no se sirviera ciegamente a los líderes palestinos -, sino que también era un agitador que además trataba de quebrantar la unidad de la familia palestina.

La prueba final que nos proporciona Urquhart del pecado de Mer-Khamis, viene de una carnicería local, donde afirman:
"Somos musulmanes. Tenemos tradiciones. Miramos por nuestros hijos y los encontramos bailando y haciendo teatro. Si hubiera llegado aquí para crear puestos de trabajo sería bueno, pero que no venga aquí para corromper a nuestros jóvenes y para convertir en mujeres a nuestros hijos"
El panorama parece claro: Mer-Khamis era un arrogante imperialista cultural que mostraba una total falta de respeto por la cultura tradicional palestina, además de ser un corruptor de la moral de la juventud. Sí, parece claro que se merecía lo que pudiera pasarle.

Sin embargo, en un ejemplo manifiesto de periodista que entierra la cabeza para no querer ver, Urquhart reconoce que ese folleto de estilo fatwa también se quejaba de otros rasgos del israelí.
"El folleto atacaba a Mer-Khamis por su creencia en una coexistencia entre israelíes y palestinos, como si se pudiera vivir con los que robaron nuestra tierra y mataron a nuestros hijos".
Y, por último:
"El folleto describe a Mer Khamis como a un judío, un comunista y un infiel"
Por lo tanto, la verdadera razón de por qué fue asesinado Mer-Khamis se revela tardía y furtivamente.

Como parece más que evidente para todos, excepto para los ideólogos más empedernidos y antisionistas, el asesinato de Mer-Khamis fue un acto de odio feroz por parte de los miembros de un movimiento reaccionario y violento. Los terroristas palestinos dispararon a a sangre fría contra Juliano Mer-Khamis porque era un defensor de la convivencia, un progresista, y no un mero infiel, sino el peor de todos: un judío.

Es una historia sencilla y clarificadora del grado de vil antisemitismo que reina en el Oriente Medio, una realidad terca y perturbadora que es continuamente ignorada en las páginas de The Guardian.

CIF Watch

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