Saturday, February 04, 2012

Algunas élites "laicas y humanistas" se me antojan un tanto presuntuosas y susceptibles, y yerran el blanco.




Como muy bien argumentaba Anshel Pfeffer sobre la decisión del intelectual laico Yoram Kaniuk de renunciar a su identidad judía en el Registro Civil de Israel:
La religión forma parte de nosotros, de nuestra identidad judía, aunque algunos de los religiosos nos quieren hacer creer que la religión es todo lo que hay. Durante el último siglo o casi, el sionismo (y la oposición al sionismo) también han formado parte de esa identidad, pero Kaniuk y otros israelíes parecen haber caído en la trampa de creer que el sionismo es suficiente por sí mismo. La desilusión con la situación política actual se arrastra inevitablemente, el Estado no es todo lo que esperábamos que fuera, y Kaniuk, a causa de su falta de imaginación, se queda sin nada en que creer.

(...)

Kaniuk y sus partidarios ya están admitiendo la derrota: están diciendo que después de 63 años de independencia de Israel y de 114 años de sionismo político, el campo secular o laico ha renunciado finalmente a todos los intentos de tratar de presentar su propia interpretación de un judaísmo moderno.
Matthew Ackerman, en Commentary, se hacía a su vez eco de unas opiniones vertidas por Donniel Hartman:
El muy reflexionado mensaje de Donniel Hartman publicado ayer en el blog del Shalom Hartman Institute y eJewishPhilanthropy merece una muy seria consideración por todos aquellos preocupados por el impacto del extremismo Haredi en Israel.
En vez de estar echando toda la culpa a la minoría Haredi o imaginarse soluciones fáciles a los problemas actuales, Hartman pone su ojos con toda la razón en la incapacidad de la mayoría judía israelí para articular una idea coherente y convincente de lo judío. Así él escribe:
"La fuente de la amenaza planteada por los haredim a Israel como Estado judío y democrático radica, ante todo, en el fracaso de la sociedad israelí en general a la hora de definir por sí misma el significado y los límites del carácter judío del Estado judío... Hay que reconocer que un Estado judío y democrático no será el resultado de una mera declaración, sino la consecuencia de una política y un discurso público muy bien elaborado. Al ser un pueblo soberano significa que en lugar de adjudicar la culpa uno debe asumir la responsabilidad".

El reto Haredi a las normas del espacio público israelí aparenta ser tan feroz hoy en día, cuando todavía son una minoría relativamente pequeña de la población, precisamente porque el carácter judío de ese espacio público está mal definido. Israel podrá declarar el carácter judío de Israel de 1.000 maneras diferentes, pero el verdadero contenido judío del Estado sigue derivándose principalmente de la autoridad pública otorgada a los organismos rabínicos.

El mantenimiento de la identidad judía del Estado y al mismo tiempo la liberación del espacio público para una mayor expresión del pluralismo religioso (por no hablar de lo que va a pasar durante los principales acontecimientos del ciclo de la vida, como el nacimiento y la muerte) es un problema mucho más difícil de lo que a muchos les gustaría que fuera.

Esto, sin embargo, como señala Hartman, es una de las razones para la agitación y de lo extraordinario que resulta vivir en un mundo con un Estado judío renacido. Y es que la cuestión de lo que significa ser judío está totalmente en manos de los judíos que viven como un pueblo libre en su tierra natal por primera vez en 2.000 años.

En lugar de capitular ante las posiciones de los Haredi en estas materias o de evitar la cuestión abrazando toda posible definición contemporánea de la condición judía tan amplia como sea a la vez que vacía, debemos aprovechar finalmente la oportunidad de articular un nuevo estándar lo suficientemente amplio como para abarcar el amplio marco del pueblo judío, pero en donde sin embargo también resuene profundamente la tradición.

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