Saturday, June 25, 2011

El declive del Partido Laborista israelí – Efraim Inbar – Besa



(En Jewish Ideas Daily acaba de aparecer un buen artículo de Elliot Jager sobre el posible final del Partido Laborista israelí. Aunque más actualizado obviamente en lo referente a los sucesos actuales, no identifica y enumera de una manera tan clara los males que aquejan a dicha formación como este artículo del 2009 de Efraim Inbar)


El resultado más notable de las elecciones de 2009 fue la aparición de un mapa político israelí donde los tres principales partidos en la Knesset son el Likud (27 escaños) y dos de sus vástagos: Kadima (28) e Israel Beiteinu (15). Es decir, casi 70 diputados proceden de partidos encabezados por políticos o ex políticos del Likud, mientras que una clara mayoría de 65 escaños están asegurados para el bloque conservador. A causa de ello, Benjamin Netanyahu fue el ganador de las elecciones y candidato a primer ministro.

Incluso muchos israelíes de izquierda que querían impedir el éxito de Netanyahu - tan demonizado por sus medias -, emitieron su voto por Kadima en lugar de fortalecer al Partido Laborista. De hecho, el antiguo partido hegemónico del sistema político israelí, el Partido Laborista de Israel, terminó en el 2009 colocado en la cuarta posición con unos magros 13 escaños en la Knesset. Al Meretz, situado a la izquierda del Partido Laborista, le fue aún peor pues apenas obtuvo tres escaños en la Knesset. El espíritu de esta época en Israel es claramente conservador. Pero este ha sido el caso durante ya cierto tiempo. Así, las elecciones de 2009 han sido para ciertos analistas políticos la culminación de un proceso histórico de decadencia iniciado con la agitación política de 1977, cuando los laboristas perdieron por primera vez las elecciones frente al Likud. Fue el primer anunció de una gradual decadencia y marginación del Partido Laborista.

Quizás la razón principal de ello es el hecho de que el Partido Laborista ha perdido su activo político más importante: su identificación con el establecimiento y la construcción del Estado de Israel. Las dos actividades principales en este esfuerzo, el servicio militar y la colonización de la Tierra de Israel, fueron decayendo poco a poco entre los partidario del Partido Laborista.

Hubo un tiempo en el que los miembros de los kibbutz estaban desproporcionadamente sobrerrepresentados en las filas del IDF. Esto ya no es así. La composición social de los asistentes a los cursos de oficiales en las fuerzas terrestres en febrero de 2009 es representativa de los últimos años. Un 19% de los graduados se definen como ortodoxos modernos. Un alto funcionario lo ha llamado "los nuevos kibbutzim".

Del mismo modo, la actividad de colonización intensiva bajo la dirección de los gobiernos laboristas terminó básicamente en 1977, dejando la creación y expansión de los asentamientos y kibbutz dentro y fuera de la Línea Verde a otros elementos de la sociedad israelí.

El ejército sigue siendo la institución más respetada en Israel. La mayoría de los israelíes, aunque preparados para una división del territorio, consideran el asentamiento en la Tierra de Israel como un importante valor sionista. El Partido Laborista, estúpidamente, ha permitido por dejación que círculos ortodoxos modernos y derechistas adoptaran y enarbolaran importantes símbolos nacionales, algunos de los cuales estuvieron anteriormente claramente asociados con el partido que fundó el Estado.

Otro importante símbolo sionista abandonado por los laboristas es el “Jerusalén unificado” por vez primera en 1967 bajo el reinado del Partido Laborista. Las recientes elecciones también trataron del deseo de mantener un Jerusalén unificado bajo la soberanía de Israel. La disposición del líder del Partido Laborista Ehud Barak a dividir Jerusalén en la cumbre de Camp David del 2000, sorprendió a muchos israelíes. Como cuestión de hecho, más de dos tercios de los israelíes se oponen a cualquier división de la ciudad y se manifiestan dispuestos a afrontar los conflictos armados con los palestinos con el fin de mantener ese status quo. Es una locura política el subestimar el gran atractivo de Jerusalén para la mayoría de los judíos.

