Thursday, June 23, 2011

Filosemitismo - Adam Kirsch - Tablet



Los libros sobre el antisemitismo son deprimentemente numerosos. Nuevos estudios sobre el tema aparecen en un flujo constante concentrándose sobre el antisemitismo en tal o cual país, en la literatura o la política, en el pasado, en el presente o en el futuro. Solamente en el 2010, destacamos el de Robert Wistrich “Una letal obsesión: el antisemitismo desde la Antigüedad a la Jihad global” y el de Anthony Julius “Ensayos de la diáspora: una historia del antisemitismo en Inglaterra”, que entre ambos nos ofrecen 2.100 páginas de pruebas de lo mucho que la gente solía - y aún lo hace - odiar a los judíos.

Es por eso que aunque fuera solamente como una especie de cambio de rumbo o de perspectiva, un libro titulado “El Filosemitismo en la historia” debe ser motivo de celebración. No importa que no sea una historia única, sino una colección de artículos académicos sobre temas bastante específicos que abarcan desde los hebraístas cristianos del siglo XVII a los documentales en la televisión alemana. Lo importante es que al menos promete la oportunidad de oír de cerca las opiniones de aquellos gentiles que admiraron y elogiaron a los judíos en lugar de esos que los odiaron y/o asesinaron. Deben haber habido algunos, ¿no creen?

Pues bien, sí y no. Como cada contribuyente a “El Filosemitismo en la historia” reconoce, los judíos nunca se han mostrado del todo satisfechos con la idea del filosemitismo. En el prólogo de introducción, los editores Adam Sutcliffe y Jonathan Karp inician su disertación con una broma judía: "Pregunta: ¿Qué es preferible el antisemita o el filosemita? Respuesta: “el antisemita, al menos él no está mintiendo”.

Esto quizás puede parecerles demasiado cínico, pero más doloroso es el dicho que dice que "un filosemita es un antisemita que ama a los judíos". Esta expresión ayuda a capturar el sentido que comparten los antis y los filos: un interés malsano hacia los judíos y una noción irreal de quién y qué son los judíos. Ambos están acuerdo en incidir no en la judeidad, sino en el "Semitismo", como si ser judío fuera lo mismos que abrazar una ideología política como el comunismo o el conservadurismo, en lugar de ser lo que realmente es, una identidad religiosa e histórica que atraviesa los ámbitos políticos y económicos.

Esta desconfianza judía hacia el filosemitismo encuentra un amplio apoyo en la propia historia del término y que relata Lars Fischer en su contribución al libro. El ensayo de Lars Fischer se centra sobre todo en los debates dentro del movimiento socialista en Alemania durante el siglo XIX. En vez de investigar la hora y el lugar exacto en que las palabras "antisemitismo" y "filosemitismo" se acuñaron, Fischer incide en la reveladora valoración política de esos términos. Desde sus inicios, cuando el término “antisemita” fue acuñado por Wilhelm Marr en 1879, se convirtió en una etiqueta reclamada con orgullo por los enemigos de los judíos. En Austria y Alemania había partidos políticos, sindicatos y periódicos que se hacían llamar "antisemitas", aun cuando sus programas políticos fueran más allá de la mera hostilidad hacia los judíos.

Por el contrario, filosemitismo suena como si hubiera sido un llamamiento a la unión de todos los opositores del antisemitismo, y un movimiento con su propio programa político. Pero Fischer nos explica que eso no fue así. De hecho, "filosemitismo" fue inventado como un término que trataba de castigar a los antisemitas por parte de aquellos que se les oponían. Aunque Fischer no establece un paralelo, deja claro que "filosemita" fue el equivalente de un término como "nigger-lover" (amante de los negros) en los Estados Unidos, es decir, tenía la intención de sugerir que cualquiera que tomara partido por una minoría despreciada era una persona odiosa y perversa. "Su implicación obvia es que cualquiera que se molestara en oponerse activamente al antisemitismo debía estar en connivencia con los judíos, ser un esclavo del dinero y el poder judío” para así atacar al antisemitismo.

