Tuesday, April 24, 2012

El Templo de la negación - Benny Morris - Open Zion



Hojeando una popular guía turística palestina, "Palestina: Una guía", de Mariam Shahin, me encontré con la siguiente frase con relación al complejo del Monte del Templo (en árabe, al-Haram al-Sharif , el Noble Santuario), ubicado en el Monte Moriah en la Ciudad Vieja de Jerusalén: "Es toda esta zona que los fanáticos israelíes quieren destruir con el fin de 'reconstruir' un Templo judío que ellos 'reivindican' que una vez estuvo allí".

Por supuesto, hay un puñado de "fanáticos" israelíes a quienes les gustaría destruir el complejo de las dos mezquitas musulmanas - el Domo de la Roca y al-Aksa - y desearían reconstruir el Templo judío en su lugar. Sin embargo, la gran mayoría de los israelíes rechazan esas ideas como propias de maniáticos y locos.

Pero lo que me llamó la atención de esa sentencia fueron las comillas en la palabra "reconstruir" y el uso de la palabra "reivindicación", en conjunto implicando que nunca había existido un templo judío allí.

Esta afirmación encaja con la idea central del primer capítulo de la guía de 500 páginas titulada "Una breve historia de Palestina", que, aunque en ocasiones destaca la presencia de "hebreos" e "israelitas", rehace la historia para sacar a los judíos de su historia. La periodización de los diversos capítulos pasa del "Paleolítico y el Neolítico" ("1.000.000-5.000 a. C.") a través de "la Edad de Bronce" ("3.000-1.200 a. C."), la "Edad del Hierro" ("1.200-330 a. C."), el "dominio persa" ("539 a. C."), la "época helenística" ("333 a. C."), el "dominio de Roma" ("desde 63 a. C."), "el dominio bizantino" ("330-640 d. C."), el "período árabe-islámico" ("638 d. C."), los "Omeya" ("661-750 d. C."), la "época Abasí" ("750-969 d. C.") y hasta un indefinido "1900-1948".

La tierra de Israel/Palestina, antes de 1948, al parecer, nunca tuvo un "período judío", ninguna época o período en el que la población predominante demográficamente eran los judíos, que además gobernaron el país en parte o en su totalidad, como la Biblia y un grupo de historiadores griegos, romanos y judíos nos cuentan. Los jueces (1200-1000 a. C.), los reyes de Israel y Judea (1.000-586 a. C.), los asmoneos (165-37 a. C.) y los rebeldes judíos contra Roma, en su breves períodos de éxito en 66-70 y 132-135 d. C., todas ellos han sido borrados.

¿Qué podría pensar un joven finlandés o español que visitara Israel/Palestina con esta guía en la mano? Seguramente, los judíos que vería a su alrededor, en el propio Israel pre-1967 y en los territorios ocupados, algunos de ellos soldados y policías, serían una presencia nada natural, unos especímenes no autóctonas usurpadores y ladrones, sin legitimidad ni raíces históricas.

Pero el problema es más profundo. No se limita a los potenciales visitantes extranjeros así históricamente manipulados y engañados. El relato inventado por Shahin es el que los sistemas escolares palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza utilizan rutinariamente para sus hijos. Teniendo en cuenta estos hechos, ¿qué oportunidad puede haber para la paz en las próximas décadas?

El tono de esta perversión de la historia motivado políticamente está, en cierto sentido, personificado en Yasser Arafat, el líder del movimiento nacional palestino desde 1969 hasta su muerte en 2004, cuando, en una conversación con el presidente Bill Clinton durante la cumbre de Camp David de julio de 2000, le dijo (de acuerdo con Dennis Ross, el jefe negociador de Clinton para el Oriente Medio), que "el Templo de Salomón no estaba en Jerusalén, sino en Nablus" (Dennis Ross, más tarde, definió esa declaración como "la única idea nueva" que Arafat había presentado en las frustadas conversaciones de paz).

Especificamente, la idea era negar a Israel cualquier tipo de legítima reclamación al Monte del Templo. Pero, por extensión, lo que Arafat daba a entender es que, en realidad, los judíos no tenían ninguna conexión histórica a Jerusalén, o incluso a Palestina como un todo. Todo era una mitología inventada y diseñada para reforzar las reivindicaciones políticas de Israel con respecto a su legitimidad y al territorio. La negación del Monte del Templo, en este sentido, esta relacionada con la negación del Holocausto, siendo ésta última impulsada por el deseo de demoler lo que la mayoría del mundo occidental considera como uno de los pilares morales sobre los cuales se basa la demanda del sionismo y la reclamación de un territorio soberano para el pueblo judío.

Pero Arafat rehizo la historia, con sus mentiras, las cuales efectivamente van en contra de 1.400 años de historiografía y tradición musulmana. El mismo Corán, aunque con cierta ambigüedad, reconoce que Dios le había prometido Palestina a los judíos, territorio al que Moisés les había llevado. Más explícitamente, Yusuf Diya al-Khalidi, un ex alcalde de Jerusalén y antepasado del historiador americano-palestino Rashid Khalidi, en 1899 escribió en una carta al rabino jefe de Francia, Zadok Kahn: "¿Quién puede desafiar los derechos de los judíos a Palestina? Históricamente, es realmente su país".

Otro ejemplo es una guía de 1929 llamada "Una Breve Guía del Haram al-Sharif de Jerusalén", publicada por el Consejo Supremo Musulmán, encabezada por Muhammad Haj Amin al-Husseini, el predecesor de Arafat como el líder del movimiento nacional palestino. La guía dice: "Su identidad con el lugar del Templo de Salomón es indiscutible. Este es también el lugar, de acuerdo con la creencia universal, en el que David construyó un altar para el Señor...".

Y éste era también el conocimiento con el que crecieron los jóvenes árabes musulmanes de Jerusalén desde mediados del siglo XX. Sari Nusseibeh, presidente de la Universidad Al-Quds de Jerusalén, recuerda en su autobiografía, "Érase un país, una vida palestina" (Nueva York, 2007): "Los libros de viajes impresos en Siria hace cien años no tenían ningún problema a la hora de llamar al Noble Santuario el Monte del Templo de los judíos, así como el Islam en que me criaron no dejaba ninguna duda que Jesús, el hijo de María, fue un profeta de Dios". Pero hoy ya no es así.

Ahora tenemos la negación palestina de la existencia del Monte del Templo (junto a la negación generalizada del Holocausto desde el ámbito musulmán). Por supuesto, una excavación que sondeara arqueológicamente la explanada sagrada podría acabar con las disputas sobre lo que existía allí hace 2.000 y 3.000 años atrás. Pero los guardianes del haram, el organismo musulmán encargado de su custodia o Waqf, de manera firme y constante, y desde hace más de un siglo, se han negado a todos los intentos de realizar una exploración. Así que las mentiras van a continuar.

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