Friday, March 23, 2012

En vez de promover el “Boicot sionista” sugerido por Peter Beinart, mejor tratar de “Comprender (a las partes) Ahora” - Yehudah Mirsky – Zion Square



La Línea Verde corre a lo largo de toda mi familia. Una de las hermanas de mi esposa vive en Ofra, un buque insignia ideológico de los asentamientos en Samaria. Otra es una activista de izquierdas que nunca cruza la Línea Verde, ni siquiera para celebrara la bar-mitzva de su sobrino, si exceptuamos su participación en manifestaciones contra los colonos de las colinas del sur de Hebrón. Una noche fuimos sus anfitriones, y ambas asistieron a una velada de diálogo entre colonos y activistas de izquierda de Jerusalén. Esa noche la Línea Verde corría por nuestra sala de estar.

En cierto modo, dicha línea discurre a través de mí. Yo creo que la empresa de los asentamientos es un gran y trágico error moral y político, es injusta con los palestinos y amenaza con deshacer el logro extraordinario y precioso que representa el Estado de Israel. Y a pesar de mis profundos desacuerdos con los colonos, me preocupo profundamente por ellos.

Mi cuñada de Ofra es una persona maravillosa, una trabajadora social en Samaria, y a través de ella he tomado conocimiento de la pobreza y de la desesperación en muchos de los asentamientos. Ella me dijo hace un tiempo que ella estaba dispuesta, en principio, a vivir bajo la soberanía palestina (pero eso fue antes del acuerdo entre Fatah y Hamas). Ella sabe que estoy en profundo desacuerdo con sus ideas, pero también sabe que me importa.

Mi cuñada de izquierdas, aparte de la esa noche en nuestro cuarto de estar, se niega a dialogar con los colonos y se muestra ciega a su humanidad, aunque por contra sí ve la de los palestinos y está dispuesta a pasar por alto su patriarcado, su dogmatismo religioso y sus divisiones de clase, esas que por otro lado crítica tan duramente en la sociedad israelí.

Lo que estoy tratando de decir es bastante complicado. Y es que la ausencia de un sentido de cómo son las cosas hace las propuestas más difíciles, y por eso no puedo estar de acuerdo con el argumento de Peter Beinert de forzar un final del conflicto mediante la cauterización de los asentamientos mediante su boicot y aislamiento (Lo que Beinart denomina un Boicot Sionista). Simplemente, eso no va a funcionar.

En primer lugar, no entiendo cómo Peter Beinart no puede mencionar en sus reproches al liderazgo palestino, el cual, sin lugar a dudas, ha puesto mucho de su parte para llevarnos al lugar en el que estamos hoy. Cuando todo parecía listo para la paz, como en 2006, los israelíes votaron a un gobierno cuya plataforma política defendía una retirada expresa de los territorios. Una amputación de los territorios del tipo de la sugerida por Beinart aliviaría a los palestinos, una vez más, de tener que negociar seriamente con Israel acerca de las cosas que Israel, genuina y legítimamente, requiere.

En segundo lugar, cuando se participa en un boicot se habla de penalizar a los gobiernos y no a la personas (de hecho, me gustaría que Obama hubiera sido más claro sobre esto cuando habló ante la AIPAC sobre Irán). Sin embargo, la táctica que Beinart nos sugiere en su artículo en el NYTimes es precisamente apuntar y amargar a las personas. Como Tal Becker ha señalado recientemente, en última instancia la única manera de avanzar (y sí, todavía puede ocurrir) es convencer a las personas de ambos lados que realmente tienen algo que ganar, y el carácter punitivo del boicot propuesto por Beinart va en contra precisamente de eso.

Los boicots de los consumidores son una forma legítima de protesta. Pero si los judíos estadounidenses – los verdaderos protagonistas del “Boicot sionista” - quieren ser efectivos, en lugar de declarar la guerra a las personas que producen sales del Mar Muerto, miel orgánica y software, deberían pedir explicaciones a los líderes israelíes a los que regularmente prestan su apoyo sobre dónde van sus contribuciones.

En tercer lugar, y fundamentalmente, la propuesta de Peter Beinart de un “Boicot sionista” repite uno de los grandes errores históricos de la izquierda israelí: demonizar a los colonos en lugar de hablar con ellos. Como una vez me dijo uno de los más grandes periodistas de Israel y un hombre de la izquierda: "Isaac (Isaac Rabin) cometió el gran error de no hablar con los colonos". Sharon se equivocó también durante la retirada de Gaza al no tratar de explicarse y mitigar la angustia de los colonos, alimentando de paso la especulación de que la retirada solamente era una maniobra de diversión para tapar los escándalos de corrupción en los que podría estar implicado.

Peter Beinart cita con aprobación la negativa de AB Yehoshua y David Grossman a dar conferencias en Ariel. Pero eso sólo facilita que las partes eviten los auténticos problemas: la derecha no tiene que hacer frente a gente seria que formula argumentos serios, y la izquierda no tiene que enfrentarse a preguntas difíciles, legítimas y razonables acerca de las verdaderas intenciones palestinas, y al mismo tiempo cómo propone mantener y hacer crecer la identidad judía de Israel en el futuro.

No me malinterpreten, el diálogo no es una panacea. Y no estoy pidiendo que vuelvan las "conversaciones de conciliación" insoportablemente serías que estaban de moda (comprensiblemente) tras las secuelas del asesinato de Rabin. Al final del día habrá conversaciones difíciles y complicadas, tendrán que tomarse duras decisiones políticas, algunas vidas serán trastocadas y otros corazones serán rotos, y el diálogo no logrará que eso desaparezca. Pero tenemos que encontrar una manera de transmitir a los colonos que por mucho que no estamos de acuerdo con ellos, no son el enemigo. Debemos poder estar conectados con ellos tal como sugiere Michael Walzer, "críticamente conectados", donde nuestra persuasión provenga precisamente de nuestra profunda conexión con unas personas y unas sociedades que sin embargo criticamos, y de una manera, tal como él expresa, "constante, paciente, tenaz y fiel".

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