Esto significaba que, en la Alemania guillermina, los que lucharon contra el antisemitismo, sobre todo, el partido socialdemócrata, y cuyos liderazgo incluía a muchos judíos, debieron tener especial cuidado en negar que eran filosemitas. En 1891, por ejemplo, el judío socialista de New York Abraham Cahan, que más tarde sería famoso como novelista y editor del Forward, asistió al Congreso de la Internacional Socialista en Bruselas con el fin de proponer una moción de condena del antisemitismo. Victor Adler y Paul Singer, los líderes de los partidos socialistas de Alemania y Austria y ambos judíos, lucharon contra la moción propuesta por Cahan temerosos de que condenar el antisemitismo sólo incrementaría la percepción pública del socialismo como un movimiento judío. Finalmente, la moción fue modificada para denunciar el antisemitismo y el filosemitismo en la misma medida.

Nadie, al parecer, quería ser una filosemita, y durante mucho tiempo, como lo atestigua este libro, casi nadie lo fue. Ciertamente, se necesitaba una buena voluntad algo patética hacia los judíos para obtener un lugar en este libro. Robert Chazan, en su búsqueda de "Las tendencias filosemitas en la Cristiandad occidental", la encuentra en San Bernardo durante la Segunda Cruzada, al alertar de no repetir las violencias contra los judíos de la Primera. "Los judíos son para nosotros las palabras vivas de la Escritura, porque siempre nos recuerdan lo que nuestro Señor sufrió. Ellos se encuentran dispersos por todo el mundo de modo que puedan expiar su crimen y sean los testigos vivientes de nuestra redención".

En este contexto, el filosemitismo significa perseguir a los judíos llevándolos al borde de la muerte, pero no más allá. (Paula Frederiksen ha luchado con esta ambigua herencia cristiana en su excelente libro “Agustín y los judíos"). Del mismo modo, Chazan nos muestra como los príncipes medievales que invitaron a los judíos a establecerse en sus tierras no lo hicieron por amor al pueblo judío, sino con el fin de crear un clase comercial tasable, y muchas veces terminaron matando la gallina de los huevos de oro.

Ya en el siglo XI, podemos comprobar la ambivalencia que sigue marcando al filosemitismo cristiano hasta el presente. Los judíos son valorados, pero solamente mientras desempeñan el papel asignado por el proyecto o visión del mundo cristiano. Si los judíos se salen de ese papel, son duramente criticados. Durante el Renacimiento, por ejemplo, el deseo de leer la Biblia en su idioma original llevó a muchos humanistas a estudiar hebreo. Estos hebraístas cristianos se comprometieron con las tradiciones judías más profundamente que cualquiera otros gentiles nunca antes, llegando incluso a estudiar la Mishná y la Guemará en busca de pistas sobre las prácticas históricas judías. Como Eric Nelson demostró en su reciente libro “La República hebrea“, la comunidad Israelita se convirtió en una importante fuente de inspiración para los teóricos políticos ingleses del siglo XVII.

Tres ensayos en este libro se centran en el movimiento hebraísta cristiano. Sin embargo, como Abraham Melamed escribe en "El renacimiento del hebraísmo cristiano", "la gran pregunta es si la aparición y la influencia del hebraísmo cristiano en la Europa moderna llevó a una actitud más tolerante hacia los judíos, y, además, a cualquier tipo de filosemitismo". Leer en hebreo y admirar a los israelitas estaba muy bien, ¿pero eso llevó a investigadores como Johann Reuchlin y William Whiston a tener una verdadera simpatía por los judíos reales, esos que vivían en su tiempo? "Este no es necesariamente el caso", responde Melamed. El erudito inglés John Selden era denominado en tono de broma en Inglaterra "El Gran Rabino" por su dominio de los textos judíos, pero parece no haber conocido a ningún judío, y parece que respaldó públicamente los libelos de sangre citando que "la malicia diabólica de los judíos por Cristo y los cristianos".

