Monday, July 25, 2011

La lealtad de los sefardíes - Aryeh Tepper - Jewish Ideas Daily


En 1881-1882 un grupo de judíos yemenitas llegaron a pie a Jerusalén. Los nuevos inmigrantes se establecieron en la aldea de Silwan/Siloé, fuera de los muros de la Ciudad Vieja de Jerusalén


Rabino Yehuda Solomon Alkali (1798-1878)

En un reciente artículo en el Haaretz, el polémico articulista de la izquierda radical, Gideon Levy, hizo sonar la alarma de que los sionistas religiosos de Israel - los de la kippa de punto -, se han unan con los ultra-ortodoxos y los sefardíes para conformar "una tribu unificada de zelotes". ¿Pero por qué los ultra-ortodoxos y sefardíes llegarían a formar parte de esa coalición? Según la narrativa de Levy, ambos grupos comparten una historia de discriminación sufrida a manos de la izquierda sionista.

Al igual que todo texto fundamentado en la demagogia, el de Levy se apoya en un núcleo de verdad: los sefardíes y los ultra-ortodoxa han sufrido, en distintos momentos y por diversas razones, una discriminación tanto por parte del Estado como por lo que convencionalmente se llama en Israel "el ala izquierda, ashkenazi, que conforma la élite laica". Esta generalización es en sí misma un poco estúpida, pero es una base suficiente para el ataque de Levy. La moraleja de esta fantástica historia narrada por Levy es que a medida que la derecha israelí se está convirtiendo en "una tribu unificada de zelotes" gracias a su pasado común de discriminación sufrida a manos de la izquierda israelí, entonces el tablero político israelí, de derecha a izquierda, se ha convertido - agarrénse sus sombreros - en una sociedad racista y sectaria.

Por desgracia, "estas manchas" de la sociedad israelí no son el único objetivo de Levy. Al reducir el nacionalismo de los sefardíes israelíes a una especie de "falsa conciencia" atribuible a la discriminación sufrida [N.P.: no en los países árabes de donde procedían, sino a manos de la izquierda ashkenazi ya en Israel], Levy (un judío alemán, y esto es relevante) rechaza el auténtico e históricamente arraigado nacionalismo de los judíos sefardíes, y para ello Levy echa mano de un racismo paternalista que encima pretende deplorar. También se echa de menos en su "relato" las tensiones que en la actualidad caracterizan las relaciones entre los sefardíes y los ultra-ortodoxos con el resto de la sociedad israelí. En última instancia, la realidad es mucho más rica y más interesante que una simplista polémica que Levy lleva al terreno antisionista.

Las raíces de esa realidad se remontan a los judíos sefardíes que contribuyeron a desarrollar la idea sionista, como el poeta Emma Lazarus , el rabino Henry Mendes, y el rabino nacido en Sarajevo Yehuda Alkalai (1798-1878), un proto-sionista cuyo libro "Minhat Yehuda" (La ofrenda de Judá) interpretaba la visión tradicional de la redención en términos terrenales. Decididamente adelantado a su tiempo, Alkalai apelaba a hacer revivir el hebreo como lengua hablada y a elegir una asamblea constituyente judía en la Tierra de Israel, donde se trasladó al final de su vida.

Aunque no se puede negar que los judíos europeos y rusos constituyeron el motor inicial del movimiento sionista moderno, igualmente de innegable es el enorme atractivo que tuvo el sionismo para las masas de judíos del Norte de África y de Oriente Medio.

Tomemos el caso de los judíos yemenitas. Sabemos por los documentos de la Guenizá de El Cairo que los judíos del Yemen tenían vínculos con los judíos de la Tierra de Israel durante el período medieval. Así por ejemplo, el rabino Ovadia Bartinoro, un importante jurista del siglo XV, menciona la aliya de los judíos yemenitas. Estas olas de inmigración a Israel continuaron hasta el siglo XX. Entre las dos guerras mundiales, aproximadamente 15.000 judíos del Yemen llegaron a Israel, una cifra bastante notable, ya que el movimiento sionista estaba comenzando a establecerse en el Yemen por esa época.

El carácter independiente del sionismo yemenita fue vigorosamente formulado por el erudito yemenita, jurista y traductor, el rabino Joseph Kapach, en un discurso pronunciado ante la Knesset en 1982. La ocasión fue una celebración patrocinada por la Knesset de los 100 años de inmigración yemenita a Israel, y allí el propio Kapach comenzó su disertación dejando claro que la aliya desde el Yemen tenía mucho más de un siglo de antigüedad. Incluso señaló que el término "sionismo" era desconocido en Yemen, ya que "el movimiento sionista fue creado como un remedio contra la hostilidad que sufrían los judíos europeos mediante la aliya, pero que sin una enfermedad no había necesidad de un remedio".

Como el espíritu de autarquía de Kapach dejaba en evidencia, "ningún tipo de discriminación había sido necesaria para alimentar los deseos sionistas (de aliya) de los judíos del Yemen".

Una contundente revalorización de las ideas de Kapach, es decir, de la existencia previa de una arraigada "identidad sionista", ha sido recientemente formulada por un diputado rebelde del Shas (partido ultra-ortodoxo sefardí), el rabino Haim Amsalem, y fue dirigida contra los propios líderes ultra-ortodoxos de su partido, el Shas. De acuerdo con Amsalem, el Shas, al imitar las normas ultra-ortodoxas ashkenazis, está convirtiendo a los sefardíes israelíes, unos nacionalistas (sionistas) naturales, en antisionistas. Esto con referencia a la "tribu unificada de zelotes" del relato de Levy.

Quizás la polémica más interesante en contra del establishment ultra-ortodoxo ashkenazi fue promovida por el Gran Rabino sefardí de Jerusalén y Gran Rabino de Marruecos, Shalom Messas. En su comentario sobre el episodio de los espías del libro de Números, Messas compara a los sefardíes con la figura bíblica de Caleb, quien poseía un amor natural por la Tierra de Israel. Por el contrario, comparaba a los askenazíes ultra-ortodoxos con la figura de Josué, que "superintelectualizaba" su conexión con la Tierra de Israel como consecuencia de los años de estudio de la Torah con Moisés, y que, como resultado de ello, tuvo necesidad de la ayuda divina para salvar las faltas de sus espías. A la luz de las posiciones expresadas por los rabinos Kapach, Amsalem y Messas, el torpe agrupamiento por parte de Gideon Levy de los sefardíes y los ultra-ortodoxos (ashkenazis) en la misma categoría, parece estar muy alejada de la verdad.

Por supuesto, hay que tener mucho cuidado con la pintura a base de grandes brochazos practicada por Levy, y reconocer que la elección de vestir una kippa de punto puede representar una gran variedad de posiciones ideológicas. Los usuarios de esa gama de kippas van desde la burguesía nacionalista religiosa, que a menudo detesta el uso de dicha kippa por los nacionalistas radicales, a los estudiantes y seguidores de la línea dictada por la influyente yeshiva Har Hamor, quien antes profanarían el sábado que levantar una mano contra un oficial de policía.

Sin embargo, Levy está muy familiarizado con la gran ignorancia de su público, el cual mayoritariamente reside fuera de Israel, lo cual es tristemente predecible y le asegura los elogios por sus artículos "extraordinariamente provocadores". El artículo de Levy no era nada más que eso, pero no acertaba a demostrar como la ciega pasión anti-Israel, en personas que hasta pueden llegar a ser inteligentes, tanto en Israel como en el extranjero, les hace no poder distinguir lo que tienen delante de su nariz o lo que está debajo de las kippas de otras personas.

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