Saturday, April 14, 2012

Lo que no se dice del affaire Gunther Grass (Günter Grass y esa izquierda israelí que ha enmudecido - Ari Shavit - Haaretz)


La Santísima Trinidad de la izquierda israelí (David Grossman, Amos Oz y AB Yehoshua) sorprendentemente silenciosos

Günter Grass nos ha puesto a prueba. El extraño texto que publicó hace una semana en el diario Süddeutsche Zeitung es un documento extravagante pero a la vez profundo. No contiene un antisemitismo al viejo estilo, ni es propaganda de formas goebbelsianas.

Pero detrás de sus embarazosas palabras podemos encontrar tres importantes declaraciones. A su manera, Grass está diciendo más o menos lo siguiente: él ya no esta dispuesto a esconder su disgusto con Israel a causa de mi pasado hitleriano; cree además que la capacidad nuclear de Israel está poniendo en peligro la paz mundial; y considera finalmente que el hecho de que su pueblo asesinara a los judíos a partir de 1942 no justifica que los judíos tengan armas nucleares en 2012.

Con los sensibles instintos de un gran escritor, Grass formula una declaración radical que refleja una idea profundamente arraigada y que se extiende a través de los oscuros sótanos de la nueva Alemania, la nueva Europa y la nueva izquierda occidental. De acuerdo con esta idea profundamente arraigada, es Israel, y no Irán, el verdadero agresor actual en el Oriente Medio. No son los chiítas extremistas, sino los israelíes radicales, los nuevos nazis. El crimen contra la humanidad, que debe estar en el centro de nuestra conciencia y de nuestras preocupaciones, no es el perpetrado por Hitler y los suyos a los judíos, sino el que los judíos están a punto de perpetrar con los iraníes. Por lo tanto, y en nombre del Holocausto, se les debe negar a los israelíes el poder nuclear que podría permitirles provocar un segundo Holocausto.

Grass es el negativo del actual primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien también establece un vínculo directo entre Auschwitz y la amenaza nuclear. Sin embargo, para el bigotudo escritor alemán la decisiva amenaza nuclear se encarna en Dimona. Con su última gota de tinta, Grass proclama que el Holocausto no se evitará paralizando Natanz (el sitio nuclear iraní), sino desmantelando Dimona. También exige que a Israel se le niegue los submarinos que le sirven de elemento de disuasión al garantizarle la posibilidad de un contraataque (la capacidad de repeler la agresión inicial) y que de acuerdo con fuentes extranjeras garantizan su existencia.

El soldado de las SS que se convirtió en un famoso humanista está terminando su vida exactamente donde la comenzó. Por lo que a él respecta, no hay ningún peligro en las bombas nucleares estadounidenses, rusas, británicas, francesas, chinas, indias y pakistaníes. Tampoco representa ningún peligro real una bomba nuclear iraní. Las que realmente podría destruir nuestro mundo son las armas nucleares atribuidas a Israel. La capacidad de los judíos para defenderse, y así evitar su destrucción, es lo que mantiene despierto y desvelado durante la noche al gurú moralista de Lübeck.

El reto que nos plantea Grass es serio. Incluye un intento de cancelar la acción afirmativa que el pueblo judío ha disfrutado desde 1945, la cual le ha ayudado a proteger su existencia. Incluye también el intento de negar a Israel la red de seguridad moral en la que se fundamenta su red de seguridad estratégica. Esta vez los ataques no van dirigidos contra la ocupación y los asentamientos, sino contra Dimona. La punta de lanza de la izquierda europea y occidental está tratando de negar a Israel la disuasión en que se fundamenta su seguridad.

Netanyahu y su ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, respondieron bien a las declaraciones de Grass, pero en el mundo actual nadie relevante les escuchaba. El ministro del Interior, Eli Yishai, reaccionó violentamente a dichas declaraciones, con lo cual dañó seriamente a Israel diplomática y moralmente.

Pero lo más notable es que no hubo ninguna reacción de la izquierda sionista. Ningún escritor articuló una respuesta llena de fuego y azufre en un fluido inglés. Ninguno de sus intelectuales publicó un penetrante artículo en el The New York Times. El Meretz y Peace Now permanecieron en silencio. Los habituales predicadores y moralistas de la izquierda, esos que tanto se apresuran a la hora de condenar cada ridícula declaración de algún rabino, por ejemplo el del asentamiento de Yitzhar, enmudecieron de cara a las terribles palabras del Premio Nobel alemán. Mientras la Alemania oficial condenaba rotundamente las palabras de su escritor más famoso y reconocido, el Israel supuestamente más ilustrado y moral no acertó ni siquiera a balbucear una respuesta. Ante el desafío planteado por Günter Grass, la izquierda moral de Israel fracasó estrepitosamente.

Por ahora, la tormenta ha terminado. Sin embargo, la profunda deficiencia moral expresada por Grass y el estrepitoso fracaso de la izquierda sionista a la hora de denunciarla, constituyen una mala señal. Nos enseña que los largos años de ocupación han distorsionado la mente de esa parte de la población israelí que se quiere la más ilustrada y moral de Israel, y que todo esto la ha hecho olvidar los conceptos clave.

También nos enseña que los principales intelectuales de Occidente y de Israel ya no son capaces de defender a Israel. Las declaraciones de Grass y la necesaria contestación no emitida por sus pares israelíes, nos demuestran que la gangrena de la deslegitimación se está extendiendo gradualmente y nos devora.

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