Un caso más complicado de filosemitismo cristiano es el objeto del ensayo de Yaakov Ariel, "Todo está en la Biblia", el cual explora el firme apoyo a Israel por parte de los evangélicos americanos contemporáneos. Desde hace siglos, pero especialmente después de 1967, los cristianos evangélicos han sido sionistas acérrimos, y su amistad ha sido bien acogida por el gobierno israelí. Sin embargo, la premisa de su amistad está ligada a una teología milenarista basada en una lectura del libro del Apocalipsis, la cual sostiene que el establecimiento de un Estado judío en Tierra Santa es una condición previa a la Segunda Venida de Cristo. En el camino hacia la redención, piensan los sionistas cristianos, la mayoría de los judíos perecerán en guerras apocalípticas, y el resto se convertirá al cristianismo.

Este filosemitismo es, en su corazón, profundamente anti-judío, y los intentos de los políticos israelíes de cortejar el apoyo de estos evangélicos ha sido torpe, por decir algo. En 1996, durante el primer mandato de Benjamin Netanyahu como primer ministro, éste apoyó un proyecto de ley promovido por los miembros ortodoxos de la Knesset que prohibía la actividad misionera cristiana en Israel. Cuando se dio cuenta de que podría ofender profundamente a la derecha cristiana estadounidense, Netanyahu cambió de opinión y frustró el proyecto de ley. Aquí tenemos pues a un líder judío de un Estado judío que permite a los cristianos tratar de convertir a los judíos a cambio de su apoyo político.

¿Debe contar esto como "filosemitismo"? ¿Y los documentales dolorosamente muy serios producidos por la televisión alemana occidental en la década de 1970, analizados en el libro por Wulf Kansteiner, en los cuales la "autocompasión y la apropiación de la cultura judía estuvo a la par con silencios realmente incómodos"? ¿O esa especie de kitsch judío a la venta en muchas ciudades de Europa del Este, del que escribe Ruth Ellen Gruber? Lodz, en Polonia, fue una vez una gran metrópolis judía y posteriormente uno de los guetos nazis más letales. Hoy en día es el hogar de un restaurante llamado Anatevka, extraído de un shtetl al estilo del “El violinista en el tejado”, donde se puede servir matzoh por un "camarero vestido con un traje hasídico, incluyendo un sombrero negro y el talith ritual". Gruber es bastante indulgente con este tipo de cosas, viéndolas como un subproducto o un elemento precursor de un auténtico renacimiento de la vida judía en la Europa del Este. Visto bajo una luz más fría, este kitsch judío, como muchos otros fenómenos de exhibición de filosemitismo en la historia, puede parecer, parafraseando a Oscar Wilde, no “cada hombre mata lo que ama", sino que "ama lo que mata".

[N.P.: hablando de kitsch judío, algo habría que decir del esfuerzo en España por captar un turismo judío sobre la base de Sefarad y las viejas aljamas judías, un "filosemitismo totalmente apolítico" fundamentado en bastantes casos en un mero revival turístico y folklórico, y que aunque en ciertos casos haya un interés sincero en explicitar y recuperar esa historia, no muestra demasiado interés, nuevamente, por los judíos reales y actuales, en España y en el mundo, y sobre todo en Israel, corrección política obliga. Es muy interesante un artículo de Antonio José Chinchetru, "Las coartadas del antisemitismo: el mito del 'judío arqueológico'", que trata de este filosefardismo retroactivo e interesado. Resumido aquí en un post previo, pero como el enlace ha desaparecido lo he vuelto a hallar aquí]

Pero esto es demasiado amargo. Es posible que haya poco amor en el filosemitismo y poco que agradecer en su historia, pero eso se debe a que la estima genuina entre cristianos y judíos, como un verdadero afecto, no puede ser comprendida como un “ideologísmo" repleto de abstracciones, y así transformar a un grupo de personas en una abstracción, incluso "positiva", ya que significa violentar su ser. Ese tipo de violencia es lo que los historiadores tienden a registrar, pero la mayoría de las veces esa no es la manera en la que la gente real piensa y vive.