Por otra parte, los dirigentes sindicales, en particular sus grados más jóvenes, poco a poco se han alejado de la tradición judeo-sionista y han comenzando a coquetear con una cultura cosmopolita y de valores individualistas, basada sobre todo en los derechos humanos y la democracia. Si bien existe un consenso nacional acerca de la supremacía de la ley en una sociedad democrática, la Corte Suprema de Justicia bajo la dirección de su ex presidente Aharon Barak, ha adoptado una postura muy activa que no ha sido muy apreciada por los elementos más conservadores de la sociedad israelí. Siendo así que la Corte Suprema se ha convertido en una especie de “templo de los laicos".

Los laboristas y otros partidos de la izquierda dentro de su órbita han adoptado gradualmente un discurso que favorece el individualismo y la búsqueda de los derechos individuales en detrimento de la ética colectivista que una vez fue predominante en ellos, la cual aún sigue estando en la memoria de mucha gente.

Por otra parte, los fundamentos y la herencia socialista del Partido Laborista de Israel se han visto ahogados, incluso aplastados, por la élite empresarial y económica de Israel. El Partido Laborista se ha convertido en el partido de los ricos y de la gente acomodada. El entorno laborista del viejo estilo de Rabin y de los "nuevos ricos" de Ehud Barak se ha llenado de capitalistas exitosos. Y por lo tanto, las clases más desfavorecidas de Israel ya no ven al Partido Laborista como su tutor dentro de la política israelí. En ese papel han sido reemplazados por los partidos de la derecha israelí y por las comunidades religiosas.

Resumiendo, el Partido Laborista abandonó la ideología colectivista, se distanció de los valores tradicionales judíos y desechó el socialismo. Paralelamente a esto, el Partido Laborista se ha desplazado hacia la izquierda del centro en cuestiones de guerra y paz tras dejando desocupado el centro del escenario al Likud. Además, el Partido Laborista se asoció con el "proceso de paz" que comenzó con el inicio de los acuerdos de Oslo. Sin embargo, dicho proceso de Oslo estaba plagado de incertidumbres y ha descarrilado eventualmente. Este ha sido al menos el veredicto desde hace varios años de la mayoría de los israelíes, incluso de aquellos que en un principio apoyaron esa audaz experiencia diplomática.

El denominado "campo de la paz" en la política israelí ha sido ampliamente desacreditado. Los resultados en las elecciones del 2003, 2006 y 2009 reflejan esa deducción. La sociedad en general estaba dispuesta a dar una oportunidad a la paz, pero poco a poco fueron perdiendo y retirando su apoyo al proceso tras ver como transcurría. Al mismo tiempo, muchas palomas mesiánicas (una especie casi extinta en Israel) prefieren ahora emitir sus votos por los partidos de la extrema izquierda [N.P.: Radicalmente post-sionistas, una parte ha comprado la denominada narrativa palestina, mientras que la otra, aún reconociendo - aunque no de cara al exterior - las pocas opciones que brindan los palestinos y poniendo por encima de todo conseguir la paz como sea y a cualquier precio, no dudan en exigir que Israel haga todo el esfuerzo].

En realidad, Ehud Barak cayó totalmente en desgracia ante esas mismas acríticas y mesíanicas palomas cuando en el año 2001 acuñó la frase de que "no existen socios" para la paz del lado palestino (ello vino tras el fracaso de la cumbre de Camp David en el 2000, hecho que destruyó la mayoría de las ilusiones sobre la capacidad del movimiento nacional palestino de convertirse en un socio en el proceso de paz).

Finalmente, el Partido Laborista no logró permanecer en sincronía con los cambios demográficos en Israel. Poco a poco, la población sefardí de Israel, que ahora es la minoría mayoritaria, ha demostrado una tendencia a votar en gran número a favor de los partidos opuestos al Laborista. El cuadro demográfico cambió nuevamente y de manera muy significativa después de la inmigración rusa de la década de 1990. Los inmigrantes de la ex Unión Soviética han mostrado una preferencia por los partidos de la derecha (quizás herencia de su pasado comunista). Los votantes laboristas, actualmente, están compuestos principalmente por ashkenazis, personas mayores y gente de clase alta o medianamente acomodada. Además, los laboristas se han puesto a coquetear cada vez más con la comunidad árabe de Israel para ganar votos adicionales. No obstante, vincularse con el voto árabe no supone dotarse de la mejor imagen dentro de la opinión pública judía israelí. Irónicamente, los ciudadanos árabes se abstuvieron de votar a los laboristas, ya que en buena parte apoyaron el uso de la fuerza contra el terrorismo palestino.

En consecuencia, el Partido Laborista del 2009 es un partido con un pasado glorioso pero con un futuro muy oscuro.

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