Thursday, October 20, 2011

El retorno de los jebuseos - Jeffrey Goldberg - Atlantic


Las nieves de antaño, de Francois Villon

¿Por qué no puede haber una verdadera paz entre palestinos e israelíes a corto plazo? Hay muchas razones, entre ellas una puede ser esta: a muchos palestinos, inclusive los más moderados de ellos, les resulta imposible aceptar la idea de que los judíos sean un pueblo o nación. Los palestinos, por supuesto, exigen a los judíos que les acepten como pueblo o nación, y la gran revolución acontecida en el pensamiento israelí en los últimos treinta años es que la mayoría de los judíos israelíes entienden actualmente que los palestinos son, de hecho, un pueblo y una nación, y ello porque se consideran un pueblo.

Los palestinos, como grupo, se definen a sí mismos quiénes son, y el mundo acepta esa identidad elegida. Es una verdad autoevidente que los judíos también se definen como un pueblo o nación - de hecho, hace ya bastante tiempo -, y también resulta bastante evidente que muchas personas se niegan a aceptar esa autodefinición o al menos la ven como algo intrínsecamente discriminatorio, incluso genocida [N.P.: es decir, todos los demás pueden definirse y conformarse como pueblo o nación, y todo ello sin problemas ni oposición, ahora bien, si eso lo hacen los judíos, entonces "discriminan"].

Sari Nusseibeh, el famoso y "moderado" intelectual palestino, comparte ese prejuicio al parecer, y sus recientes provocaciones han llevado a esta respuesta por parte de Leon Wieseltier:
Qué pobre discípulo de Edward Said se nos revela Sari Nusseibeh! Said enseñó que los pueblos deben crear sus propias representaciones de sí mismos, como una cuestión de derecho y de dignidad, y que esa representación de un pueblo de sí mismo, si es realizada desde fuera por otros, representa un ejercicio de deformación. Sin embargo, aquí está Nusseibeh, en un artículo en Al Jazeera, instruyendo a los judíos de "por qué Israel no puede ser un Estado judío". Nusseibeh prefiere "un Estado civil, democrático y pluralista, cuya religión oficial sea el judaísmo, y de mayoría judía", lo cual está bien si se respeta el deseo de esa mayoría judía de establecer también dicho Estado como un santuario permanente e indiscutible para los judíos del resto del mundo: el sionismo, después de todo, es ante todo un remedio a dicho peligro.

Pero la razonabilidad de Nusseibeh tiene sus límites. Él también participa del viejo argumento de que un "Estado judío" implicaría que Israel fuera, o debiera ser, o bien una teocracia (si tomamos la palabra "judío" para aplicarla al judaísmo como religión oficial) o bien un estado de apartheid (si tomamos el término "judío" para aplicarlo a la etnicidad judía).

Pero esto es completamente absurdo. Las perspectivas de una teocracia judía en Israel son mucho menores que esas otras perspectivas de una teocracia musulmana en Palestina - ninguno de los partidos religiosos de Israel son tan poderosos a nivel político como lo es Hamas dentro de la política palestina -, y por contra son mucho mayores las garantías de una igualdad de derechos ante la ley para todos los habitantes de Israel - judíos, musulmanes y cristianos -, lo que representa un antídoto manifiesto para esa fantasía distópica de un apartheid.

Un Estado judío puede ser justo o injusto, pero no es esencialmente injusto. Nusseibeh señala que "ningún estado en el mundo es - o puede serlo en la práctica - étnica o religiosamente homogéneo", pero si hablamos sólo de Israel, la reclamación de tal homogeneidad por parte de unos pocos y enfermos rabinos y sus secuaces ya ha sido rotundamente condenada (y en ciertos casos con arrestos) por su incitación exclusivista. Nusseibeh hace una ominosa alusión a ellos, a pesar de que no le gusta nada que los desvaríos de los mulás radicales se confundan y equiparen con la corriente principal musulmana.

Pero es que Nusseibeh, un poco más adelante, se vuelve loco. La "razón más seria... por la qué los líderes palestinos - y de hecho, cualquier persona responsable - no puedan reconocer moralmente a Israel como un "Estado judío"... tiene que ver con la Alianza de Dios en la Biblia con los antiguos israelitas". A continuación cita el Génesis, el Deuteronomio, los libros de Josué y Samuel para establecer que "en el Antiguo Testamento, Dios ordena crear un Estado judío en la tierra de Israel al que se llegará mediante la guerra y el despojo violento de los habitantes originales". Y con ello explica que "nadie puede culpar a los palestinos y a los descendientes de los antiguos cananeos, jebuseos y otros pueblos que habitaban esa tierra antes de los antiguos israelitas... de sentir un poco de temor en cuanto a lo que significa reconocer a Israel como un Estado judío".

Es decir, ellos, los palestinos, !se sienten jebuseos! No importa que los palestinos no sean los descendientes de los antiguos cananeos. El vástago árabe del racionalismo de Oxford coincide aquí con los judíos más extremistas de la Ribera Occidental en que la Biblia marca la agenda política diaria en la actualidad.

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