Por ejemplo, una de las historias más alentadoras de filosemitismo histórico proviene de la Marsella del siglo XIV, donde el prestamista judío Bondavid fue juzgado por fraude. El expediente del juicio todavía existe, Chazan escribe y muestra como Bondavid apeló a un cierto número de cristianos como testigos de su moralidad. Un sacerdote, Guillelmus Gasqueti, declaró que "realmente [Bondavid ] es la persona más justa que alguien haya conocido en su vida... Porque, si se puede decir así, nunca me he encontrado o visto a un cristiano más justo que él". Este tipo de estima personal entre cristianos y judíos fue muy "inusual". Chazan también señala que "seguramente, no fue un caso único”. Y es la proliferación de amistades cara a cara como las que se dan en la América moderna las que han hecho de este país, no el más "filosemita" de la historia, sino aquel donde más judíos y cristianos se han gustado personalmente los unos a los otros.

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4 Comments:

Blogger Salvador said...

Otro motivo del filosemitismo, aparte del mesianismo de algunas sectas cristianas, es la visión de los judíos como aliados objetivos contra los musulmanes. Es la única explicación del actual "sionismo" de la derecha antisemita de toda la vida.

2:05 PM  
Blogger José Antonio said...

No entiendo muy bien de que tipo de filosemitismo hablas cuando la derecha antisemita de toda la vida lo sigue siendo aunque ahora en un perfil bajo, por la "mala prensa" que ha dado a sus ideas la Shoah. A fin de cuentas, todos somos hijos de nuestro tiempo y algo políticamente correctos.

De los supuestos casos que tú hablas solo conozco dos, Wilder en Holanda, y yo no le denominaría derecha antisemita, sino populismo anti-inmigración, y un dirigente flamenco que fue a Israel. Los demás populismos o extrema derecha europea, son muy parcamente pro-Israel, manteniéndose aún corrientes muy poderosas antisemitas, como en el FN francés.

Por lo demás, son más anti-inmigración que anti-musulmanes, es decir, no tendrían nada en contra ellos si vivieran en sus países de origen.

La visión de una alianza objetiva se da más en los movimientos de la extrema izquierda (sobre todo los troskos) con agrupaciones reconocidamente islamistas

7:39 PM  
Blogger José Antonio said...

Una pregunta, ¿consideras que Anglada, en Cataluña, es "sionista?

Por otro lado, la extrema derecha europea es bastante anti-globalización y en muchos casos anti-americana, por lo que comparte cierta visión del mundo muy socorrida entre los islamistas: el imperialismo yanqui-sionista dominando el mundo.

Respecto a los movimientos populistas, en Holanda, quizás en Finlandia y otros, son anti-inmigración, y salvo el caso holandés con una relación con una minoría judía bastante normalizada desde finales del XVI, sobre todo con emigrantes sefardíes (Spinoza, Menahem Ben Israel...), en el resto de países la minoría judía actual, además de llevar mucho más tiempo asentada, es irrelevante (Escandinavia, Austria, Bélgica cada vez más...).

El problema estriba más bien en la competencia histórica entre dos religiones proselitistas, y la pervivencia actualmente de ese carácter en una de ellas, precisamente la más atrasada.

Se unen los rescolds de un temor y una pugna histórica, el miedo a la pauperización y subdesarrollo que representa el Islam actualmente, y a su expansión demográfica sentida como una invasión sobre todo por la perdida de autodefensas, es decir, la disolución de referencias culturales y nacionales en Europa propiciada por unas élites que fueron además quienes propiciaron esa inmigración, aunque inicialmente sólo deseaban mano de obra barata. El multiculturalismo propició aún más la crisis de integración actual

7:55 PM  
Blogger Goelet said...

Creo sinceramente q sacais las cosas de quicio, aunque con los años he encontrado un filosemitismo basado en el respeto/amor/morbo por lo "maldito" y algunos argumentos q no es q rocen el antisemitismo, es q lo copian.

y si, he conocido a mucho "me gusta israel pq le da caña a los moros"

12:56 AM  

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