Saturday, November 26, 2011

No toquen a nuestros ungidos - Israel Harel – Haaretz


Aharon Barak, quien fue Presidente de la Corte Suprema de Israel desde 1995 hasta 2006, y que antes de eso fue juez en la Corte Suprema de Israel, y al que se le achaca en buena medida el carácter políticamente sesgado del alto tribunal, al que le dio la reputación de la Corte Suprema más activista del mundo, causando admiración y crítica. En la práctica, y en muchos aspectos, la Corte Suprema bajo Barak se convirtió en un gobierno alternativo que no fue elegido por la sociedad israelí.


El gato está fuera de la cesta: "Desde la fundación del estado hasta hoy", escribía Yitzhak Zamir (en la edición en hebreo del Haaretz del 14 de noviembre), "la Corte [Suprema] es la que ha dado forma a la sociedad israelí... Sí, y no el gabinete, ni la Knesset". Zamir tiene toda la razón. Y si la Corte es la que mantiene el rostro de nuestra sociedad, como mi madre solía burlarse en yiddish, "ese es nuestro rostro".

Y aquí está otra perla de Zamir, que en alguna ocasión se sentó él mismo en la Corte Suprema: “Cualquier cambio en los nombramientos para la Corte Suprema socavará la fe de la opinión pública en sus jueces". ¿Aunque quizás sea todo lo contrario? Después de todo, en el año 2000, en una encuesta realizada por el Instituto Israelí de Democracia - que apoya sin reservas el sistema legal actual - encontró que el 84% de los israelíes tenían fe en la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, otra encuesta realizada por ese mismo instituto en el 2009 encontró que esa cifra se había reducido al 52%.

¿Podría ser que exista una conexión entre esta disminución de la confianza del público con respecto a sus jueces y la oposición expresada por Zamir y sus colegas para cambiar el sistema de nombramientos judiciales, por el que los jueces nombran a sus colegas?

Tal vez la sociedad israelí quiera forjar su propio camino, a través de la Knesset y del gabinete - ambos elegidos por ella -, en lugar de que sea a través de los propios jueces, cuyas decisiones en temas que "han dado forma a la sociedad" demuestran una uniformidad ideológica bastante evidente. Tal vez a la sociedad israelí le gustaría hacerlo a través de un debate público abierto, en lugar de a través del ámbito cerrado de la Corte Suprema de Justicia, cuyos fallos en lo que respecta a los valores, opiniones e ideas no sen puede apelar.

En el ámbito público haredi o ultra-ortodoxo, se trata a sus líderes y árbitros rabínicos como algo sagrado.

Los que no somos haredíes nos esforzamos por comprender esa idea haredí de "no tocar a los ungidos", una devoción ciega de obediencia, como la que tienen a los grandes líderes rabínicos de cada generación.

Pero resulta que este mismo instinto de devoción ciega también existe entre los discípulos seculares del imperio de la ley. Estas personas, que ven a sí mismos como racionalistas, no paran de gritar "no toquéis a mis ungidos", es decir, a las sentencias del Tribunal Superior de Justicia y al sistema de nombramientos judiciales. Esos parecen ser su “Torah en el Sinaí”, y cualquiera que trate de cambiarlos o alterarlos es un hereje para ellos.

Nunca ha existido un organismo, institución o establecimiento que no tenga que renovarse de vez en cuando para no acabar degenerando.

Sólo en nuestra más alta instancia judicial se aplica el principio de que "nada nuevo debe violar la Torah laica". En cualquier lugar donde el sol brilla, se nos dice, puede desarrollarse la putrefacción, a excepción de un único lugar. De aquellos que tienen el derecho casi constitucional de saber de todos lo demás se ha prohibido saber nada - aparte de su nombre, su número de identificación y su fecha de nacimiento - de lo que está escrito en el acta de la subcomisión que entrevista a los candidatos para la Corte Suprema de Justicia.

Y, por supuesto, sería mucho peor que las entrevistas fueran llevadas a cabo por la Ley de la Knesset y el Comité de Constitución. ¿Por qué tendría derecho la opinión pública de conocer los valores, las opiniones y los puntos de vista éticos y culturales de aquellos a quienes el Comité de Nombramientos Judiciales da un poder sin parangón? Se trata de aquellos sobre los cuales no se tiene ningún control y ante los cuales no hay apelación, a diferencia de cualquier otra entidad pública del país. Aquellos, en suma, que tienen el poder "para dar forma a la sociedad israelí".

¿Y quién está bloqueando el derecho del público a conocer? Nada menos que los medios de comunicación.

Esos mismos medios que luchan con todas sus fuerzas contra los monopolios corporativos, luchan ahora por mantener el monopolio judicial. Esos que tanto abogan por el multiculturalismo defienden ahora perpetuar una visión monolítica judicial. Esos que exaltan públicamente la separación de poderes, al mismo tiempo fomentan un sistema judicial que usurpa las prerrogativas del gobierno.

Y por supuesto, aquellos que claman en particular contra el sistema político israelí actual, señalando su degeneración y abusos de poder desde hace ya muchos años, son las mismas personas que ahora dirigen una campaña de intimidación contra los "fascistas" que proponen cambios en el sistema judicial. Son los mismos que perpetúan el estancamiento en el sistema judicial en general, y en la Corte Suprema en particular.

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