Friday, May 27, 2011

Israel practica el boxeo de sombra en una esquina - Benny Morris - National Interest



Por supuesto, todo consiste más o menos en realizar boxeo de sombra - el discurso político de Obama sobre el Oriente Medio Oriente, la réplica de línea dura de Netanyahu ante ambas cámaras del Congreso -. El proceso de paz no va a ninguna parte, y es que no puede ir. Los palestinos no tienen la intención de negociar de buena fe porque no tienen la intención de llegar a una solución de dos estados. Ellos quieren toda Palestina, ni más ni menos. Hamas lo dice clara y simplemente, mientras Abbas despliega una lengua bífida. Pero su intención es la misma.

Pero Netanyahu no está jugando a ese juego, y esto está costando muy caro a Israel en el ámbito internacional. Tendría que haber dejado de lado sus cálculos políticos internos y la red política de seguridad de su gobierno y ponerse a practicar boxeo de sombra como el resto de los participantes. Él está en una posición política envidiable al tener una coalición amplia y profunda, y podría darse el lujo de tener deserciones ya que partido el opositor centrista, el Kadima liderado por Tzipi Livni, estará siempre allí para tomar el relevo si Netanyahu parece demasiado conciliador para los gustos de Avigdor Liberman o Eli Yishai.

Los parámetros de Bill Clinton de diciembre del 2000 son el único juego diplomático en la ciudad, y en efecto es lo que Obama ha reiterado. Clinton hablaba de un estado palestino desmilitarizado (Obama dijo "no militarizado") que debería establecerse en el 94-96% de la Ribera Occidental, el 100% de la Franja de Gaza y la parte árabe de Jerusalén oriental.

Obama habla de una solución de dos Estados basada en las líneas de 1967 pero con intercambios territoriales. Es lo mismo. Israel retendrá un 4-6% de Cisjordania (que contendrá los bloques de asentamientos más importantes) y dará a cambio a los palestinos una porción equivalente de territorio israelí.

Clinton fue más explícito acerca de cómo resolver el problema de los refugiados: los refugiados volverían al futuro Estado palestino o se reasentarían fuera del Oriente Medio. Obama prefirió ser menos explícito en este punto - perdiendo bastantes puntos entre los israelíes - y se limitó a decir que Israel debe seguir siendo un estado de mayoría judía, el Estado del pueblo judío. El significado prácticamente era el mismo, no habrá una sustancial afluencia de refugiados árabes a Israel.

Volviendo al primer ministro, hace dos años Netanyahu pareció liberarse de las ataduras ideológicas del Gran Israel y anunció que asumía una solución de dos estados. Su visión de esos dos estados y la de Obama (y Clinton) difieren sólo en dos puntos principales: Él desea conservar Jerusalén oriental (un Jerusalén “unificado”) para Israel y una fuerza de seguridad israelí a lo largo del río Jordán para que los palestinos no tengan la tentación de invitar a las tropas iraquíes o iraníes a su nuevo estado, lo que amenazaría directamente el corazón de Israel.

El segundo punto es más de matices, Obama habló de una retirada gradual de Israel, tal vez veinte o treinta años, de la línea del río Jordán. Si los palestinos pueden permanecer en paz durante todo ese tiempo, demostrarían su capacidad de adherirse a la paz, ganándose la confianza general y la de Israel. Así que para entonces, pocos israelíes se opondrían a renunciar a dicha presencia.

Y lo de Jerusalén es algo que Netanyahu tendrá que superar, dentro de su propia alma y en la arena política israelí. Sus predecesores, Ehud Barak y Ehud Olmert, ya lo hicieron. Y Ariel Sharon, probablemente, también se estaba moviendo en esa dirección. Netanyahu lo tendrá que hacer si desea ofrecer al mundo una visión convincente y creíble de la paz. (El mundo árabe no puede vivir con una fórmula que no reconozca a los palestinos su presencia demográfica en el Jerusalén oriental).

Pero, como ya he dicho antes, todo esto es boxeo de sombra. Los palestinos nunca estarán de acuerdo en renunciar al "derecho de retorno", el mantra y el espíritu de su movimiento nacional, y en cierto sentido, el núcleo de su identidad. Y además nunca llegarán a estar de acuerdo con un Estado judío en la mayor parte de Palestina.

Así que Netanyahu nunca será llamado, de manera concreta, a renunciar a Jerusalén oriental.

Pero para que Israel mantenga una pizca de simpatía y apoyo internacional, también debería seguir con ese “jugado” y tomar el toro por los cuernos, yendo hasta el final de la mascarada y ejercitando su boxeo de sombra. Esto forma parte de lo que implica ser un líder, lamentablemente para Israel, en el poco apetitoso contexto geopolítico que habita.

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